Tenía varios meses separado de la docencia por la carga de trabajo en mis otras actividades laborales. Recién me reincorporé y, para contraste de las opiniones que frecuentemente comparto en este espacio, encontré grupos de alumnos, profesionistas, la gran mayoría empleados en la iniciativa privada, con gran animadversión hacia las reformas estructurales aprobadas.

Al interactuar sobre el tema, llamó mi atención que la mayoría lo descalificara sin haber investigado demasiado sobre el mismo. Y aclaro que no lo digo porque piense que deberían de apoyar los cambios realizados, como el escribidor, sino porque su oposición se soportaba en creencias y rumores, no en la indagación de documentos y referencias.

Disentir es esencial para enriquecer el debate y la opinión pública, y también el criterio personal. Empero, cuando ello se hace con poca información y estructura, se pierde el valor de la diversidad y, únicamente se fortalece el sospechosismo, el pesimismo sobre una realidad que creemos perjudicial aunque no la conozcamos a fondo.

La reflexión me llevó a recordar una columna reciente de don Federico Arreola. Es un texto de hace semanas donde el periodista comenta una editorial del Financial Times, donde se distinguía al presidente Peña Nieto por ser un gran reformador.

El punto era que los mercados y el ambiente internacional aplaudían el impulso reformista, mientras que los mexicanos permanecíamos escépticos ante los beneficios posibles. Y bueno, agregaba don Federico que ese era uno de los grandes retos para el equipo de Los Pinos: convencer, volver realidad el potencial implícito.

Desde luego que esto no resulta fácil, pues entre más duro trabaje el equipo del presidente, también lo hará la oposición, sobre todo la más radical, la que utiliza el discurso de que todo está muy mal para cimentar sus programas. Y claro, es evidente que México tiene muchos temas pendientes por atender, pero también que cuenta con fortalezas y avances en otros tantos que igual son muy importantes. Hay un balance pues, un vaso que está lleno a la mitad.

Lo escribo porque considero que esto del sospechosismo nos ha hecho bastante daño, porque creo que la sociedad está contaminada de un discurso negativo que pocos dimensionan pero que todos fomentan y difunden. Quizá sea tema cultural y naturaleza del mexicano, pero mire que perjudica bastante, sobre todo por la desinformación con que se descalifica, por la tendencia que se incentiva.

La misma reflexión me llevó al recuerdo de otro texto, a uno publicado por Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda Gutman. En él, los escritores abordaban esto del pesimismo e incredulidad de los mexicanos, y planteaban la tesis de que México requería para poder mejorar su condición como país, la ayuda de dos profesionales: un psicólogo y un mercadólogo.

El primero, para convencernos a nosotros mismos de que no estamos tan mal como creemos, para hacernos ver que contamos con fortalezas y de que no todo lo que hace el gobierno es para perjudicar a la población. Para ayudarnos a comprender que hay matices y que con información y análisis podemos fortalecer nuestro criterio y ayudarnos más a nosotros mismos.

El segundo, para persuadir al mundo de que no somos tan malos como nos vendemos, para lograr que no nos crean todo lo malo que hablamos de nuestro país, de nuestras capacidades. Sin duda es un planteamiento quizá hasta esquizofrénico, pero creo que muy válido dada nuestra cultura del sospechosismo. Sucede que en muchas ocasiones, solemos ser nuestros peores enemigos.

Es evidente que lo sucedió en el aula a este columnista, solo es un simple botón de muestra, pero también lo es que no requerimos de un análisis científico para darnos cuenta de lo comentado, le aseguro que con la pura observación nos alcanza. 

¿Qué nuestro presidente es un gran reformador? Sin duda, ya hizo muchas reformas, más que muchos en mucho tiempo. ¿Qué serán de gran beneficio para México? Eso creemos algunos, pero aún no hay nada tangible, tenemos que esperar. ¿Qué todo está mal en México y nada funciona como debería? Para nada. Hay fortalezas y debilidades, como en todo país. ¿Y qué nos falta para entenderlo? De inicio, creo que información, datos que nos permitan construir criterio y hacer acciones de análisis más objetivas sobre nuestra realidad.

 Y retomo la tesis de los escritores referidos, pues creo que el trabajo del mercadólogo ya se realizó, lo que además nos ahorra los hipotéticos honorarios del profesionista. Ahora la pelota está en la cancha del psicólogo; y bueno, a ver si encontramos uno verdaderamente capaz, porque el paciente no solo está muy enfermo, sino que parece no tener interés en curarse.

 

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.

 

Con gusto recibo sus comentarios en Twitter: @oscar_ahp