El próximo lunes, seguramente amaneceremos con un nuevo presidente electo; esto solamente no podría pasar si se diera el fenómeno conocido como “too close to call”, es decir, un resultado demasiado cerrado para declarar un ganador. Lo anterior se daría debido a lo apretado de las cifras que se presenten en los conteos rápidos de las encuestadoras o en el Programa de Resultados Preliminares (PREP) del INE. Si no sucede esto, el 2 de julio tendremos nuevo presidente para el próximo sexenio.

El próximo lunes, habrá como en toda contienda, vencedores y vencidos, y mucho dependerá de la actitud con que los suspirantes presidenciales acepten o no el resultado de las urnas y qué tanta participación ciudadana respalde esos resultados.

Sin embargo, lo que creo realmente importante, es que independientemente del ganador de las elecciones, mi país es más grande que sus gobernantes, mi México tiene una fortaleza que le hace sacar lo mejor de sus habitantes en tiempos de crisis, y por eso es indispensable que todos los que tenemos la posibilidad de ejercer el voto lo hagamos de forma libre, convencidos con la mano en el corazón de que el voto que estamos emitiendo, es lo que creemos mejor para nuestro México.

En la medida en que nuestra conciencia esté tranquila por el sufragio emitido; en esa medida fortalecemos a nuestras instituciones, fortalecemos nuestra democracia y por supuesto a nuestro país.

Las democracias tienen la característica de que no siempre gana el resultado que parece más previsible y el que ha guiado a las encuestas durante el proceso. Ejemplos recientes como el Brexit en Gran Bretaña o el resultado de las elecciones en Estados Unidos, son reflejo de que la moneda está en el aire en todo momento en un proceso electoral, y que el volado termina hasta que se cierra formalmente la contienda.

Todavía nos falta una larga semana de análisis, reflexión y finalmente de decisión ante las urnas, pero debemos celebrar que vivimos en un país en donde ya se ha dado la alternancia en la silla presidencial y el país sigue vivo, lleno de gente honesta y trabajadora con un gran corazón; corazón con el que deberemos emitir nuestro voto el próximo primero de julio, para que al día siguiente, podamos decir: el verdadero ganador fue la democracia.