Hace días terminé de leer un libro sobre la La Sinfonía n.º 7, Leningrado, de Dmitri Shostakóvich; se compuso en 1941 y el creador la dedicó a la ciudad de Leningrado, en ese momento bajo el asedio del ejército alemán.

No se estrenó en Leningrado, pero después de haber sido tocada en distintas lugares, pudo interpretarse, en 1942, en la ciudad en guerra, por cierto en medio de fuertes ataques de artillería. Se transmitió por radio y mediante altavoces a todos los habitantes. De esa manera, inclusive los agresores nazis pudieron escucharla.

Vale la pena leer el libro de Brian Moynahan (Leningrado. Asedio y sinfonía). En este artículo solo diré que cuando la partitura llegó a la ciudad sitiada, el director de orquesta Karl Eliasberg pensó que era imposible interpretarla: no había músicos suficientes y los pocos disponibles, todos activos en labores bélicas o de rescate, estaban hambrientos, sin fuerza para ensayar. Alguno de ellos prácticamente fue resucitado: ya se le daba por muerto. 

A pesar de las dificultades, Eliasberg interpretó la sinfonía en Leningrado en 1942. Para lograr la hazaña los cañones soviéticos fueron estratégicamente usados para más o menos neutralizar la artillería nazi.

Si los músicos estaban muy debilitados, casi en los huesos, el público también. Por supuesto, no se trató de una gran interpretación, pero elevó la moral de todos en la asediada ciudad.

En 1942 la revista Time dedicó su portada a “El bombero Shostakovich”. Es que el genio de origen judío había servido como bombero voluntario en los inicios de la batalla de Leningrado.

Dmitri Shostakóvich no compuso la famosa sinfonía en su ciudad natal, sino lejos de ahí. Pero lo hizo pensando en los horrores que sufría su gente.

AMLO, el Azteca y la Diosa de la Cumbia

En las guerras el arte y los artistas también combaten, a su manera por supuesto. Lo sabe López Obrador, que será presidente de México, y por esa razón concluirá su campaña electoral en el Estadio Azteca, donde además de los tradicionales discursos habrá una fiesta musical.

La izquierda culta y aun exquisita que tanto ha apoyado a AMLO, está molesta por el escenario —un estadio de futbol que también se usa para conciertos populares masivos— y por la calidad de las estrellas que el propio Andrés Manuel ha anunciado que cantarán, Belinda y Margarita La Diosa de la Cumbia.

No tendría sentido, en el cierre de campaña de AMLO, invitar a músicos cultos: la gente se aburriría.

Si estamos tan mal como sociedad se debe en gran medida a que no solo ha fracasado el sistema educativo mexicano, sino al abandono en el que se encuentran actividades superiores como la ciencia y la música culta.

Es nuestra realidad, la que debemos cambiar. De ese diagnóstico debemos partir si vamos a mejorar las cosas.

El hecho es que estamos en guerra y vamos perdiendo. Ayer nos enteramos de que los huachicoleros de Puebla asesinaron a seis policías. A diario leemos noticias de ese tipo y más terribles. No vivimos la batalla de Leningrado, pero la seguridad pública, como casi todo, ha empeorado en México y cada día nos acercamos más a la catástrofe total.

Los ciudadanos han apostado, esta vez, por un gobierno de izquierda para salir de la crisis. Las encuestas han dejado de mentir: López Obrador será presidente de México, pero nada le va a resultar sencillo.

AMLO tendrá dos momentos de fiesta antes de empezar a padecer la pesadilla de gobernar un país hoy por hoy ingobernable: la del Estadio Azteca, días antes de las elecciones, y la que disfrutará en cuanto el INE lo declare ganador.

Cantantes populares como La Diosa de la Cumbia jugarán un papel fundamental en tales fiestas. Quienes asistan al Estadio Azteca tendrán que aplaudirle, a ella y a Belinda. Y ojalá Beatriz Gutiérrez, la querida esposa de Andrés, cante también. No es profesional, pero lo ha hecho en algunos videos de internet. Deseo que ella se anime a hacerlo en el estadio en el que, en 2026, se inaugurará el Mundial de Futbol.

El futbol, en estos días, también puede elevarnos la moral. Lo dijo Jorge Valdano: “Es lo más importante entre las cosas menos importantes”.

Mañana México jugará con Alemania en el Mundial de Rusia. ¿Podemos ganar? De poder, se puede, pero lo realista es esperar una derrota, tal vez por goleada.

Un día antes del juego, nuestras ciudades están llenas de banderas y de camisetas verdes. En mi familia trabajamos para preparar a los más pequeños, mis nietos, para no desanimarse si perdemos.

Lo relevante es que hay amor por México. No hablo de nacionalismo estúpido, sino de fe en la sociedad derrotada en la que vivimos.

Hay esperanza, como lo prueba el hecho de que seamos capaces de sacar las banderas por un juego de futbol, son las mismas banderas que ondearán en el Azteca en la fiesta del que hizo la mejor campaña electoral y las que le acompañarán cuando empiece a gobernar.

¿Que deberemos ser críticos del próximo presidente? Pues sí, habrá tiempo de sobra para eso. Hoy, es momento de pensar en qué carajos podemos hacer, unidos, por la patria nuestra que ya no resiste más.