El gorgojo en el banco

Empiezo con una vieja historia de banqueros, escrita por Plauto en El Gorgojo o El Curculio. Cito a una página de internet de crítica de libros:

“Un distinguido joven de Epidauro, Fédromo, está perdidamente enamorado de la bella Planesio, que es, por desgracia, propiedad del rufián Capadocio. Fédromo necesita dinero para liberar a su amada, por lo que ha enviado a un gorrón que está a su servicio, Gorgojo, para conseguir el dinero. Allí le birla en el juego el anillo al militar rival de su patrono, escribe una carta y la sella con él. Licón, el banquero, reconoce el sello del militar y le entrega el dinero al rufián para que deje ir a la muchacha. El militar lleva a los tribunales a Licón y al rufián. Al descubrirse que la muchacha de la que estaba enamorado es su hermana, accede a los ruegos de Fédromo y se la da por esposa”.

Es una buena historia útil solo para empezar a entender. Es que, ni hablar, en todos los análisis sobre esa obra de Plauto se describe a Licón, el banquero, como “tacaño y usurero”. Wikipedia, por ejemplo, dice de él que es al mismo tiempo “deudor moroso y acreedor sin entrañas”.

La justicia que no existe en el sistema bancario

Siempre han sido así los banqueros: miserables. Pero, ni hablar, tienen poder y por lo mismo cuentan con defensores de sobra. Este martes, en El Heraldo de México, mi amigo Carlos Mota dice que las comisiones que cobran los bancos mexicanos son “justas”. Y no, Carlos no bromea. Es evidente que entiende poco y mal acerca de lo que es la justicia, pero eso lo ha dicho en serio y sin mayor interés que el de defender por pura simpatía a esos seres infames llamados banqueros que en nuestro país, por el tema de las comisiones, actúan como bandidos. Mota los ve como piezas fundamentales para el desarrollo equilibrado del sistema económico. Y tal vez lo sean, pero abusan, vaya que abusan.

No encuentro ningún tipo de justicia en lo que, por ejemplo, hace Bancomer con los servicios que me presta, que son caros y malos. Por lo tanto, representan un robo o, de plano, me siento robado cada vez que utilizo tarjetas para cualquier cosa, lo que no solo me cuesta dinero, sino que a veces ni siquiera puedo hacer no por falta de fondos en mi cuenta, sino porque a sus sistemas de cómputo —por no decir supuesta "seguridad" que no protege nunca al cuentahabiente— nomás no se le pega la gana que yo lo haga.

BBVA Bancomer

Soy cliente de BBVA Bancomer. De algún otro banco, también. Pero hoy tengo el deseo —motivado por tantas malas experiencias— de hablar de ese banco, que hace muchos años solo tenía un nombre, el segundo. En efecto, cuando era un banco mexicano se llamaba Bancomer a secas. Se convirtió en una institución bancaria española cuando fue adquirido por BBVA, que si no me equivoco significa Banco Bilbao Vizcaya Argentaria. 

Es “Banco de Bilbao”, porque nació en esa ciudad española, en 1857, creo. Muchos años después se fusionó con Banco de Vizcaya, otra vieja institución bancaria también con sede en Bilbao. Ya fusionados adoptaron la marca BBV. Le agregaron la A cuando adquirieron Argentaria, un banco público privatizado en los noventa.

BBVA ha comprado bancos por todas partes. En México se quedó con Bancomer y, carajo, gana en nuestro país más dinero que en cualquier otro lugar del mundo en el que opera. Sus beneficios se basan especialmente en el cobro de comisiones brutalmente injustas para sus clientes, a los que, para colmo, da un pésimo servicio. Doy fe de ello.

Bancomer nació como Banco de Comercio en 1932, por cierto el día de mi cumpleaños, 15 de octubre. Desde luego, yo no había nacido ese año: vine al mundo 24 años después. Recuerdo, en mi adolescencia, que el Banco de Comercio era muy importante y respetable y, ciertamente, nadie lo acusaba de abusivo. Era el banco que utilizaban mi padre y mi madre que empezaban a consolidar algunos pequeños establecimientos comerciales.

No recuerdo cuándo el Banco de Comercio pasó a llamarse Bancomer, pero creo que así, como Bancomer, fue nacionalizado por López Portillo.

Cuando lo privatizaron, Bancomer tuvo la mala fortuna de que sus nuevos propietarios, la familia Garza Lagüera de Monterrey —encabezada por José Antonio El Diablo Fernández— fueran pésimos administradores. Nada que ver con Manuel Espinosa Yglesias, que sí sabía cómo operar un negocio tan complejo. Así las cosas, tales empresarios regios no pudieron con el banco y lo vendieron, a los españoles del BBVA.

La familia Garza Lagüera, en especial El Diablo Fernández, con esa decisión nos provocaron a los pequeños ahorradores mexicanos serios problemas, ya que nos dejaron en manos de banqueros españoles que, como el de la obra de Plauto, son gente usurera y sin entrañas.

Las comisiones

Como se sabe, los clientes de la banca en México tenemos que enfrentar las altas tasas de interés que cobran las instituciones financieras, además de estar obligados a pagar las elevadas comisiones con las que supone sus defensores se cubren con toda justicia los costos directos y los gastos administrativos de los productos financieros otorgados. 

El problema es que los usuarios pagamos de más. Es decir, qué justicia ni que ocho cuartos. Sigo escandalizado por la falta de entendimiento del columnista Mota, adorador del los mercados, acerca de los conceptos más elementales de la ética y del derecho. Porque el abuso no es justo, el abuso es un delito y debe sancionarse y corregirse.

Actualmente en el país existen 35 conceptos de comisión que se traducen, en la práctica, en 5 mil 310 comisiones en el sector bancario.

Los bancos en México cobran comisiones muy altas a sus clientes por sus servicios. Como casi todos son extranjeros, hay que comparar tales comisiones con las existentes en sus países de origen. Llegamos así al triste diagnóstico de que sus cobros son exagerados y hasta podríamos decir abusivos comparados con lo que pagan los usuarios de los bancos en otros países.

Según el actual titular de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Mario Di Costanzo, el año pasado, los ingresos de los bancos en México por el cobro de comisiones fueron del orden de 108 mil millones de pesos. Demasiado dinero porque hay productos bancarios que ni siquiera debería tener comisión.

La Condusef también reveló que las comisiones cobradas en México por bancos internacionales son hasta 19 por ciento más altas que en sus países sedes.

El CAT o Costo Anual Total es un indicador que marca el costo del crédito y se calcula con base en la tasa de interés que cobra la institución financiera, comisiones por apertura, investigación, administración, riesgos financieros y seguros, que puede encarecer el costo del crédito.

Las bancos cobran comisiones por todo, por las tarjetas de crédito, por los créditos hipotecarios, por las tarjetas de débito, por los depósitos…

BBVA Bancomer es el banco más grande del país y una de las entidades financieras con las más altas tasas de interés y comisiones. Un estudio realizado por El Economista arrojó que las tarjetas con más alto costo sumando la tasa de interés y las comisiones fueron las de este banco de origen hispano.

En lo que se refiere a la tarjeta de débito de BBVA Bancomer, que es la más utilizada por la gente de menores ingresos, las comisiones también son muy altas, a saber: 410 pesos por manejo de cuenta y 125 por reposición de la tarjeta por robo y extravió.

Los créditos hipotecarios de Bancomer igualmente son de los más altos, cobran por gastos de aprobación 672.41 + IVA, avalúo bancario, comisión por autorización del crédito diferido del 0.15 al 0.25 al millar, tasa de interés fija del 10.75 al 14.00 por ciento, siendo el CAT promedio del 14.6 por ciento al 16.5 por ciento, uno de los más altas del mercado.

El robo

En fin, quizá no exageraba aquel que dijo lo de “dale a un hombre un arma y robará un banco, dale un banco y robará el mundo entero”. No sé si Bancomer robe a todo el mundo, pero vaya que abusa de sus clientes en México.

Y conste, no estoy apoyando la tontería del senador Ricardo Monreal que metió ruido en la economía al prometer cambiar, sin mayor negociación, una situación que definitivamente no es justa. Es decir, entiendo que el poder político no debe pelear a tontas y a locas contra los grandes delincuentes: ni contra los narcos ni, tampoco, contra los más peligrosos de todos los rufianes, los banqueros.

El gobierno electo, el del presidente López Obrador, tendrá que operar con prudencia —no a la Monreal— y definitivamente con firmeza para hacer posible que la situación cambie para bien.

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