Definir el concepto de paz ha sido tradicionalmente una fuente de debate. Diversos teóricos la han definido como la ausencia de conflicto, mientras que otros la han declarado meramente inexistente. A mi parecer, si la paz existe o no es relativo, y concierne meramente a un equilibrio de intereses.

En todo conflicto, el común denominador puede ser identificado como ?dos verdades? que intentan imponerse la una a la otra. Así pues, la que uno considere como ?verdadera? depende de la perspectiva, de los valores, y del contexto con que se cuente en el momento del suceso. ?No hay verdades absolutas?- decía Platón. Mientras que por el otro lado, la victoria estará ligada al uso de la táctica, de la estrategia, de la fuerza, y sobre todo de su ?legitimidad?, en un sentido que podría determinarse como Weberiano. La decisión del Presidente Enrique Peña Nieto con respecto a la reincorporación de México a las misiones de paz de la Organización de las Naciones Unidas, es sin duda un gran intento por reposicionar a nuestro país en el ámbito internacional, que a su vez también conlleva muchas responsabilidades. Sobre todo cuando se trata del sentido de la paz.

 

En la actualidad, las situaciones de conflicto en el mundo se han recrudecido y ya no se limitan necesariamente a conflictos entre Estados. A los esquemas tradicionales de conflicto se agregan cuestiones que se desarrollan al interior de los Estados y que requieren la atención de la comunidad internacional. En esta situación se encuentran los conflictos interétnicos, la exacerbación de los nacionalismos y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario.

 Nuestro país, ha generalmente optado por mantener un perfil discreto en cuanto a política exterior. En su historia solamente ha intervenido en tres misiones de paz, siendo la última en El Salvador durante el periodo de 1992-1993 que concluyó con la firma del Acuerdo del Castillo de Chapultepec entre el gobierno Salvadoreño y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). La participación de México estuvo dirigida a cooperar con las policías nacionales en el establecimiento del orden público, así como a dar asesoría para el establecimiento de una nueva policía civil. A partir de entonces, los ojos de la nación se han volteado a ?misiones de paz internas? directamente relacionadas con desastres naturales y el crimen organizado.  Siendo esto último el detonante de una Guerra que ha mantenido al ejército activo, de una manera que tal vez no lo hacía desde la Segunda Guerra Mundial. Con un saldo de aproximadamente 90,000 vidas que se han perdido desde el 2007.

 

El discurso pronunciado por el Presidente Enrique Peña el pasado miércoles en la Asamblea General de la ONU,  perfila al país como un actor con responsabilidad global y va de la mano con el Plan Nacional de Desarrollo. Se habla entre líneas de un México que ha decidido pasar de la táctica a la estrategia con miras a obtener una mayor visibilidad y disposición en el entorno geopolítico de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe. Un área geográficamente correcta para que México ejerza su influencia, y una actitud indicada para ganar credibilidad. La sustitución de percepciones como ?Estado fallido?, violento, dividido, cuna de cárteles, por el de ?un actor globalmente responsable? es sin duda un acierto que puede repercutir de una manera favorable en nuestro desarrollo. Sin embargo, hay dos cuestiones que a mi parecer no deben ser obviadas. La primera corresponde a lo geopolíticamente necesario para dar este paso, y la segunda a las responsabilidades que esto conlleva.

En materia de geopolítica, se puede hablar de estrategia cuando se cuenta con un espacio propio, en este caso el territorio, que pueda servir como base para generar las relaciones con el exterior. Se habla del punto de origen que permite calcular y trazar la directriz que seguirán las relaciones poder entre las entidades involucradas. Mientras que la táctica se refiere a la serie de reacciones que se emplean cuando aún no se ha logrado una victoria sobre el espacio. No se cuenta con una plataforma que permita proyectar la fuerza hacia el exterior.  Esto se ilustra muy bien durante el periodo de la administración de Felipe Calderón, en donde la confrontación territorial entre el gobierno y las fuerzas del crimen organizado tuvo tal impacto que se llegó a hablar de un ?Estado fallido? que reflejaba un control territorial fragmentado. Las buenas intenciones de Calderón se remitían a la táctica.

Ahora bien, partiendo desde lo dicho en la XXXVI Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, en los primeros siete meses de este año han ocurrido 27.8% menos homicidios dolosos que en el mismo periodo del año 2012. La violencia ha numéricamente disminuido. No obstante, aún quedan focos rojos. Lo ocurrido en Michoacán, Tamaulipas, o el asesinato del Diputado Federal Gabriel Gómez Michel aún nos hablan de situaciones internas que se deben solucionar. No se puede pelear en dos frentes. Observemos la experiencia de los Rusos cuando en 1917 tuvieron que abstenerse de ?arreglar al mundo?, por cuestiones internas. Ansío ver a mi país con una imagen y un peso renovados en la arena internacional, que conlleven a un desarrollo capaz de transformar favorablemente nuestra realidad nacional, pero antes tiene que ser verdaderamente posible dar el paso de la táctica a la estrategia.

Por otro lado, una mayor proyección de México en el extranjero implica mayores responsabilidades y consecuencias. Se habla de una participación en línea con acciones de índole humanitaria en donde a mi parecer la sensatez y la prudencia deben predominar sobre conflictos que no le atañen. México debe apegarse al sentido puro de la paz y la justicia que culmine en beneficio no sólo de algunos pueblos, sino de la humanidad en su total. Debe luchar por una visión propia que no se aleje de la normativa nacional y que no caiga al servicio de intereses ajenos. México quiere y puede hacerlo bien, sólo debe de mantener su identidad siempre presente.

La paz es un prerrequisito indispensable para el desarrollo y evolución de los pueblos. Su ausencia denota una falta conciliación y un desequilibrio de intereses en las construcciones nacionales e internacionales que frenan cualquier posibilidad de progreso. Al perfilarse como un actor de responsabilidad global, México realiza un gran esfuerzo por recalibrar su percepción internacional. Aspira a una mayor credibilidad, que sin duda puede lograr si se conduce de manera correcta.

Nuestro país no debe olvidar su contexto interno. A la vez que debe optar por prestarse al servicio de la paz verdadera y no a la imposición de intereses y realidades mediante la fuerza, puesto que ahora será globalmente responsable. El sentido de la paz con el que debe actuar, debe apegarse a un entendimiento real de los conflictos que lo alejen de la repetición de discursos ajenos. México debe ser aliado de la justicia antes que nada y de esa manera cimentar el nuevo status al que aspira en el sistema internacional. Es de esta manera, que nuestros logros no sólo serán internacionales, sino también nacionales, y podrán verse reflejados en una arquitectura nacional capaz de emanar la credibilidad necesaria para impulsar el desarrollo anhelado.