Al inicio del 2011, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo (CDHEH), presentó un informe en cuanto a las condiciones que prevalecían en los diferentes centros penitenciarios de la entidad; según lo visitadores, siete se encontraban en mal estado, nueve en condiciones aceptables y solo dos podían ser considerados como que tenían un correcto funcionamiento.

El diagnóstico incluía la recomendación de cerrar al menos cinco de las cárceles distritales y advertía de una sobrepoblación del 11.16 por ciento, retraso en el otorgamiento de beneficios legales como lo es la preliberación, el hacinamiento, cobros indebidos entre internos, la falta de medicamentos y servicios médicos, como irregularidades graves. De aquel informe a la fecha han transcurrido 15 meses, en los que la situación se ha transformado, se habla de una difícil situación actual, violaciones a derechos humanos de las reclusas, se han registrado fugas, las cárceles distritales continúan funcionando, la sobrepoblación crece, cada día es mucho mayor el número de reclusos por delitos federales, los reos son cada vez de mayor peligrosidad y en los primeros meses de este 2012, se llegaron a realizar cateos en los que se encontraron drogas, armas, teléfonos y aparatos diversos que revelaban los privilegios para algunos.

El asunto es serio, porque el estado destina más recursos al sostenimiento de los presos que lo que se gasta en desarrollo agropecuario y ni siquiera por ello se tiene garantizado el control de los penales o la seguridad interna, como se evidenció hace poco más de una semana, cuando una riña colectiva se suscitó al interior de la cárcel de Pachuca dejando a varios internos heridos, tres de ellos trasladados de gravedad al Hospital General, sin que los custodios y celadores al mando de Felipe Fuentes Sánchez, jefe de custodia del CERESO pudieran controlar el asunto, al menos no por si mismos.

A principios de este año, el número de internos llegó a los 3 mil 130 reclusos en todo el estado con lo que la sobrepoblación alcanzó el 18.9 por ciento, es decir 7.8 más que un año antes. Hoy los problemas que se diagnosticaron hace más de un año, ya han evolucionado y se afirma que ahora son de autogobiernos, violencia, tráfico de drogas y corrupción, pero “moderados”. Y no es que se tenga el deseo de que ocurran cosas malas, pero al menos en este espacio se ha advertido que no está lejos el día en el que ocurra un motín, un homicidio o se multipliquen las fugas, pero es algo que resulta inocultable, que las cárceles ya no tienen suficiente seguridad y que se está perdiendo el control de los mismos.

Es cierto que no se ha llegado a situaciones como las que ocurren en cárceles de Apodaca, Nuevo León; Altamira, Tamaulipas o Ciudad Juárez, Chihuahua, donde en los últimos 15 meses se han producido masacres entre los mismos internos; pero las autoridades penitenciarias de Hidalgo, no pueden ni deben esperarse a que se les vaya en absoluto el control de las manos para entonces si querer imponer el orden. Ya en abril de 1988 la cárcel de Pachuca fue escenario de una gran tragedia que costó la vida al entonces directos y a cuatro internos. Es una historia que no se debe repetir y que conste, que las autoridades aún están a tiempo. La mañana de este miércoles 2 de mayo se frustró otro intento de fuga, ninguno de esos hechos debe ignorarse.