Cuando el cadete Douglas McArthur se preparaba en la academia militar de West Point se cayó al resbalarse porque estaba lloviendo. Iba en camino a reportarse con su superior. Este último, al ver el aspecto físico del estudiante, le preguntó porque estaba tan desaseado. McArthur le dijo el porqué y su superior solo reiteró la pregunta. El cadete volvió a contestar lo mismo. Su superior lo recriminó y le dijo que no había excusas o pretextos para llegar sucio. Le dijo que la culpa era solo de McArthur por no haber tenido el cuidado necesario.<br>

Anécdota norteamericana

Se nos cayó el sistema. Otra vez

A López Obrador no le gusta asumir responsabilidades. Domina el arte de esquivarlas. El mejor ejemplo ha sido el tema de salud; ha dicho que “él solo hace lo que le instruyen los expertos” (entiéndase López-Gatell y Alcocer).

Sin embargo, frente al asunto de la caída del sistema eléctrico y por lo que se refiere a la figura de Bartlett, el presidente decidió absorber la titularidad de todas las decisiones (claro, sin reconocer culpabilidad alguna).

¿La diferencia en el estilo se deberá a que ahora se trata de algo relativo a su interés consentido: el sector energético? ¿O se tratará de algo más mundano lo que obliga a AMLO a defender al director de la CFE?

La administración de la simulación

Ya se sabía, aunque quizá no hasta qué grado.

Así, en un acto sin precedentes, en lugar de aceptar los errores (de corte administrativo) y tratar de corregirlos (fortalecer la red de transmisión), solo se nos ofrecieron excusas, falsedades e incluso se llegó a la falsificación de papeles oficiales.

El 23% del territorio nacional se quedó sin energía eléctrica y, ante ello, se inventó una quemazón de pastizales en Tamaulipas y se culpó a dicha falsedad del corte energético.

Quien dirige la CFE dio una conferencia mediático-política, en lugar de haber dado las razones técnicas y la exposición de soluciones al problema para que estas interrupciones en el suministro eléctrico no vuelvan a ocurrir.

Pero hay más. Horas más tarde, en un afán por desviar la atención, el presidente López Obrador decidió hacer de este problema un asunto de corte ideológico (incluyendo en la trama a sus villanos favoritos: Salinas, Claudio X, Calderón, Iberdrola y Reforma). Nada más alejado de la realidad. Y no es que dichos personajes merezcan ser defendidos —quizá son culpables de tragedias nacionales—, pero no son los responsables de este apagón.

El no asumir responsabilidades

Bartlett olvidó la máxima de que el hecho de ser director de una empresa (de clase mundial, dicen) significa constituirse como el responsable de lograr mayores beneficios para la misma y para los usuarios. De igual forma, cuando hay errores, el encargado debe hacerse responsable de afrontar el problema en lugar de idear pretextos.

Pero lo que sucede es que Bartlett sabe —y mucho— de política y grillas, pero poco o nada de la forma en que funcionan los procesos de la electricidad. En su afán de sacar a los productores privados del medio, y creyendo que con eso se logra la soberanía energética, ha dejado de lado la mejora y actualización de la CFE.

Prefirió vapulear a la iniciativa privada, desestimar las energías limpias, usar carbón y combustóleo para producir electricidad y dejar en el camino muchas de los procedimientos necesarios para mantener la red produciendo y transmitiendo energía.

El problema se llama Manuel Bartlett

De esta forma, el actual problema de la CFE no es el apagón. El mayor escollo que enfrenta la empresa es su cabeza, quien con sus malas decisiones no solo ha desmantelando a la Comisión sino que también está lastimando a millones de personas que sufren los apagones, empresas que pierden ingresos, sin olvidar a todos quienes sufrimos un aire más contaminado, gracias a la quema de los combustibles fósiles antes comentados para producir energía eléctrica.

Y ni Bartlett ni el presidente López Obrador parecen comprender que se trata de una dificultad inherente al suministro de electricidad lo que derivó en el apagón.

Comprar la bronca

La actitud de López Obrador fue comprar toda la bronca de su subordinado y llevarla a Palacio Nacional. Nos recuerda a Peña Nieto cuando dijo: “no te preocupes Rosario”.

Es el momento en que como ejecutivo federal debería proceder a poner al frente de la CFE a alguien que sepa y pueda sacar a la empresa del lío en que está metida (con inversiones privadas y con soluciones plausibles menos contaminantes).

De mantenerlo en su puesto, en cambio, habrá preguntas que sonarán cada vez más fuerte: ¿Qué le debe López Obrador a Bartlett que lo defiende tanto? ¿Por qué no lo remueve ni después de los escándalos de su hijo, ni con sus 23 casas y riquezas inexplicables, ni con todos los errores cometidos al frente de CFE? Las preguntas solo se acumulan.