No me interesa el más reciente escándalo del joven Samuel García como simple anécdota porque los lectores ya estarán bastante bien informados al respecto, pero sobre todo porque me quedaría en la superficie de un problema que, en el fondo, es más grave de lo que parece. Digo esto porque más allá de la superficie o el machismo recalcitrante de este joven subyacen algunos aspectos de su conducta que me resultan muy preocupantes una vez que considero la actual posición de este joven en la vida civil de nuestro país.

Lo que más me preocupa es ver la facilidad con la que este joven desprecia la dignidad humana. Vaya que fue prolijo en esto porque dos veces incurrió en esta acción en este suceso. Su primera acción de desprecio a la dignidad humana está en su machismo perseverante contra su propia esposa. Es por esto que la asume solo como un medio o como una cosa de su propiedad que puede controlar caprichosamente para cumplir sus fines y hasta insultarla llamándola con palabras bastante denigrantes. Su segunda acción de desprecio a la dignidad humana está en eso de transferir sus propias culpas a personas inocentes, con lo cual deja claro que asume a esas personas como cosas o medios a disposición de su voluntad caprichosa. Y por supuesto que tenemos que atribuir estas actitudes irracionales del joven a que posee una razón perezosa y no tiene suficiente fuerza moral.

Una vez que se detonó la indignación del público por la acción ofensiva del joven Samuel contra su propia esposa, éste publicó un video de humillación donde nos dice que está muy arrepentido y donde manifestó los deseos absurdos y las emociones desordenadas que suelen ir ligados a esta condición de fracaso. Nos dijo que está avergonzado y contrito, que experimenta un gran dolor, y que tienen el deseo vehemente de no haber hecho lo que hizo. A tal grado llevó su humillación que se convirtió en renegado de sí mismo al decir que está harto de ser como es. Y nos dijo también que ya tiene un propósito de enmienda, pero aclaró que necesita ayuda de sus amigas de partido para enmendar porque nadie lo enseñó a ser feminista.

Por lo que a mí respecta, el arrepentimiento del joven Samuel García no es sincero y no tiene un propósito de enmienda auténtico. Mi opinión es que su acto de humillación pública es solo una nueva tentativa para manipular al público, pero esta vez apuntada a tratar de aliviar el descalabro político que ha sufrido. Sin embargo, al menos para los que no nos chupamos el dedo, es tentativa fallida porque solo ha logrado poner a la luz algunos de los aspectos más sombríos de su personalidad. Explico esto enseguida.

El hombre y todas sus acciones están sujetos a un esquema de relación causal y a la estructura del tiempo. Es por esto que los hechos del pasado pueden influir en nosotros conductualmente, pero nosotros no podemos influir en los hechos del pasado. A este respecto decía Aristóteles en su "Ética nicomaquea" lo siguiente: "Nada que haya ocurrido es objeto de elección…nadie delibera sobre lo pasado, sino sobre lo futuro y posible, y lo pasado no puede no haber sucedido.” En palabras llanas, lo hecho, hecho está y no podemos cambiarlo ni cancelarlo.

No es sino por lo anterior que los grandes filósofos racionalistas que se han ocupado del arrepentimiento coinciden en afirmar que es un comportamiento irracional y una muestra de debilidad de carácter. Lo irracional del arrepentimiento radica en que se trata de un deseo absurdo porque apetece un imposible: revertir la relación causal y el tiempo. A su vez, las afecciones que suelen acompañar al arrepentimiento, como el dolor y la tristeza, producen un retraimiento de la voluntad de persistencia, lo cual es signo de falta de firmeza o debilidad de carácter. Me permito citar lo que dice a este respecto el filósofo Espinosa en su Ética, y quien creo es el que mejor ha tratado este tema: "El arrepentimiento no es virtud, o sea, no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que he hecho es dos veces miserable o impotente."

El joven Samuel es ejemplo de lo dicho hasta aquí. Se dice arrepentido y pesaroso por lo que hizo. Ahí tiene usted a su pasado influyendo emocionalmente en él. Con su presunto arrepentimiento está deseando que sus malas acciones no hayan ocurrido, pero es un deseo irracional porque es imposible cambiar su pasado. Y por supuesto que su presunto dolor se debe a que está atrapado en un deseo imposible, una ficción o fantasía que jamás se podrá cumplir. Impotencia por doble partida, hasta el momento.

En nuestra tradición cultural existe una creencia muy arraigada que considera al arrepentimiento como una virtud imprescindible y digna de elogio por sí misma. Esta creencia tiene su origen en la doctrina cristiana y se fundamenta en la creencia de que el arrepentimiento es virtud solo porque constituye un rechazo o reprobación de nuestras malas acciones en el pasado. Comento esto porque habrá algunos que consideren que el acto de humillación pública del joven Samuel es una virtud elogiable y un progreso moral. Sin embargo, quienes estuvieran pensando así están equivocados por la siguiente razón.

El arrepentimiento del joven Samuel no es una virtud y no constituye algún progreso moral porque nada hay en él que haga cambiar el pasado y el presente, sobre todo en el campo moral. Lo único que cambió con su arrepentimiento es su opinión con respecto a sus faltas el pasado, y siempre y cuando se haya tratado de un acto sincero. Pero este cambio de opinión es un fenómeno exclusivamente psicológico, no moral, y que ni siquiera presupone arrepentimiento. Con esto último quiero decir que el joven Samuel pudo cambiar de opinión o tomar conciencia de sus errores sin necesidad de arrepentirse y montar un acto de humillación pública.

Hemos llegado así a una gran verdad que ya visionaba el estoico Séneca en su obra "De Beneficiis": "El sabio no se arrepienten nunca de sus actos." En efecto, mientras una persona se guíe por el dictamen de la razón no ha de requerir del arrepentimiento. Esto es así porque no cometerá errores deliberados, y si hubiese realizado acciones en el pasado que hoy considera erróneas, las comprendería como inevitables en el contexto pretérito en que ocurrieron para luego corregir según razón y evitar dichos errores en lo sucesivo. Y para lograr esto la persona también necesita fuerza moral y firmeza de carácter, pero no requiere del arrepentimiento y sus emociones ligadas: vergüenza, remordimiento y dolor. Porque después de todo, si esa persona se ha de ajustar a la razón, ¿no es contradictorio que se deje atormentar con un deseo irracional y absurdo como el arrepentimiento?

Siendo así, ¿por qué el joven Samuel García montó un acto de arrepentimiento y humillación pública? Bueno, solo hay dos posibles explicaciones para esto. Tal vez está buscando apaciguar su conciencia, y siempre y cuando sea sincero. O tal vez habrá tratado de aparecer como virtuoso y en progreso moral, mas no sé si esto lo hizo porque también es víctima del prejuicio de nuestra cultura sobre el arrepentimiento o porque se quiere servir de ese prejuicio en las personas para su provecho.

Algunos podrían pensar que he sido muy riguroso con el arrepentimiento y, por consecuencia, con el joven Samuel García. Estarán pensando algo como lo siguiente: ¿No acaso algunos hombres mejoran su conducta gracias al arrepentimiento? Algo hay de razón en esto con respecto al arrepentimiento, pero no creo que en el caso del joven Samuel.

Sabemos que la condición humana real dista mucho del ideal del hombre racional, puesto que sabemos que las personas rara vez se guían por la razón y, cuando lo hacen, no es de forma rigurosa, y por lo cual son muy propensas al error. De ahí la gran verdad contenida en aquella máxima de Cicerón: "De humanos es errar y de necios permanecer en el error." Es esta realidad de la condición humana la que nos impide condenar por completo al arrepentimiento en tanto sí tiene alguna utilidad didáctica. Su utilidad, al menos para los que raramente se guían por la razón, estriba en que los puede inclinar al gobierno de la razón y luego a evitar en lo sucesivo los errores que han cometido y de los cuales se arrepienten. En otras palabras, el arrepentimiento puede ser útil como refuerzo negativo y doloroso en un proceso de aprendizaje por ensayo y error para los que no suelen guiarse por la razón y sobre todo para los necios a los que se refiere Cicerón.

Los filósofos racionalistas a los que me referido suelen reconocerle esa utilidad didáctica al arrepentimiento una vez que relajan su idealismo para hacer concesiones a la realidad. Así lo hace el filósofo Espinosa en su "Ética" en el siguiente tenor: "Como los hombres rara vez viven según el dictamen de la razón, estos dos afectos, a saber, la humildad y el arrepentimiento, y además de ellos, la esperanza y el miedo, traen más utilidad que daño…pues de hecho, quienes están sometidos a estos afectos, pueden ser conducidos con mayor facilidad que los demás a que vivan finalmente bajo la guía de la razón."

Pero es preciso advertir que la utilidad didáctica del arrepentimiento no está garantizada. Esa utilidad depende de la existencia de un verdadero proyecto de enmienda, que es algo que está por verse en el futuro, y siempre y cuando sea sincero. Porque si el arrepentimiento no es sincero, entonces pierde toda utilidad moral y queda reducido a una de dos opciones: o se trata de una simple ficción o fantasía apuntada a apaciguar la conciencia del arrepentido; o es una acción farisaica, hipócrita y maligna dirigida a manipular a los otros, especialmente a los ofendidos por los actos del falso arrepentido.

Creo que el acto de arrepentimiento del joven Samuel no es sincero. Creo esto porque nos miente y se rehúsa a cargar con sus culpas. Vayamos primero a la mentira.

En su vídeo de humillación pública este joven nos dijo que sus errores se deben a que nadie le enseñó a ser feminista. Pero esto es una mentira. Para respetar a las mujeres nadie necesita ser adoctrinado pasivamente en una ideología como el feminismo, solo necesita querer saber, pensar por su cuenta y tener fuerza moral.

Existe la siguiente regla universal del comportamiento humano: "No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti." No es una regla para iniciados, todos tenemos noticia de ella porque nos la han inculcado en nuestra educación de infancia y adolescencia en la sociedad doméstica o familia. Y cualquier persona capaz de pensar por su propia cuenta puede reflexionar sobre esa regla para deducir y comprender que todo ser racional es un fin en sí mismo, y que por ello posee un valor intrínseco superior a todo valor artificial, que no permite equivalencia alguna, y al cual llamamos: dignidad, lo cual significa que todo ser racional posee autonomía legislativa y que la moralidad es su condición.

Como el joven Samuel no vivió una infancia el estilo de Tarzán, tenemos que afirmar que conoce esa regla universal. Más razón para afirmar esto si recordamos que fue educado por sus padres machaconamente con la doctrina cristiana y donde la regla universal tiene su equivalente en la siguiente forma bíblica: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Y como el joven Samuel también está dotado de razón, tenemos que concluir que es capaz de conocer y comprender la idea de la dignidad humana, para luego reconocerla y respetarla en sí mismo y en los demás. Sin embargo, la triste realidad del joven Samuel es la que ya conocemos: desprecia la dignidad humana.

Si el joven Samuel García se hubiera puesto razonable y sincero en su acto de humillación pública habría reconocido que su ignorancia patente es una ignorancia culpable, que él es el culpable de su propia ignorancia porque, pudiendo conocer cosas que todo hombre dotado de razón puede conocer, no quiso conocerlas. Pero como ya sabemos, en lugar de ser razonable y sincero optó por la autoindulgencia y la mentira al decir que nadie lo enseñó a ser feminista. Pero una vez aquí, podemos derivar otro problema, y no menor.

Al decir que nadie lo enseñó a ser feminista, tácitamente está transfiriendo de manera ilegítima su propia culpa de ignorancia a los otros que tuvieron el rol de educadores en su vida, y donde los más comprometidos son sus propios padres, y con lo cual llegamos a un acto más de desprecio hacia la dignidad humana. En efecto, al transferir sus culpas a otros inocentes está pasando por encima de la autonomía legislativa - dignidad - de esas personas para cumplir sus deseos.

Creo que queda claro que el arrepentimiento del joven Samuel García no es sincero y se queda en su nivel más ínfimo y miserable donde los móviles solo pueden ser los siguientes: apaciguamiento de conciencia y/o persuasión de gentes.

Sobre el estado de consciencia de este joven no tenemos certezas. No sabemos si está avergonzado y pesaroso o no. Tampoco sabemos la causa de su pesar, de existir. En consecuencia, tampoco sabemos si su acto de humillación pública estaba dirigido a apaciguar su conciencia. Todo eso solo él lo sabe porque es parte de su experiencia interna. Sin embargo, hay datos que permiten inferir el móvil de la persuasión de gentes con buena probabilidad.

Ya sabemos que los comportamientos anómalos de este joven no son una novedad, son de vieja data, y jamás había dado muestras de arrepentimiento, vergüenza y dolor. Duele decirlo, pero su actitud había sido la del insolente y obstinado para el cual su comportamiento es perfecto y donde no hay nada de lo cual arrepentirse. Curiosamente, y subrayo curiosamente, esta dinámica anómala solo paró hasta que los medios de información dejaron de tolerarle y hasta de aplaudirle sus acciones obscenas para someterlo a una feroz crítica. Pero como yo no estoy dispuesto a creer que la razón de este joven sea tan perezosa que no se percate de sus errores durante tanto tiempo, como no estoy dispuesto tampoco a creer que sean tan necio al grado de que solo entiende a golpes, digo que como no estoy dispuesto a creer eso, entonces tengo que concluir que esa secuencia de hechos nos habla de cierto oportunismo en la actuación de este joven. En efecto, él continuó con sus insolencias mientras nadie le puso un límite, y solo hasta que le ponen un límite y se golpea contra él frenó su dinámica insolente y se dice arrepentido.

Así pues, creo que el acto de humillación pública del joven Samuel García solo fue una tentativa farisaica de persuasión que busca tocar y mover en su favor a los demás usando del sentimiento de compasión, y al menos con el móvil de aliviar el descalabro político que ha sufrido. Pero ha sido tentativa fallida donde quedan a la vista algunos aspectos sombríos de su personalidad: razón perezosa, debilidad de carácter, escasa fuerza moral, autoindulgencia y afición a las ficciones. Y es seguramente por esto que suele mostrarse incontinente, a merced de sus instintos y emociones desordenadas.

Es tan precaria su situación, que sobrepasa lo que dijo el filósofo Espinosa sobre los arrepentidos, de tal forma que el joven Samuel es, no dos veces impotente, sino cuatro veces: una vez impotente por haber hecho algo de lo cual se arrepiente; otra vez impotente por dolerse de lo que ha hecho; otra vez impotente por declararse incapaz de enmendar por su cuenta, y otra vez impotente por decirse cansado de sí mismo. Eso se llama fracaso y traición a sí mismo.

Finalmente, si el lector está de acuerdo al menos en lo esencial con lo dicho en este artículo, lo invito a que responda la siguiente pregunta con responsabilidad: si el joven Samuel García se muestra tan incapaz de gobernarse a sí mismo y tan impotente, ¿cree usted que él pueda gobernar a una multitud de seres humanos en una sociedad tan vasta y compleja como la de Nuevo León?

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