Han pasado 15 años desde que dejé la dirección de Radio Nuevo León, el sistema de radiodifusión pública de ese estado, una institución en la que años antes había yo iniciado mi vida profesional. Mi paso por la dirección del Sistema, fue una de las experiencias más instructivas y gratificantes de mi vida. Siempre me he sentido orgullosa de haber podido participar en ese fascinante proyecto que, pese a las muchas limitaciones presupuestales y al entorno poco propicio que lo rodeaba, llegó a convertirse en un referente de lo que es la Radio Pública. Quienes compartimos la memoria de esa experiencia y quienes día a día la viven en las emisoras o desde sus casas tenemos hoy un mal día.

Para información de todos, Radio Nuevo León es un conjunto de nueve estaciones, de las que dos transmiten desde Monterrey y siete están ubicadas en diversos municipios del estado. Cada una a su manera, cumple una función social y comunitaria. Las frecuencias regiomontanas son el 1510 de Amplitud Modulada, y la estación cultural por excelencia, “Opus”, cuya programación hasta ayer se transmitía en el 102.1 de FM.

Opus nació hace más de 30 años, y vino a cubrir un vacío en la cultura radiofónica de Nuevo León. Era un remanso en medio de la jungla de cadenas comerciales en el que los oyentes curiosos y con intereses artísticos podían disfrutar de una programación acorde a su sensibilidad.

Todo esto fue posible gracias al esfuerzo y generosidad de sus colaboradores, al trabajo entusiasta (en muchos casos no remunerado) y a la complicidad de muchas personas que contribuyeron a enriquecer su programación: Músicos, escritores, teatristas, artistas plásticos, promotores culturales. Todos empeñados en hacer una radio de calidad para llevar música, pensamiento, información y cultura para el público. Opus es única, no hay otra. Ese espacio concita los mejores impulsos de la ciudad.

Si de algo hemos de felicitarnos en nuestro tiempo es que, gracias a los medios y a la garantía del estado, si éste sabe estar a la altura de las circunstancias, tenemos acceso libre a una gran diversidad de hechos culturales, que nos permite acomodar la elección a nuestros intereses sin mayores restricciones. Las ondas son libros abiertos en el aire, salas de concierto imaginarias, antros de jazz, aulas, espacios de debate. Ningún foro en Monterrey ha dado cabida a tantas y tan diversas inquietudes y personalidades como ese gran auditorio de ondas llamado Opus. Ha sido también el único medio que apoya la promoción del quehacer de los artistas que tanto tienen que lidiar para promover su trabajo.

Pero ahora, por designio del gobernador Jaime Rodríguez, el Bronco, y sin previo aviso a la audiencia ni a los colaboradores de la estación, se le usurpó a Opus la frecuencia 102.1 confinándola al 1510 de Amplitud Modulada, una frecuencia con importantes deficiencias técnicas que durante años ha sido relegada, aún con una programación interesante, por la falta de inversión en un nuevo transmisor que permita al público una buena recepción.  En la visión del mandatario, Opus es una estación elitista ajena a los verdaderos intereses del pueblo. Su lugar en el cuadrante lo ocupa a partir del 31 de julio una nueva estación de corte “popular” acorde a los criterios culturales y demás predilecciones de Jaime Rodríguez. Radio Libertad se llama el producto, una estación que pretende hacer radio hablada, con música pop en inglés y español, y según se prevé, con programas oficialistas y propaganda gubernamental. El despropósito de asociar al concepto de libertad lo que esa estación ofrece, es de tal magnitud que, por ofensivo, apenas se le nota la farsa. Según esa concepción, el pueblo no es más que un sano consumidor de entretenimiento que le ayude de aligerar el sopor de sus digestiones. Eso es cultura. Lo demás es cosa de élites, de pedantes, no del pueblo. Pero se equivoca Jaime Rodríguez: lo bueno no es elitista, es solo bueno. Y se equivoca el gobernador en su convicción de ser diferente a todos sus precursores y no formar parte del sistema. Sí forma parte del sistema: el mismo que siempre ha mantenido esa gran ciudad de Monterrey y a todo el estado sumidos en el provincianismo.  Quienes hemos nacido, estudiado y trabajado allí sabemos lo difícil que siempre ha sido y sigue siendo desmentir la célebre sentencia de José Vasconcelos sobre los hábitos gastronómico-culturales del norte. Quizá el gobernador tenga algún pensamiento al respecto.

Desde los tiempos de su postulación, el Bronco ha mostrado gran interés en abrirse espacios para promocionar su imagen. En buena medida, a ellos les debe su éxito electoral. Entiende que los medios son difusores de imagen, y por tanto no ha escatimado en recursos para su proyección. Aún recordamos de su campaña algún espectáculo político-verbenero. Él mismo da el tono con su Radio Bronca, Broncocam, toda una patulea de espacios, sitios en internet, emisoras orquestadas por sus gurús de mercadotecnia (“Mercadotecnia de Emociones” qué nombre tan revelador el de la empresa), generosamente pagados, y cuya misión no es otra que crear el personaje que al gobernador le gusta interpretar.

El único proyecto posible para la ciudad y el estado en su conjunto es el que busque situarlo en el mapa de la cultura por derecho propio. Solo quien considera a la ciudadanía acreedora de las más altas aspiraciones le hace justicia y merece a su vez el honor de gobernar. Hasta ayer, Opus cumplió bien con su tarea. Sus pequeñas salas de emisión, con sus micrófonos, sus mamparas acústicas y sus rollos de cinta bastaron para mejorar la vida de muchos nuevoleoneses durante décadas. Algo que la política aún les adeuda.

Una oferta cultural rica, libre, plural y fácilmente accesible por todos debería figurar siempre entre las prioridades de los gobernantes. Los grupos de radio y televisión pública tienen como misión satisfacer esa demanda social sin sujeción a la oferta comercial y a intereses políticos. Para ello deberían estar blindados por un estatuto que los dotara de medios suficientes para realizar su labor garantizando su autonomía y profesionalidad. En países avanzados el conjunto de derechos y deberes de esas empresas, así como los procedimientos para nombrar a sus directivos están regulados por ley y por consejos consultivos. Eso es lo que queremos sin tener que buscarlo en otros mapas.