Ante el evidente avance del fascismo y las huestes ideológicas de la derecha (caracterizada siempre por atacar de manera terrorista las libertades) y ante la pasividad de los pueblos frente a estos ultrajes, la izquierda (tanto institucional como militante) se ha mostrado pasiva, casi cómplice.

Algunas mentes despiertas y movimiento con más fuerza moral (congruencia) que eficacia, como es el caso del EZLN en México, han levantado la voz al respecto. Me parece loable pero insuficiente. Lo anti-sistémico no ha funcionado como alternativa para vencer el sistema actual. La poca credibilidad de las masas frente a las propuestas esencialmente socialistas proviene de la presentación de programas ocurrentes, pero poco probables en cuanto a su implementación.

Algunas mentes institucionales han optado por la senda de la traición. Una vez en el poder, se han olvidado de las luchas originales, de la defensa de los obreros (con énfasis en sus obligaciones), del apoyo al campesino y de los grupos minoritarios. El indigenismo de temporada ha sustituido, en estos sectores, la lucha formal por la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.

¿Cuál es entonces la opción? ¿Rendirnos frente a los quijotescos anarquistas y procurar la aniquilación del Estado? ¿Abrazar con nostalgia los retratos de Emiliano Zapata o del Che Guevara? ¿Seguir con la revolución permanente de Trotsky o impulsar el socialismo en un solo país de Stalin?

Mi deber no es dar respuestas sino presentar el plexo de inquietudes para incitar la reflexión. Una reflexión que no se provoca, es inocua y, por tanto, intrascendente. Existe, me parece, un camino marcado y en el actual contexto mexicano una posibilidad para una revolución imperfecta, quizá provisional, pero más real y cercana que en cualquier otro momento histórico. Me refiero a la Cuarta Transformación como posibilidad de una nueva corriente revolucionaria.

Entiendo cómo debe escucharse una proposición tan atrevida. Sin embargo, consideremos las razones y los orígenes de este movimiento y encontraremos que: 1) Si bien surge de lo institucional, no procura la parafernalia de la burocracia, la tolera con fines administrativos, no de represión o vigilancia; 2) Tiene una resonancia en los movimientos populares y 3) Tiene un líder conocido, identificable y con principios de corte social. En la estética de la revolución se considera importante una imagen para unificar, una figura que cohesione.

Claramente no se puede pensar que la República Amorosa existente sea ya socialista, solamente indico que es un camino que no se aleja del todo de los principios marxistas, aunque tampoco promueva la lucha de clases abiertamente. Hay un bosque sobre el cual debemos transitar, tenemos el material y la posibilidad de indicar por dónde habremos de avanzar. Aprovechemos esta oportunidad que nos da la Historia.

Se acabaron los días de pesimismo. Desde las luchas Magonistas hasta las magisteriales de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, desde las voces ahogadas que promovían la verdadera emancipación y la represión aplastó brutalmente, desde las tiranías que mudos atestiguamos, desde la parálisis de anteriores generaciones frente al avance de la derecha en México y en la hermana América Latina, les exhorto a la acción. Hoy tenemos una disposición de la Fortuna: condiciones para revolucionar un movimiento político. Hagámoslo, juntos y juntas.

Juntos hagamos Historia.