El gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha propuesto eliminar al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y crear otro en su lugar cuyo propósito central es la revaloración y formación del magisterio. Con ello, el presidente cumple una promesa de campaña que hiciera a los líderes sindicales de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

La CNTE, que su fortaleza se encuentra en los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, se opuso violentamente contra cualquier tipo de evaluación del magisterio; no solo la referida a la permanencia sino, también, al ingreso, la promoción y el reconocimiento. Su beligerancia llegó al extremo de abusar públicamente a aquellos maestros que aceptaron, en su momento, ser evaluados: como en la Edad Media, se les expuso públicamente, se burlaron de ellos, los pintaron y les colgaron letreros con consignas vejatorias (ej.: traidor o traidora).

Sin embargo, las leyes que norman todavía la evaluación de los docentes fueron diseñadas y aprobadas por los senadores y diputados (algunos de los cuales son maestros) de las tres fracciones parlamentarias más importantes: PRI, PAN y PRD. En esta nueva legislatura algunos de ellos siguen como diputados o senadores, ya sea porque se cambiaron a MORENA o porque continuaron en su partido de origen. En su nueva posición, ahora critican duramente lo que en su momento aprobaron: evaluar a los docentes con los propósitos antes mencionados y crear a una institución de evaluación educativa autónoma.

Lo increíble de esto es que MORENA atendió el enojo de la CNTE y le facturó su encono al INEE, como una especie de vendetta. Ninguno de los congresistas que aprobó la evaluación docente ha asumido su responsabilidad; la de defender lo que en su momento aprobaron, entre otras cosas la existencia del INEE, al que le dieron autonomía constitucional. Ha sido más fácil quedarse callado y atestiguar silenciosamente el sacrificio de una institución que ha servido al Estado mexicano, desde 2002, evaluando los distintos componentes del Sistema Educativo Mexicano para documentar el estado en que se encuentra la educación del país y para contribuir a la rendición de cuentas que se merecen los ciudadanos. La eliminación del INEE es, en cierta medida, implica un debilitamiento de la muy maltrecha democracia mexicana.

Me parece que muchos congresistas se han ganado a pulso su mala fama y nula simpatía de la sociedad a la que representan. Actúan como veletas que cambian de orientación según el viento político que les sople al oído; siempre velando por sus intereses personales y partidarios, más que por los intereses de la nación.

Recientemente las bancadas de los partidos PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano, de la Cámara de Diputados, se unieron para presentar una iniciativa alterna en materia educativa en la que defienden la existencia del INEE y la evaluación de los docentes con propósitos de ingreso al servicio público de educación. Está por verse que se mantengan firmes y que algunos de ellos no cambien de opinión a última, hora ante la seducción de MORENA, como ha sido su costumbre.

Por ello, creo que más que un centro de valorización del magisterio, el país requiere de uno que forme moralmente y cívicamente a los diputados y senadores mexicanos, para que la sociedad pueda revalorizarlos con base en su desempeño, que ha dejando mucho que desear. El resultado de conservar al INEE como institución autónoma, cuya principal función es la evaluación de la calidad del Sistema Educativo Nacional representa una prueba de “ácido” que deberán aprobar los congresistas de la oposición. Si nos basamos en su comportamiento histórico, será difícil que la superen y el país habrá perdido a una gran institución.