Al escribir la Historia de la Conquista de México finalizando la primera mitad del siglo diecinueve, el historiador bostoniano William H. Prescott destacó como una de sus principales fuentes la Historia Antigua de México, de Veytia.

Obra escrita y editada en la ciudad de Puebla por un vecino de tal localidad, “digno discípulo del estudioso Lorenzo Boturini”, según es calificado por don Fernando Ramírez, un hombre olvidado por completo entre nuestros contemporáneos, como lo es don Mariano Fernández de Echeverría y Veytia.

El nombre de Echeverría y Veytia ha quedado acaso circunscrito a la relación, por demás tardía, de la fundación de la Ciudad de Puebla, en tanto que la incursión en las antigüedades mexicanas, suele atribuirse en exclusiva a la obra escrita en el exilio y la lengua italiana por el padre Francisco Xavier Clavijero.

La Historia Antigua de México del padre Clavijero reconoce, no obstante, a la obra de Veytia como su fuente primigenia, olvidándose que el estudio de la materia data, en realidad, de los albores del siglo diez y seis, tal y como lo acredita la cita que Joseph de Acosta hace en su Historia Natural y Moral de las Indias de las investigaciones del tópico en cuestión a cargo del padre jesuita José Tovar.

La formidable traducción de la obra de Prescott, realizada por el enigmático “segundo fiscal del tribunal del departamento de México”, José María González de la Vega, y del que nada absolutamente sabemos a más de siglo y medio de su encomiable trabajo literario, se habría visto complementada por la glosa que del mismo hicieran tanto del propio José Fernando Ramírez, como don Lucas Alamán, por su parte.

Autor, traductor y comentaristas, coinciden en destacar la enrome relevancia de la obra de Veytia, así como su influencia en la redacción de un primer capítulo sobre el mundo prehispánico, que en la concepción narrativa de Prescott habrá de jugar un papel de referencia obligada antes de entrar a describir el descubrimiento de Yucatán por parte de la expedición a cargo de Francisco Hernández de Córdova, bajo el timón de Antón de Alaminos, y los sucesos subsiguientes que desembocarían en la caída de Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521.

Destacándose de entre todos, el encomiable entusiasmo de José Fernando Ramírez al referirse a un libro y un autor que, insisto, se encuentra injustamente olvidado en nuestros días, siendo de esperarse que las autoridades competentes del área de la cultura se abocaran a rescatar y a difundir, en lugar de incurrir en risibles actos propagandistas, como sería el promover sesiones de lucha libre y de expendio de cemitas en un museo.

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