Una vez que la semana pasada fueron resueltos los 349 juicios de inconformidad de los cómputos distritales impugnados de la elección presidencial del primero de julio pasado, a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ya sólo les queda pendiente el llamado “juicio madre”, con lo cual le van a dar en la ídem al candidato del Movimiento Progresista.

Como es sabido, el viernes pasado los integrantes del TEPJF anularon 520 casillas de la elección presidencial, que en nada modificaron los resultados previamente conocidos, mismos que le dan el triunfo al priísta Enrique Peña Nieto con más de 19 millones de votos, seguido por Andrés Manuel López Obrador con poco más de 16 millones de sufragios.

La anulación de las 520 casillas representa apenas el 0.37 por ciento del total de las 143 mil que fueron instaladas en todo el país para la celebración de los comicios del pasado julio. Así, los magistrados aprobaron por unanimidad los 293 proyectos que resuelven de manera definitiva los juicios de inconformidad contra los conteos distritales.

Sólo queda, pues, pendiente el “juicio madre”, en el que el Movimiento Progresista demanda la invalidez total de la elección por presuntas violaciones a los principios constitucionales de libertad y autenticidad. A este respecto, el TEPJF sostuvo que los votos emitidos han sido correctamente contados. En su turno, el magistrado presidente, Alejandro Luna Ramos, aseguró que el recuento brinda total confianza a los ciudadanos sobre el destino del sufragio.

Con estos antecedentes, pues, lo que ahora se vislumbra es lo evidente: el TEPJF validará el triunfo de Peña Nieto en la elección de julio y, por tanto, lo declarará presidente electo de la República Mexicana, quien tomará posesión del cargo el primero de diciembre del presente año en el lugar y hora que fijen los integrantes del Congreso de la Unión.

O sea: después del juicio madre del TEPJF vendrá la madre de todas las resoluciones que le va a partir la madre a todos aquellos que le apostaban a la anulación o a la invalidación –que, para efectos prácticos, viene a ser lo mismo— de una elección que le fue ganada por cerca de 3 millones y medio de votos de diferencia al que quedó situado en el segundo lugar.

Tras la resolución de los magistrados, que probablemente se dé en el transcurso de esta misma semana, el proceso de selección de presidente de México habrá terminado. Las pataletas, los chillidos, los brincos, los gritos y sombrerazos que seguirán a continuación, a cargo de AMLO y sus más radicales seguidores, sólo serán meras patadas de ahogado, habida cuenta que las resoluciones del TEPJF son inatacables.

Igual que en Estados Unidos, donde la Suprema Corte valida la elección de su presidente, el TEPJF es la última instancia autorizada en nuestro país para darle validez al triunfo del candidato vencedor; en este caso, al mexiquense Peña Nieto. Acudir a otras instancias extraterritoriales ya son simples ganas de chingar la borrega, pues de llegar a hacer algo así, el movimiento que encabeza El Peje sólo hará el ridículo globalmente.

Pero aunque López Obrador y sus simpatizantes acudan a la ONU, a La Haya, a la OEA, a los Iluminati, a la UNESCO, a la OTAN, a los rosacruces, a la Comunidad Económica Europea, a la OLP, a la sociedad del Humo Negro, al FMI, a la tribu de los yanomami, a la masonería, a la Liga de la Justicia, al sionismo, al Banco Mundial, a El Vaticano o a cualquier otra instancia que se les ocurra, todo intento resultará en vano. El “estallido social” que enarbolan es el petate del muerto que a nadie espanta.

Ni hablar: a ver si se le hace ganar a la izquierda para el 2018, para el 2024, para el 2030 o para el 2036, cuando el amoroso mesías tropical ya sea un venerable octogenario.