Cuando digo pobre INE, no lo digo como burla, ni mucho menos como sarcasmo, lo digo en serio. Y es que bastante complicada es su labor como árbitro electoral, ya habiendo iniciado el proceso para el próximo 2021, como para que además, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) le ordene, así nada más porque sí, sin sustento alguno, organizar por medio de una encuesta abierta la elección para la dirigencia de Morena.

El partido político lleva más de un año inmerso en un fuerte conflicto interno por el cambio de la dirigencia; ha sido auténticamente una batalla campal entre muchos grupos con posturas e ideologías antagónicas. Irónico decir esto último —lo de posturas e ideologías antagónicas—, si se toma en cuenta que un partido político se debería construir a partir de un objetivo común y a partir de una identidad uniforme y congruente (aun cuando puedan existir diferencias).

Pero me imagino que esa es la consecuencia natural, si tomamos en cuenta que Morena se erigió fuera del concepto tradicional de partido político; su consolidación se sustentó en un liderazgo único y bajo la idea de un movimiento de cambio en manos de un solo actor. El partido fue conformado en gran parte, por la militancia y los liderazgos del PRD, y conforme se acercaba la elección de 2018, incluso, incluyó en sus filas a ex militantes priistas olvidados por la entonces figura presidencial. Esto es, el partido fue sumando fuerzas de diferentes ideologías y con diferentes intereses, conforme su dirigente se afianzaba como la opción con más probabilidades de llegar al poder.

Las luchas internas en el partido iniciaron desde 2019, cuando se celebró el proceso de renovación de la dirigencia nacional en medio de acusaciones sobre irregularidades en el padrón de simpatizantes, actos violentos dentro de las asambleas, y denuncias por el uso de servidores públicos para el respaldo de ciertas candidaturas. Dicho proceso fue suspendido y declarado nulo por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) al resolver el SUP-JDC-1573/2019, en el cual, además, ordenó al partido volver a llevar a cabo todos los actos necesarios para reponer el procedimiento de elección de sus órganos de dirección. Mandato que la dirigencia provisional del partido, a cargo de Alfonso Ramírez Cuellar, no realizó

Después de una serie de acciones y la presentación de varios recursos jurídicos, el 20 de agosto, el TEPJF al resolver uno de los tantos incidentes de incumplimiento de la sentencia indicada, ordenó al INE —sin existir sustento legal o estatutario— llevar a cabo el proceso de renovación de la presidencia y la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, por encuesta abierta.

El TEPJF no tomó en cuenta que según el artículo 44, inciso ff), de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, el Consejo General del INE puede dictar los acuerdos necesarios para organizar las elecciones de las dirigencias de los partidos políticos, únicamente, ante solicitud expresa del partido —cosa que en este caso no ocurrió—; además, tampoco tomó en cuenta que, en caso de que el INE organizara un proceso interno, debía ser conforme a los estatutos del propio partido político.

A pesar de lo anterior, en cumplimiento a la determinación del TEPJF, el INE emitió los lineamientos rectores para la elección de la presidencia y la secretaría general de Morena, en los cuales estableció que la renovación de los cargos se llevaría a cabo a través de una encuesta abierta, entendida como aquella que se realizaría entre la ciudadanía mexicana residente en el país, mayor de 18 años y con credencial para votar válida y vigente, respecto de personas que se auto adscribieran como militantes y simpatizantes del partido político Morena.

Hay que tomar en cuenta que una encuesta abierta es un ejercicio probabilístico, es pura estadística que no mide la representatividad; los resultados de una encuesta se miden utilizando rangos mínimos y máximos. En una encuesta no hay números absolutos, no hay cifras exactas; no son votos los que se contabilizan. En esa medida, desde el inicio del proceso se estableció que el candidato ganador debía superar por el 3% los intervalos de confianza del candidato siguiente.

El INE ha seguido todo el proceso marcado en la convocatoria. Recibió 100 candidaturas: 47 para la presidencia y 53 para la secretaría general. En una primera etapa, se hizo una encuesta de reconocimiento y a partir de los resultados obtenidos, se definió que participarán en la encuesta abierta 5 candidatos/as a la presidencia y 13 a la secretaría general. El levantamiento de la encuesta abierta estuvo a cargo de tres empresas profesionales en demoscopía y se realizó del 2 al 8 de octubre. En la encuesta abierta Citlalli Hernández resultó ganadora para la secretaría general y, por lo que toca a la presidencia, Porfirio Muñoz Ledo obtuvo el 25.34% de las votaciones, mientras que Mario Delgado tuvo un 25.29%. Lo anterior implicó que sólo existiera una diferencia 0.05 puntos, y por tanto no se tuviera el 3% de diferencia requerida en los intervalos de confianza.

Ante dicha mínima diferencia entre dos de los candidatos a la presidencia y conforme a la convocatoria emitida por el INE, se debe aplicar una tercera encuesta abierta por traslape de intervalos de confianza; la cual conforme al acuerdo emitido, se llevará a cabo del viernes 16 al jueves 22 de octubre. Y claro, ante la inconformidad con los resultados y, por ende, con dicha determinación, no falta la descalificación a la labor del INE, por parte de los candidatos involucrados y de diversos actores políticos.

Así que el INE ha estado en los últimos meses entre mandatos “extraños” emitidos por el Tribunal, pleitos internos de los candidatos de Morena, y el análisis escrupuloso por parte de todos los simpatizantes; sin tener facultades claras para ejecutar el proceso de elección de la dirigencia del partido. De verdad pobre INE, tiene enfrente la responsabilidad de organizar el proceso electoral más grande y complejo de la historia, y además, por determinación caprichosa del TEPJF, tiene que atender un proceso interno que se ha caracterizado por el conflicto y la inconformidad.