A finales de octubre Ginés Sánchez (en Twitter @ginesacapulco) escribió en SDP noticias un artículo sobre las diferencias entre los hermanos José María y Rafael Pérez Gay derivadas de la relación del primero con Andrés Manuel López Obrador. 

Ginés Sánchez escribió que no comprendía el "inexplicable rechazo hacia Andrés Manuel" de parte de Rafael Pérez Gay, quien en sus columnas periodísticas ha manifestado sus abiertas diferencias con el tabasqueño. 

Recientemente leí el libro El cerebro de mi hermano de Rafael Pérez Gay (Seix Barral, México, 2013) y ahí encontré algunas referencias sobre el particular. Incluso Pérez Gay habla sobre su pasado como activista de izquierda radical y de cómo ayudó a campesinos en rebeldía en el estado de Guerrero o de cómo dialogó con asesores del "guerrillero Cabañas", actividades que José María, quien en ese tiempo se encontraba estudiando en Alemania, le reprochaba. 

En el libro Pérez Gay acepta con rubor su pasado radical pero también subraya el desacuerdo que mostraba su hermano, el cual siempre reforzaba con sus armas académicas. José María le recomendaba a Rafael, según este último, ponerse a leer so riesgo de terminar dedicándose al rebaño. Le recomendaba a autores como Alexander Solzhenitsin. 

En respuesta, Rafael defiende sus críticas a Andrés Manuel López Obrador y manifiesta su incomprensión respecto al giro de su hermano: de académico y hombre de letras a activista y férreo defensor del lopezobradorismo.

Al respecto escribe: "No entendí y sigo sin entender que no eligiera su legado en la filosofía y las letras, en su presencia como intelectual crítico sin más compromiso que con su forma de pensar y el ejercicio libre del pensamiento, sino en su militancia lopezobradorista". 

Dice que José María vendió muy bien, al final de su vida, su imagen de intelectual de izquierda, pese a que su compromiso con esa corriente ideológica duró "unos cuantos años".

No entiende que su hermano Rafael haya renunciado a su pasado como "crítico furioso de la iglesia comunista" para ser parte de los intelectuales que robustecieron y que sin duda sembraron adeptos al proyecto de López Obrador. 

Es un interesante debate el que protagonizaron Rafael y José María porque se trata de un ejemplo, de la más alta calidad teórica, sobre la discusión que seguramente fue replicada en miles de sobremesas en igual número de familias mexicanas. Esto fue más evidente en 2006, cuando a propósito de las elecciones de ese año, las posiciones a favor y en contra se radicalizaron. 

Yo mismo en ese tiempo era un convencido defensor de la candidatura de López Obrador, pues había visto su obra en la Ciudad de México y porque, precisamente, veía en su equipo de trabajo a personas con solvencia académica, técnica y política que auguraban un buen gobierno federal. 

Con el tiempo mi convencimiento sobre López Obrador sufrió un fuerte descalabro que comenzó tanto cuando declinó debatir con Felipe Calderón y Roberto Madrazo, como cuando decidió instalar el plantón de Reforma, justo después de las cuestionadas elecciones de 2006.  

Lo que creo es que entiendo tanto a José María como a Rafael: ambos cambiaron conforme tuvieron nuevas lecturas y experiencias históricas. La teoría y la misma vida los cambiaron: el tiempo transforma todo a su paso y nuestras mentes y posturas no son la excepción. 

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