Leo con atención la columna de hoy de Federico Arreola en SDPnoticias.
Mi opinión es que su olfato periodístico lo lleva a anticipar lo que pasará con casos, que no fenómenos, mediáticos como el llamado nuevo Financiero.
Un diario al que su novato propietario le atribuye virtudes de estadista al definirlo como una de las partes centrales del cambio que vive México a partir del proceso de reformas estructurales peñistas.
¡No se mide ese chamaco de Arroyo!
Un episodio como cualquier otro de cambio de mandos en un periódico Arreola lo lee, y creo que está en lo cierto, como un desequilibrio en la relación del gobierno con los medios que será perjudicial en varios canales.
¿Qué le ve el gobierno federal al Financiero que no tengan otros?
La verdad no identifico ese interés oficial por un diario que tendrá un difícil camino de aceptación ante la opinión pública.
Creo que Arreola es un abusivo en sus apuestas.
Es obvio que las ganaría si alguien se las tomara. Está clarísimo que Enrique Quintana no es Alberto Barranco Chavarría o Alejandro Ramos Esquivel y que Manuel Arroyo no es Julio Scherer.
Yo viví cuando trabajé en El Economista el espectáculo de hacer periodismo con la única finalidad de ganar dinero y estar dentro del círculo de los grandes beneficiarios de la tarea informativa.
Recuerdo que una de las discusiones en las juntas de accionistas que más interés despertaban era la de ganarle al Financiero la carrera por crear una bolsa electrónica antes de que FinSat se convirtiera en el Nasdaq mexicano. Yo les decía a los accionistas en plan de broma que con los recursos que contaba El Economista no llegaríamos a ser ni el Nasdaq de Zacatecas, la tierra de Luis Enrique Mercado, misma de la que siempre pretendió ser héroe epónimo.
Y le dije, Luis Enrique, primero consagran a la bella ciudad de Zacatecas como Zacatecas de Mercado a que tú tengas una bolsa de valores electrónica.
Si yo hubiera apostado por ello, sin duda le hubiera ganado al incauto que me tomara el reto. Por eso Arreola se quedará con las ganas de encontrar al inocente que le apueste su botella de mil pesos al éxito o fracaso del Financiero.
Eso es predecible. Y por lo tanto irrelevante.
El meollo del asunto es que el gobierno prohíje fantasías como las que encabeza el empedernido apostador de Manuel Arroyo. Esas señales del gobierno desequilibran el espectro informativo en la medida en que muchos anunciantes se van con la finta de que como Enrique Peña Nieto asistió al relanzamiento del Financiero, entonces ese será en el futuro el periódico del presidente.
Sinceramente no creo que esa sea la intención de un presidente rabiosamente político como es Enrique Peña Nieto. Si el presidente se ha desligado de manera por demás decente, pero muy clara, de una presunta dependencia mediática de Televisa, para sacudirse, si se le hace necesario, a un aventurero como Manuel Arroyo apenas le costará a Peña Nieto una milésima parte del esfuerzo que tuvo que realizar en la ejecución del operativo que culminó con la captura del Chapo Guzmán.
El Financiero era uno con Rogelio Cárdenas Sr., Alejandro Ramos y un publicista como Gary Bermúdez que consumó la hazaña de tener un diario económico con una sección política de peso y una publicidad que los hacía editar 104 o más páginas al día.
En otra latitud de la columna de Federico Arreola se aborda la alianza contranatura entre el quebrado periódico Reporte Índigo de Ramón Alberto Garza y la exitosa empresa de mi amigo Annuar Maccise.
Ante esa impronta editorial de escalofrío, yo, como Arreola, apostaría a que Annuar sí sabe lo que quiere; mientras Ramón Alberto Garza y el neomexicano Antonio Navalón, como cualquier perdido, no tienen otra que ir a todas.
Percibo que son piezas desechables para un zorro como Annuar Maccise que verá los rendimientos de esa alianza sin salirse de su esquema.
Y si Ramón Alberto y Navalón no producen lo que Annuar quiere, les dará las gracias como se las dieron a Raymundo Riva Palacio del Diario 24 Horas, que con toda la “información privilegiada” que según el periodista contaba porque se la filtraba la oficina de Aurelio Nuño, simplemente nunca fue negocio.
Dentro de unas horas trataré la parte final de la columna de Federico Arreola en la que señala las vicisitudes de nuestra economía y lo efímero que considera será el efecto de la captura del Chapo Guzmán.
Ni la economía nacional se sustenta en un evento de alto impacto social como la detención de Guzmán Loera; y menos las reformas tienen unas plazos tan cortos que alejan su diseño de las pautas internacionales en la materia.
Esto continuará.