La democracia mexicana es muy cara, cuesta mucho dinero que un sólo mexicano vote, al menos de manera institucional. Según datos de la consultoría Integralia, cada voto costó este año, en promedio 203 pesos, éstos repartidos en 58.8 por ciento para gasto operativo de los Organismos públicos locales, 34.3 por ciento para el financiamiento público a partidos estatales y 6.9 por ciento para los tribunales electorales locales.

El próximo año el voto se encarecerá aún más pues el INE está contemplando aumentar su presupuesto en un 43 por ciento; es decir calcula que tendrá que gastar 25 mil 45 millones de pesos. A esto hay que aumentarle que cada partido recibe algún financiamiento extra o donaciones para sus campañas.

La población en general está acostumbrada a que casi cada año en algún lugar del país habrá una elección y que cada 3 años hay una elección “grande” y cada seis “enorme”; esto representa una ventaja intrínseca, al menos recibirá una gorra, una playera, quizá algunos materiales para su hogar y si le va bien hasta una cobija, eso de manera oficial. Pero es probable que algún partido además le pinte la fachada de su casa, le impermeabilice su azotea, le regale un tinaco y además le dé dinero en efectivo.

Extraoficialmente se cuenta que en la pasada elección del Estado de México se pagaron hasta 2,500 pesos por persona que votó por cierto partido; hubo quienes hicieron cuentas y una familia de cinco miembros, el día de la elección recibió 12,500 pesos por ejercer su derecho. Me parece un buen negocio.

El domingo pasado el Instituto Electoral de la Ciudad de México organizó una elección, una que tenía dinero para repartir:  900 millones de pesos dividido en 1812 colonias y pueblos de la ciudad.

Este dinero es el tres por ciento del presupuesto total de la Ciudad y los proyectos en los que se va a gastar los hacen los mismos ciudadanos, los cuales son calificados por un grupo de expertos y los que son aprobados se ponen a votación para que entre todos decidamos cuáles son los que más nos beneficiarían.

Incluso se podía votar por internet, por lo que me gustaría pensar que la votación fue nutrida. Pero no. El número de personas que votaron fue de 289 mil 788. Si hablamos de una ciudad de casi 8 millones de votantes, según el INE, no votaron ni el 0.5 por ciento.

¿Por qué la población no vota una serie de proyectos que le pueden beneficiar directamente?

Quizá piensen algunos que faltó difusión, pero no: el IECM lleva varios años haciendo campañas muy interesantes y divertidas para llamar al voto. Tiene miles de seguidores en Facebook y Twitter, hace activaciones, va a las colonias a promover los proyectos a invitar a los vecinos, hace foros en las universidades y busca medios de comunicación. Incluso el año pasado ganó el premio Reed Latino Awards 2016 por la campaña de difusión “Habla por TU ciudad” en la categoría de mejor estrategia de fomento al voto informado.

El esfuerzo es grande para el Instituto. A pesar de la cifra, la participación aumenta año con año. Entonces ¿por qué no vota ni el 10 por ciento de la población?

 No hay una estadística formal sobre este tema; lo que yo pienso es que la gente está acostumbrada a que le regalen y paguen dinero en efectivo por cumplir con una obligación y el IECM no tiene dinero para hacer utilitarios ni mucho menos para organizar una compra de votos.

Además en este ejercicio se trata de pensar qué es lo que más conviene y ese ejercicio mental no se hace, o no lo hacen la mayoría cuando venden su voto, sólo hacen la cuenta: ¿Cuánto me pagas?, voto por ti. Es simple.

Y aunque en esta votación los principales beneficiados a largo y mediano plazo son los ciudadanos, se ha prostituido tanto la democracia que pensar en cómo beneficiarnos es menos atractivo que una playera, una gorra o 2500 pesos de inmediato en la bolsa.