El domingo uno de julio próximo se llevará a cabo la elección presidencial. Los que aspiran a ser residentes en las dos cámaras del Congreso de la Unión, también estarán sujetos a votación. Las y los ciudadanos mexicanos que nos encontremos en la lista nominal y que contemos con la credencial para votar vigente, podremos participar en ésta, que será la mayor fiesta democrática celebrada en la historia de México.

Para algunos son 2 mil 777 cargos en disputa, para otros son más de 16 mil, si se consideran los cargos ejecutivos y de representación comunitaria en la base de la sociedad. Para el INE, son 3 mil 327 cargos electivos, entre los cuales van incluidas las elecciones a gobernador en Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán; también será sometida al voto ciudadano la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Las precampañas ya pasaron; poco nutritivo nos dejaron a los mexicanos; por ley: las propuestas, programas y compromisos brillaron por su ausencia.

Destacó la negatividad y virulencia. Solamente hemos sido testigos de denostaciones, injurias, difamaciones, desprestigios, desacreditaciones, condenas y censuras. Todas estas manifestaciones, sin duda, no dejan de ser actos violentos y, la verdad, es que los mexicanos de violencia estamos hasta la madre .

Precandidatos y partidos políticos, solo se acogieron a la libertad de expresión garantizada por la Constitución, que tras la reforma política electoral de febrero del 2014, lo único que la Carta Magna prohíbe en las contiendas electorales, es la calumnia a las personas.

En octubre uno, también del 2014, la Suprema Corte de Justicia estableció: que la libertad de expresión garantizada por la Constitución permite a los partidos políticos denigrar en su propaganda a sus adversarios o a las instituciones.

La Corte enfatizó, que ordenar a los partidos que no denigren a sus rivales es una forma de censura previa, también prohibida por la Constitución.

Como no está prohibido denigrar; y sí denigrar de acuerdo a la Real Academia de la lengua Española significa: ofender, deslustrar, injuriar, agraviar y ultrajar, entre otras muchas. Aún más: considerando que denigrar viene del latín denigrāre: “poner negro”, “manchar”.

Esto supone que los partidos políticos, sus candidatos y hasta los independientes, desde el inicio de las campañas, se tirarán con todo: censuras, acusaciones, condenas y descalificaciones; inclusive las calumnias estarán a la orden del día.

Se puede y se debe sancionar a quien calumnie, a quién atribuya falsamente un delito a un precandidato o candidato; pero eso debe ser materia de los juzgados civiles y no de las autoridades electorales. Se deberá penar con una indemnización económica acorde con el daño causado.

Cierto, volvemos a recordar que es precisamente en las campañas electorales donde debe privilegiarse más la libertad de expresión, pues la ciudadanía tiene derecho a tener la máxima información para poder contar con todos los elementos para decidir por quién votar.

Pero, una acusación de corrupción es grave; si no es cierta, es calumnia. Y, si es calumnia, no es información para los ciudadanos. Es desinformación.

También es claro que, si alguien dice ser calumniado y esto daña su honor, puede presentar querella; si no lo hace: “el que calla, otorga”.

Esta “guerra sucia”, aunque no conozco “guerra limpia”, también nos viene a ratificar que vivimos en un país violento. Las palabras agresivas e hirientes y los insultos son parte del contexto de la violencia.

 Pregunto:

1.- ¿Cómo alguien puede hacer propuestas para combatir la violencia, cuando la incita y forma parte de ella?

2.- ¿Qué tan creíbles pueden ser las propuestas para enfrentar la corrupción, si se está acusado de corrupto o bajo sospecha?

3.- ¿Con qué cara se podrán proponer políticas para vencer la impunidad, cuando se está tachado de delincuente y se goza de libertad incondicional?

4.- ¿Los candidatos o precandidatos, tienen fuero?

Parece que la Constitución, en estos casos, es letra muerta; a pesar de que todos somos iguales ante la ley, no lo somos ante los que se encargan de ejercerla. Se siente que los candidatos gozan de la justicia y gracia de Juárez.

Todo esto pasa y no pasa nada. No cabe duda, como dijo Montesquieu: “Las leyes inútiles debilitan a las necesarias”.

Ojalá que a partir del 30 de marzo; la guerra sucia y la oferta de soluciones mágicas, queden al margen. Que los candidatos expongan ideas frescas, de futuro y nos atiborren de propuestas viables.

De no ser así, continuarán violentando el proceso, y durante los 90 días de campaña, para candidatos y partidos políticos: las heces seguirán siendo la principal materia prima y pelotearán con la boñiga política.

Esto se pondrá, no sé si interesante o será un espectáculo aberrante.