Cerca de las diez de la noche de hoy sábado 24 de octubre, regresé al estacionamiento en que dejo mi camioneta, pues había olvidado unos documentos en mi vehículo. El estacionamiento donde dejo mi auto se ubica en la calle de Perú, frente a la "Arena Coliseo".
Al empezar a caminar sobre Perú casi esquina con Leandro Valle, se me acercó un joven ex presidiario que conozco, a saludarme. Lo conozco bien, pues hace diez años que me cambié a este lugar, robó el auto-estéreo de la camioneta que el PRD me había comisionado y luego, vino a pedirme dinero para que yo lo recuperara. Obvio decirlo, perdí el estéreo y el dinero.
Hace algunos meses lo volví a ver después de muchos años. Me abordó casi en el mismo punto que el día de hoy. Su actitud era amenazante, presumiendo su condición de ex convicto. Me acompañó hacia el estacionamiento al que también ese día me dirigía y al percibir que no me intimidaba, se quedó en el lugar. Después me enteré que le robó mil pesos al vigilante del estacionamiento, cantidad que seguramente le lleva semana y media conseguir con su duro trabajo.
Le dije al vigilante que si interponía la denuncia contra este sujeto, yo le daba los mil pesos que le habían robado. Consultó con su patrón y éste le dijo que lo dejara pasar. El trabajador del estacionamiento perdió ese dinero.
Hoy que me encontré a este sujeto le reclamé el robo y le dije, que si volvía a asaltar a alguien del barrio lo denunciaría, le dije de manera textual que lo iba a chingar. Evidentemente se exaltó y me dijo que se acercaba de buena manera a saludarme y que yo le respondía con ese reclamo. Le contesté que no se acercaba de buena manera, que la vez anterior me había utilizado para robar al trabajador del estacionamiento y le dije que le llevaba una quincena ganar esa cantidad que él se había embolsado en unos minutos. Respondió que yo no le iba a prohibir a quien podría robar. No te lo prohibiré, te detendrán si vuelves a las andadas, lo verás, le dije en términos más ásperos.
De plano reventó y me amenazó con que él me chingaría primero. Lo reté a que lo hiciera ahí mismo. Se retiró diciendo que había una cámara sobre Perú y que ya tendría oportunidad de hacerlo.
Le grité, muy indignado, que era un cobarde y se fue. Entiendo perfectamente que la mayoría de jóvenes de esta zona del centro no tienen oportunidades. Entiendo también que una vez que empiezan a cometer ilícitos su vida no tiene vuelta atrás. Sé perfectamente el círculo vicioso en que se desenvuelven y sin embargo me parece ciertamente una cobardía que asalten a gente pobre y a vecinos que ellos saben perfectamente que viven al día.
Así las cosas, como pueden observar, por si no tuviera problemas suficientes me he abierto un frente más.
Ni modo. Era una cobardía hacerme el loco sobre al abuso que este tipo había cometido. Ha llegado la hora de que el trabajador del estacionamiento recupere su dinero e interponga la denuncia contra este sujeto. Espero que esta vez él también se ponga el corazón en su lugar. Yo por mi parte, nada temo, pues el tipo solo actuaría si desde el poder le dieran seguridades de impunidad. Nada pasara y si algo sucediera, no sería producto de la mala vecindad en la que vivo. Llevo una década viviendo aquí y nadie come lumbre. Así que a centrarse en lo fundamental, que mi libro "La Casa Blanca: Historia de un compromiso incumplido" salga los primeros días de noviembre.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 24 de octubre de 2015.