Ayer, primer día de clases del nuevo ciclo escolar, más de 4 millones 300 mil niños mexicanos quedaron fuera del sistema educativo nacional, según datos del Inegi.

El presidente del empleo habla de una supuesta cobertura universal en educación básica durante su administración pero igual que la creación de empleos sólo se trata de falsas promesas.

No es necesario conocer los datos del Inegi, basta con recorrer el país a ras de suelo, los pueblos, las rancherías, las comunidades indígenas y las zonas marginadas de las grandes ciudades para tener la certeza de que millones de niños no asisten a la escuela. En primer lugar porque no existen escuelas suficientes ya que el Estado, obligado a garantizar los derechos de la infancia, entre ellos el derecho a una educación laica, gratuita y obligatoria, no cumple con su obligación. En segundo lugar porque nosotros lo permitimos.

Cuando un Presidente llega al poder protesta guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo que el pueblo le confiere, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la unión, y si así no lo hiciere que la nación se lo demande. Pero presidentes van y vienen sin que la nación les demande el cumplimiento ya no digamos de sus promesas, sino de la responsabilidad que el cargo implica. Total, aquí no pasa nada y menos si los medios de comunicación masiva se encargan de ocultar la irresponsabilidad de los funcionarios públicos y la incapacidad de las instituciones encargadas de vigilar el cumplimiento de las leyes.

La inconformidad social constituye esa demanda de la nación que los servidores públicos aceptan cuando rinden protesta ante un cargo, pero la tele se encarga de minimizarla y tacharla de violencia callejera.

Entre los graves daños que han causado al país los gobiernos corruptos del PRI y del PAN, el peor es el abandono de sus nuevas generaciones. La falta de atención y educación a la niñez y a la juventud nos convirtió en un país vulnerable y propenso a recorrer los mismos caminos que nos condujeron a esta crisis en la que estamos.

Pero los niños y los jóvenes no son bienes materiales de los que podemos prescindir, de ninguna manera, son lo más valioso que tenemos y representan el futuro. ¿ Y qué futuro nos espera con niños y jóvenes sin escuela, sin salud y sin una buena alimentación?

Las cifras de exclusión son alarmantes e inaceptables. No hay razones que justifiquen esta marginación.