El 1 de septiembre próximo se inicia un nuevo periodo ordinario de sesiones del Congreso mexicano y el Presidente de la República deberá presentar por escrito el informe del estado que guarda la administración pública, en términos de lo establecido en el artículo 69 de la Constitución Política  federal.

A lo largo de nuestra historia hemos tenido diferentes facetas de este evento republicano de rendición de cuentas, algunas de plano ominosas, como el denominado ?día del Presidente?, durante el largo periodo de autoritarismo en el Estado posrevolucionario, con la hegemonía de un solo partido y la maximización de las facultades constitucionales y meta constitucionales del Jefe de Estado y de Gobierno.

Las cámaras del Congreso, controladas totalmente por el mismo partido del Presidente, y cuyos integrantes, casi todos deudores de su nominación al propio titular del Ejecutivo, se convertían en aplaudidores espontáneos a casi cualquier expresión presidencial, en el mensaje que dirigía a la Nación, después de entregar el documento por escrito.

Los medios de comunicación masiva cubrían todos los detalles del actuar presidencial, prácticamente desde que se levantaba, incluso en sus actividades privadas y todo el ceremonial previo y posterior al informe. Sin faltar el auto descubierto para recorrer las calles que conducen del Palacio Nacional a San Lázaro, donde era vitoreado por gente apostada con papelitos y confeti.

Sin faltar el ?besamanos? de la clase política, que era una larga fila que hacían para ?felicitar? al Presidente después del informe. Toda una parafernalia que envidiaría cualquier monarquía de la época.

La transición democrática, con la pluralidad política en las cámaras y con resabios y rencores acumulados por algunas oposiciones nos llevó al otro extremo del escenario anterior, convirtiendo el informe presidencial, en el día que tenían la oportunidad de expresar su rechazo hacia el presidencialismo, muchas veces con manifestaciones grotescas y ofensivas. El caso extremo se presentó en el último informe de Vicente Fox, cuando los legisladores de izquierda no lo dejaron entrar al salón de sesiones y tuvo que entregarlo en el vestíbulo.

Y recordar las peripecias que tuvo que hacer Felipe Calderón para ingresar a escondidas al salón del pleno, unos cuantos instantes para rendir protesta como Presidente de la Republica.

Estos hechos motivaron la modificación del formato y la no presencia física del Presidente en el Congreso y la entrega del documento del informe al Presidente de la Cámara de Diputados, en su carácter de Presidente del Congreso General, por parte del Secretario de Gobernación.

Esto dio lugar a una nueva versión del ?día del Presidente?, pues éste organiza su propio evento, generalmente en Palacio Nacional el 2 de septiembre, donde concurren exclusivamente sus invitados, evitando desde luego cualquier incómoda manifestación opositora, y donde el Presidente Peña Nieto aprovechará, no solo para informar de lo hecho, sino también para anunciar lo que hará, como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

Pasamos de un presidencialismo exacerbado a una manifestación cuasi parlamentaria desbordada y desbocada.

Parece que se busca un justo medio, dentro de nuestro vigente presidencialismo acotado, con la reforma que se hizo este mismo año al segundo párrafo del propio artículo 69 constitucional, que dice lo siguiente:

?Cada una de las Cámaras realizará el análisis del informe y podrá solicitar al Presidente de la República ampliar la información mediante pregunta por escrito y citar a los Secretarios de Estado y a los directores de las entidades paraestatales, quienes comparecerán y rendirán informes bajo protesta de decir verdad. La Ley del Congreso y sus reglamentos regularán el ejercicio de esta facultad?.

 

La Presidencia de la República ya nos está abrumando con los spots publicitarios de sus principales logros, y en lo que se refiere a las reformas estructurales, también lo son de las tres principales fuerzas políticas, con las salvedades de la fiscal y la energética, donde el PRI y el Gobierno Federal tuvieron aliados diferenciados.

Durante la glosa del informe, las preguntas que los legisladores podrán realizar y las comparecencias del gabinete legal y ampliado, es donde quizá podremos saber un poco más del estado que guarda la administración pública federal, y no quedarnos solamente con la versión oficial del informante. El hecho que dos perredistas presidan ambas cámaras podría ser un buen componente para que la información de fondo pueda ampliarse y difundirse.

La rendición de cuentas es la obligación permanente que tiene el mandatario para informar a sus mandantes de los actos que lleva a cabo como resultado de la delegación de autoridad que le dimos con nuestro voto, e implica sanciones en caso de incumplimiento, aunque en nuestro sistema no esté claramente establecido para el Presidente. Ejerzamos y exijamos ese derecho, solo así se consolida una democracia.