Vivimos en la era digital en donde la cuarta revolución industrial impulsa a la denominada globalización 4.0, es decir, una era donde la historia de la humanidad está íntimamente ligada a las tecnologías de información y comunicación.

Si el mundo ha cambiado tanto, ¿Por qué la política sigue conservando prácticas obsoletas? Pondré un ejemplo, cuando usted piensa en un político ¿qué imagen le viene a la mente?

La imagen pública es la percepción compartida que provocará una respuesta colectiva unificada de aceptación o rechazo con base en estímulos (verbales y no verbales).

La percepción ciudadana califica a toda institución política ya sean gobiernos, sindicatos o partidos bajo la desconfianza. Dos principios según Víctor Gordoa dicen: “Es inevitable tener una imagen” y “A mejor imagen, mayor poder de influencia” de ahí que es una herramienta del liderazgo que no se debe ignorar.

La imagen pública puede ser personal o institucional, ambas integrales, específicamente la imagen personal depende de los valores, historia de vida, el comportamiento con los demás, forma de hablar, de vestir, el desempeño laboral etc. y se anexa la imagen digital.

Quiero hacer énfasis en ésta última, es la percepción que se genera a través internet, redes sociales, videos y fotos que pueden ser vistas por prácticamente cualquier persona y en cualquier lugar.

Mantener una imagen exitosa se hace cada vez más complejo, el poco tiempo que los ciudadanos destinan a asuntos públicos se topan con una nube de desinformación y guerras interminables de acusaciones.

Los políticos generalmente poseen una imagen digital falsa, fotos con poses artificiales, abrazando al necesitado y con filtros obvios, sus largos mensajes utilizan un lenguaje distante a la población, sin identidad y planteando temas de manera unidireccional.

No han comprendido que le hablan a una población diversa, de diferentes perfiles y condiciones, que tienen escasos segundos para llamar su atención y desafortunadamente el mexicano promedio no lee.

Como consultora recomiendo ser auténticos, la imagen pública no significa ponernos un baño de chapa de oro para parecer algo que no somos, ni física ni ideológicamente hablando.

La meta es ser coherentes entre la palabra, la acción y el pensamiento además de innovar en la forma de comunicarse e incluso de hacer campaña electoral, combinando la oratoria moderna y dinámicas creativas donde la participación ciudadana sea activa tanto presencial como virtual.

¿Podemos mejorar la imagen pública? Afortunadamente si, aunque su diseño corresponde a un profesional hay acciones que no sólo los políticos, todos debemos implementar: El cuidado de la imagen física es importante, sin embargo, es fácil de modificar, por ello hay que centrarnos en las aptitudes y actitudes, nada genera más confianza, credibilidad y respeto que la capacidad, los valores y la empatía.

Recuerden que la reputación es un tesoro que se acumula con el tiempo y demanda esfuerzo, pero la inversión al crecimiento nunca es secundario, es una obligación para el político ya que los ciudadanos merecen a gobernantes, hombres y mujeres, a la altura de sus necesidades.