Dentro de la sabiduría popular están los dichos; mágicas frases de conocimiento ancestral, que nuestros políticos deberían de conocer como la palma de su mano para evitar caer en errores fatales que a algunos, hasta les ha costado la presidencia de la república. Aquí tres ejemplos:

Bien dice el dicho que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, esto lo digo, porque el Partido Revolucionario Institucional (PRI), acaba de emitir una convocatoria de consulta a sus militantes para analizar, “con sentido autocrítico y con una gran apertura”, el por qué el 1º de julio, no pudieron refrendar la confianza de los ciudadanos.

Con lo anterior se refrenda el dicho arriba citado, pues si los integrantes de la actual dirigencia del PRI, necesitan hacer una consulta para averiguar el por qué la aplanadora de MORENA les pasó por encima, pues simplemente no quieren ver la realidad del muy alejado mundo en el que vivían, y el mundo real en el que creían vivían sus seguidores y su base partidista, mismos que sencillamente se cansaron de ser partícipes de los excesos y abusos perpetrados por miembros distinguidos del partido; esos que saquearon las arcas públicas, endeudaron a los estados y más grave aún, que no pudieron acabar con la violencia galopante demostrando su inoperancia en materia de seguridad.

Por otra parte, cuando uno revisa las circunstancias en las que se encuentra la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN), nos damos cuenta de la verdad de la frase “el que a hierro mata, a hierro muere”. Todas las maniobras políticas que el señor Ricardo Anaya empleó para garantizar ser el candidato presidencial de su partido; no importándole ni los valores y principios del PAN; haciendo alianza con partidos antagónicos y expulsando a personajes mucho más carismáticos y con mayores probabilidades de no digo ganar, sino obtener una mejor votación de la que al final obtuvo el propio Anaya, validan que la catástrofe en el panismo solo puede estar en igual magnitud que en la manera en la que perdió su candidato.

En el caso del Partido de la Revolución Democrática (PRD), aplicaría aquel refrán que dice: “Cada quien escoge el tamaño de la cebolla con la que va a llorar”, y vaya que han llorado por perder el control de la CDMX; ciudad que durante más de 20 años, había sido su bastión y motivo de presunción de sus programas populistas que parecía les habían garantizado una permanencia casi perpetua en el control del mayor presupuesto a nivel estatal. Y aquí no hay más que echarle la culpa a sus propias guerras internas, las batallas campales entre sus tribus y las grandes traiciones de sus ex miembros. En este asunto, solo ellos sembraron la cebolla con la que ahora lloran.

En el caso de los tres otrora partidos mayoritarios, se les cumplió otro viejo dicho: “Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”, y es que ninguno de los tres supo evolucionar e identificar a un nuevo electorado harto de los tradicionales manejos políticos y todas sus prebendas.

Ahora, todos ellos, deberían aprovechar para asistir a unas clases de cultura popular, para que no “estén chillando como marranos en matadero”.