San Antonio, Texas. Estuvo ahorrando durante cinco meses para comprarse su ansiado iPhone pero por más que quiso, solo le alcanzó para uno usado modelo 7. Ni jalando todo el año se podría hacer del 12 o sabrá el Dios de Spinoza en que número llevan los acólitos de la manzana de Steve Jobs ese tipo de smartphone.

Les platico: No puedo mencionar su nombre porque todavía no consigue sus papeles para trabajar legalmente en San Antonio, a donde llegó hace medio año proveniente de Acámbaro, Michoacán.

Vamos a llamarle “Andrés” pues cuando le pedí que escogiera un apelativo, no dudó ni tantito en soltar ese. (Por favor, les pido que busquen en Google el significado de “apelativo”).

El asunto es que “Andrés” anduvo buscando cómo comprarse su iPhone para jubilar el marca patito que se trajo de México, de pantalla chiquita y todo madreado por el trajín de su canija vida.

Salió espantado de la primera tienda oficial de Apple con la que se topó, porque, ¿de dónde saca los $799 dólares que cuesta uno nuevo?

“Ni modo” -se dijo- “a comprarme uno usado, quién me manda estar jodido”. Y así, preguntando, llegó a un negocio que le dio buena espina porque está en la mera esquina de la avenida San Pedro y la calle María.

Háganme ustedes el refabrón cavor, semejante estudio de mercado que se aventó, pero bueno, siendo “Andrés” un católico devoto pensó que no puede haber en el mundo un negocio que trinque a sus clientes, ubicado en calles con semejantes nombres.

Mascullando el poco inglés que se carga se fue derechito con el primero que lo recibió dentro de la tienda “Phone Exchange”, un tipo de apariencia latina, y por eso pensó que si no se daba a entender en inglés, podría echar mano de su español.

Pero se topó con la sorpresa de que el tipo de marras nació a 11,925 kilómetros de distancia de donde puso esa tienda -porque es el dueño- para ser precisos, en Afganistán.

Su nombre es Ali y cuando le pedí a uno de mis colaboradores en esta ciudad texana que verificara los datos que “Andrés” me dio -siempre valido la información que publico- por más intentos que hizo, no pudo arrancarle sus apellidos.

De tanto que trató, el tal Ali se encabronó -hablando en persa-afgano, por supuesto- y lo más que pudo averiguar fue que nació en la capital, Kabul, de donde emigró a Estados Unidos hace cinco años.

Y como buen hijo de Kabul, resultó ser una cábula (dícese de alguien que hace trampas), por lo que enseguida les voy a platicar:

“Andrés” le pidió a Ali que le mostrara un celular que pudiera comprarse con los $300 dólares que traía.

“Uno usado”, le respondió escuetamente y comenzando a mirarlo feo, porque en la tierra de Trump, hay niveles de supremacía racista hasta en los mismos emigrados, dependiendo de cuál sea su país de origen.

El primer encuentro del mexicano con el afgano se dio el 13 de noviembre y terminó con un iPhone 7 “reconstruido” en sus manos, por el que pagó los $300 dólares que había ahorrado.

No pudo hacerlo funcionar mientras estuvo en la tienda, y Ali le “explicó” que tendría que llevarlo a México a que se lo desbloquearan, porque su número es mexicano.

“Andrés” se fue a su pueblo a pasar las navidades y estando allá, por más intentos que le hicieron en los yonques de celulares a donde lo llevó, nunca jaló.

Volvió a San Antonio poco antes de fin de año y lo primero que hizo fue ir a la tienda de Ali a reclamarle que -como su iPhone 7 no funcionó- le regresara su dinero.

El afgano le preguntó sarcásticamente que si no había leído a la entrada de la tienda un letrero que dice “no refund”.

“Es que en Acámbaro me dijeron que éste celular no funciona porque usted le metió piezas de otros modelos”, le replicó.

A lo que Ali le respondió: “Usted no va a venir a decirme cómo debo hacer mi trabajo. El celular es suyo y haga con él lo que quiera”.

“Señor, es que yo soy de México, mi número es de allá y no puedo usar uno gringo porque pierdo todos mis contactos”, volvió a la carga el buen “Andrés”.

Y Ali le soltó lo siguiente, que ojalá hubiera sido grabado: “Usted podrá vivir en la Casa Blanca. A mí no me importa, y ni aunque me mande a los hijos de Trump le voy a regresar su dinero”.

“Andrés” no tuvo más remedio que apechugar y como no conoce a nadie en la Casa Blanca, se puso a alertar a sus camaradas para que no se les ocurra pararse en el “Phone Exchange” de las santas calles San Pedro y María.

Uno de sus amigos me contactó vía correo, luego me llamó y fue así como conocí a “Andrés”. Siguiendo el procedimiento que tenemos para estos casos, investigamos en los alrededores de la tienda de Ali y documentamos trece casos igualitos.

¿Las víctimas?, “mojaditos” -como ellos mismos se llaman- que como no pueden comprarse un cel nuevo, caen en las garras del afgano, quien de los aparatos reconstruidos que tiene en venta, les ofrece los peores, los que rearma usando piezas de otros modelos, como le dijeron a “Andrés” en Acámbaro.

Un abogado de origen mexicano que se ofreció a atender su caso, me dijo que está reuniendo toda la evidencia documental que los afectados tienen de su “experiencia” con Ali y su “Phone Exchange”.

“La única posibilidad de hacer algo, es presionar al juez para que al citar a Ali en la Corte, sean muchos los afectados”, me explicó.

“El problema es que de los casos que estoy viendo, la mitad son personas que trabajan ilegalmente en Estados Unidos. Por eso estoy buscando a otras víctimas que tengan sus papeles arreglados y con ellos le vamos a dar”, indicó.

El abogado me dijo que Ali sabe muy bien que un indocumentado no tiene manera de reclamarle legalmente las transas que hace.

Ese tipo escoge a sus víctimas porque les pide como identificación su Social Security. No acepta ningún otro documento como identificación y es así como estafa solo a los paisanos “mojaditos”.

 

CAJÓN DE SASTRE

“¿Dónde están el cónsul en San Antonio, Rubén Minutti Zanatta; el cónsul encargado, Norberto Saúl Terrazas Arreola; el agregado cultural, Sergio Zapata Lozano; la responsable de asuntos económicos y comerciales, Susana Monreal Avila; el primer secretario en documentación, Luis Fernando Alva Martínez; la segunda secretaria de protección y asuntos jurídicos, Cecilia García Peña Silveyra; la de asuntos políticos, económicos, comerciales y educativos, Lluvia Paola Ponce Avalos; la de medios, Alexia Bautista Aguirre y la de asuntos administrativos, Claudia Gabriela Rico Rivera, para atender casos como el de “Andrés”?, pregunta la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “SIP, Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Es miembro de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe diariamente su columna “IRREVERENTE” para prensa y TV en más de 40 medios nacionales y extranjeros. Maestro en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras, de distinguidos comunicadores. Como montañista, ha conquistado las cumbres más altas de América.