Desde que se reformó la Constitución, cargo pistola para todos lados. Ahora, soy el hombre más tranquilo del mundo.

Antes, cuando varias veces me atracaron, sólo ponía mi cara de imbécil ante la risa del caco. Hoy el que se pase de listo se lo carga el payaso.

Se ha cumplido mi sueño de poder defenderme por propia mano. Ahora el monopolio de la fuerza no es exclusivo del Estado. Es más, el Estado puede desaparecer. Los hombres armados somos capaces de resolver nuestras diferencias sin la mediación de un gobierno corrupto y corruptor.

He aprendido muy rápido a abastecer la recámara de mi arma. También la puedo descargar en chinga. Se quedan todos de a seis cuando me ven. Mi reputación se ha ido al cielo. Soy el más rápido de este Casino.

Los contratos ya no se firman, son de palabra y la palabra se cumple. Sino el payaso se encarga.

Los políticos apostadores, todos, tenemos una escuadra en el cinturón. Jugueteamos con ella alrededor de la ruleta. Está dentro de la normalidad de la nueva vida. Nadie se espanta por ver una nueve milímetros. La moda es portar pistola con la seria convicción de que sólo la usarás en contextos extremos. O sea, cuando el otro güey ya no entendió con palabras. El dialogo se privilegia.

Este Casino es el ejemplo de la convivencia armada. Las discusiones en las apuestas son candentes, pero a lo más que se ha llegado es a que dos sujetos se apunten a la cabeza. ¿Y saben por qué nunca ha habido un disparo? Porque al ser humano le parece suficiente sentir que puede matar al otro. El hecho en sí del asesinato ya no es tan importante, a raíz de la reforma a la Constitución. Después de que los dos apostadores se amenazan, lo que sigue es reírse. El asesinato ya es de otra época. Hoy, con que me tengan miedo basta. El miedo significa respeto. El miedo evita la confrontación. El miedo está disfrazado de pasividad. La felicidad ha venido a camuflar al miedo. Y la música de BB King se ha instalado como reguero de pólvora.

Si pido una baguette me siento en una mesa a comer y pongo mi pistola como adorno. Las meseras me acompañan sólo para estar cerca de las balas. Yo la neta les valgo madres. Sé que la Reforma tiene su lado subliminal. Río con ellas y finjo que su presencia es agradable. Lo que yo quiero en verdad es acabarme la baguette para seguir apostando, entre puro mala suerte que se siente muy chingón porque sabe que le puede mentar la madre al otro y no va a pasar nada. Las groserías han perdido significado. Decir puto es como decir buenas noches. Decir me la pelas es como decir ¿tienes una pluma que me prestes? Decir vas y chingas a tu madre es como decir estoy un poco desvelado. Nadie se ofende tan fácil.

Miranda, el dueño de este Casino, me ha retado a un duelo, porque dice que es una fantasía de niño. Le digo que no porque seguro lo mato, y la nueva Constitución no se adicionó para eso, sino para que reinara la paz en este país de moribundos. Dice que le tengo miedo. Yo le digo que sí, que le tengo miedo, prefiero decirle eso que agujerarle la cabeza. La amistad vale más que el orgullo. Los apostadores son suicidas en potencia. Pinche Miranda ha abierto este Casino para cavar su propia tumba. Y quiere que yo le ayude a darle un empujón. ¡Que tome el ojete! Que se busque a otro que no crea en la iniciativa del senador Preciado.

Soy un pacifista que cree en el valor de la amenaza. Las pistolas no se hicieron para usarse, sino para contener a la maldad. Lo que quiso decir el Senador es que las armas iban a hacer la función de la magia.

Repito: en México ya no necesitamos instituciones. El muerto al pozo y el vivo al gozo. Ya no debemos gastar en policías y en soldados. Los jueces se duermen en sus escritorios porque no les llegan asuntos. Las amenazas se resuelven por anticipado. El incumplimiento se paga con la muerte. Pero hace muchos años que no hay un homicidio. La civilización nos ha sorprendido de la mano de un legislador que, seguramente, no sabía las repercusiones de su maravillosa iniciativa. Los partidos políticos lo dejaron solo y tuvo que recurrir a la movilización social. La gente salió a las calles y demandó el uso de las armas. Los políticos tuvieron que apoyar la propuesta.

Y la nueva ley resultó en un acicate. Ha dejado a todos con la boca abierta. El Senador bien pudiera ser el próximo Presidente. ¿Que no puede? Vamos, a este país cualquiera lo gobierna. Dejen de joder por el amor de dios. Ha habido Presidentes de pena ajena. Ya instalado en la silla, Preciado no tendrá que gobernar, pues el gobierno no hará falta, sólo tendrá que poner su pistola encima de la ley.

Este país viene de vivir una situación alarmante: robos, secuestros, despojos, asesinatos. Y nadie hacía nada. La impunidad era del 99 por ciento. El gobierno intermediario dejó de hacer su función, y no sólo eso, sino que se alió con los capos. Hubo gobernantes que robaron a manos llenas, y en aras de la transparencia y la democracia y los nuevos tiempos daban la cara y en las entrevistas decían que no habían robado un solo peso, que todo era una calumnia, y resultó que tenían todo el dinero en el extranjero. Habían adquirido propiedades, negocios y cuanta madre en Nueva York, Houston, Miami.

Los capos se reían de la supuesta autoridad. Decían: ¿si ellos roban porqué yo no?

La calidad moral se derrumbó, y la gente tuvo que esconderse en su casa. Atrancó la puerta y no salió hasta que permitieron el uso de armas. Esto ahora se llama “Nuevo Oeste”. En lugar de caballos hay automóviles híbridos.

Dónde está mi pistola para darle un beso.