No creo que haya hoy en día quién hablando de organizaciones modernas niegue la superioridad de las redes frente a la ineficiencia de las pirámides de autoridad. Los ejemplos abundan.

Empiezo con la materia militar. Hace un buen rato que los Estados Unidos abandonó el rigor de la estructura y la jerarquía militar para abrazar el poder de las redes. Esto lo hizo forzado por el terrorismo mundial que está organizado precisamente como una red con agentes semi-autónomos haciendo sus daños a como pueden. Estados Unidos cambió su estructura para dar mucho mayor autonomía a sus fuerzas de mar, tierra y aire. Las SOF (Special Operations Forces) son consideradas por expertos como “el nuevo sistema inmunológico al servicio del planeta”.

En materia empresarial, cobra importancia el dicho del dueño de Amazon, Jeff Bezos, quien descansa su organización en la formación de pequeñas redes de colaboradores que llama “equipos de dos pizzas”. Apple, Google, Facebook todo los modernos delegan sus tareas en  redes de colaboradores.

Para poder ganarle al PRI, yo lo estudié conciencia. En su tiempo el PRI prevaleció porque era un poder electoral desconcentrado. No era una pirámide de autoridad como cualquiera creería. Al contrario, por ejemplo, cada central obrera, tenía su propio aparato de fraude electoral, sus operadores, sus expertos, sus mapaches, y falsificadores. Estos aparatos descentralizados competían para ver quienes producían más votos. Un sinnúmero de priístas jalaban con cierta autonomía a la hora del acarreo. Lo dije hace años, si el PRI hubiera organizado el país como organizaba el fraude, México sería primer mundo.

Cuando por fin le ganamos es porque la campaña de Fox fue más una red de alianzas que un partido cerrado y vertical. Ahí hay una historia que no se ha platicado o analizado a fondo. Que Fox se cerrara después fue como un accidente, un imprevisto. Yo ni estuve allí.

Ahora estamos frente a un escenario que exige poner a consideración la cuestión del poder de las redes frente al poder de las pirámides. Estamos en 2018 y tenemos enfrente una muy complicada elección presidencial. El aspirante a dictador va arriba en las encuestas. Ya no hay margen de error. Por fin el Frente reacciona a la medida del reto que tiene enfrente.

El Frente de Anaya con el PAN, el PRD y el MCD pintaba como el inicio de una red con gran potencial. Recuerdo cuando se reunieron en Chihuahua. Fue un buen augurio. Pero luego hubo titubeos y hasta el nombre “ciudadano” perdieron. Los ataques a Anaya por parte del Gobierno les dieron credibilidad como opositores por un lado pero abrieron un boquete por otro. Andrés seguía arriba montado sobre su pirámide de idolatradores.

Hoy eso empieza a cambiar. Se ha sumado abiertamente Jorge Castañeda y no llega solo. Llegan con él muchas organizaciones no gubernamentales de activistas, intelectuales y políticos que conocen bien a Andrés y lo desprecian y detestan. Estuve conversando con Alvarez Icaza y con Rogelio Gómez Hermosillo sobre el tema. El poder de la RED llamada Por México al Frente se acaba de potenciar enormemente. 

En cambio, del otro lado tenemos una jerarquía de poder de lo más primitiva y corriente por decirle de alguna manera. En la cúspide de la pirámide autoritaria está sentado quien se cree Benito Juárez, Lázaro Cárdenas y Panchito Madero rolados en un taco mesiánico. Abajo de la cúspide se encuentran los tres hijos mayores de Andrés, el patriarca. Ellos controlan el acceso a su padre a quien consideran milagroso, cual santo. Abajo, sometidos y callados docenas de políticos descontinuados que han buscado consolación sumándose a la cargada. Sin embargo, ninguno de ellos puede hablar o expresarse sin arriesgar a que el profeta Tabasqueño les corrija la plana. Solo hay una voz, la del jefe.

Las redes son una forma más moderna de organización que las pirámides de autoridad. Aún las empresas más grandes están tratando de achatar sus estructuras, haciendo lo imposible por  facilitar la comunicación interna que conduce a la eficacia y al éxito. En las estructuras de redes flexibles y ágiles no hay mucha preocupación por el quién dice qué porque lo único que importa es lograr el objetivo. Mientras se actúe con cierta buena fe y con el objetivo en la mira no hay problema.

En cambio las organizaciones jerárquicas están muriendo como moscas, a periodicazos, por falta de adaptación a un entorno cambiante. Carecen de la flexibilidad para responder a los retos de la modernidad. Mientras las redes suman, las pirámides someten y frecuentemente restan, como cuando admiten a personajes de muy mala reputación. En cambio en las redes no hay tanta preocupación por quien se sube y quien se baja. Todos van con una misma idea del rumbo.

Jorge Castañeda garantiza que la unión de tres partidos ha tomado una nueva dimensión, como una red de alianzas políticas en defensa de un atribulado pueblo mexicano. Si lo ponemos frente a López Obrador, Castañeda solito le da el quince y las malas al ex-gente del DF. Es por eso que el potencial del frente aumenta, mientras que Andrés ya no tiene nada más nuevo que ofrecer. Se le puede sumar quien sea, pero mientras vaya a dar al centro de la pirámide, queda anulado. El caso de Alfonso Romo es una demostración de este fenómeno.

Es mucho lo que se juega y mientras Andrés apuesta a que “el pueblo” aclame a un líder abiertamente autoritario e impositivo, del otro lado está gestándose una red muy amplia que irá creciendo con todos los ciudadanos que no están dispuestos a sufrir el riesgo de un dictador o simplemente un gobernante mediocre. Es como digo una red contra una pirámide