A falta de los Hércules, Sansones, Perseos, Aquiles y otros héroes (hijos de los Dioses del Olimpo) y, ansiosos como estamos de presenciar hazañas que nosotros, los simples mortales, nunca podremos realizar, hoy, los fanáticos, los hinchas e incluso los “villa melones”, nos estremecemos y asombramos, en los estadios, con las proezas de los atletas que, en las canchas de todo el mundo, corren tras un balón, hacen del juego una gesta heroica e incrustan el balón en las redes, en un acto admirable, denominado “gol”.

 Así como en la antigüedad, el premio al valor eran las guirnaldas de oliva, las monedas de oro, el mando supremo de un reino y el amor de una doncella, hoy, el premio al arrojo, es una copa, no necesariamente de oro, pero con un valor intrínseco incalculable, y millones de dólares, además de la fama en los medios, impresos y electrónicos, y en las redes sociales, junto con la admiración y respeto de la gente común y corriente y el amor.

 En aquellos tiempos, cuando el honor valía más que cualquier cosa, los Gladiadores tenían que desafiar grandes pruebas de valor y tenacidad.

 Los futbolistas de hoy, son los Gladiadores que, otrora, según la leyenda, desafiaban tempestades, marítimas y terrestres; bestias salvajes, criaturas de un solo ojo o con cuerpos de hombre y cabeza  de toro, o monstruos de siete cabezas y alguna  mujer, en cuya cabeza, en lugar de cabellos, tenía cientos de serpientes y que, quienes la veían de frente, se convertían en piedra

 Son los nuevos gladiadores, los héroes de carne y hueso, el asombro de multitudes; hombres, capaces de lograr hazañas que vivirán por siempre; los que, hoy, ya no tienen que pelear, en la arena, con tigres salvajes o bestias monumentales; no es necesario que venzan al Minotauro, que le corten la cabeza a la Medusa, o participar en carreras de carruajes jalados por caballos.

 Según los expertos, analistas, cronistas, periodistas especializados, aficionados en general y uno que otro Director Técnico, el mejor de todos ellos y el más grande de todos los tiempos, es Lionel Messi, argentino de 28 años, nacido en Rosario y jugador del Barcelona; equipo, con el que ha ganado todo tipo de trofeos, premios y reconocimientos.

 Ha obtenido cinco veces El Balón de oro, de la FIFA; con el Barcelona, ha ganado ocho títulos de Liga y cuatro de La Liga de Campeones de la UEFA; cuatro títulos de la Copa del Rey; ostenta los récords por más goles en la historia de La Liga (312), en una temporada (50), en un año (91), en un partido de La Liga de Campeones (cinco) y en más temporadas de Liga de Campeones (cinco).

 De hecho, se puede afirmar que sólo le falta ganar, con la Selección de su país, una Copa del Mundo y una Copa América; lo cual, no se descarta, ya que, por su edad, se considera que aún le faltan varios años de carrera.

 En pocas palabras, al igual que con el Rock and Roll, el futbol  no tiene la culpa. A todos los simples mortales, que jamás veremos nuestros rostros en las pantallas gigantes, ni en repeticiones instantáneas,  nos gusta recrearnos en proeza que nunca seremos capaces de realizar aunque, también, como afirma Jorge Valdano, “el futbol es lo más importante de lo menos importante”.

 En pocas palabras, se puede afirmar que Messi posee las suficientes cualidades para luchar contra un león, sin más armas que sus propias manos (o pies), o con la mandíbula de un burro, y derribar los muros de un templo filisteo; navegar en el océano y desafiar la tormenta provocada por Poseidón;  salvar a Andrómeda,  cortar la cabeza de la Medusa y rescatar el Vellocino de Oro. El chiste está en hacer que parezca fácil.

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