Hace unos días, en el vuelo 162 de Aeroméxico: Ciudad de México-Culiacán, me tocó el asiento detrás de dos conocidos políticos, aún priistas; digo aún, porque todavía no se definen las candidaturas al senado y cámara de diputados.
Cuando ellos abordaron, yo estaba ya acomodado; iba solo; el tiempo de vuelo sería de dos horas, aproximadamente.
Cansado por mis actividades del día, me acomodé para tratar de dormir un rato. Al intentar hacerlo, escuché una conversación entre mis dos vecinos de enfrente: criticaron, cuestionaron, intrigaron, inclusive, ponderaron. Al inicio de esto último poco entendí, pero, chismoso que es uno, puse atención al resto de la conversación.
Sin el permiso de ellos, trataré de acordarme y hacer un resumen de lo por ambos dialogado; no recuerdo quién dijo una cosa y quién otra. Lo diré todo junto, sin separar.
De los otros asuntos que comentaron, sé lo que cada quién dijo, pero callaré; no es tema; por ahora.
Bien, solo hablaré de esto; lo que motivó mi curiosidad. Palabras más, palabras menos, apuntaron:
Que el 4 de marzo pasado, el PRI cumplió 88 años de edad; que durante todo ese tiempo el partido ha arropado entre sus filas a un incalculable número de políticos; muchos de ellos han sido transitorios, efímeros y convenencieros, que con él tiempo, unos han salido por el patio de atrás y otros por el pasillo de la basura.
¡Ah caray! Esto se va a poner bueno, pensé. Cuando oí la palabra convenencieros, me dije: estos ya se están mordiendo la lengua.
Comentaron que el tricolor tiene muchos militantes, pero son muy pocos los que se la juegan con lealtad y convicción; algunos solo están vivos mas no activos, y que el estar vivo no solo significa que tengan vida, que sí la tienen, y muy onerosa, en la administración pública municipal, estatal y federal; pero vegetativa su labor partidista.
¡Muy cierto! Comenté en voz alta. Uno de ellos volteó y me hice el dormido. Después de una breve pausa continuaron.
Se quejaron de que el PRI, desde hace tiempo, ha sido el partido cantera de la oposición. Que sus disputas internas han llevado en el pasado y presente electoral a cuadros que se formaron en sus filas, incluso ocuparon cargos de elección popular bajo sus siglas, a aceptar espacios en partidos antagónicos a él.
¡Qué cantera de la oposición, ni qué nada! A esos les dicen traidores; deliberé en silencio.
Hicieron alusión de que hasta Andrés Manuel López Obrador tiene un fuerte pasado tricolor que no se quita ni con orines de zorrillo.
En ese momento, una de las azafatas llegó con el carrito de servicio y me preguntó si deseaba algo de tomar. Le pedí un vaso con agua. En esa interrupción, perdí el hilo de la conversación.
Cuando retorné al diálogo, este seguía su curso; agudicé el oído y escuché:
49 años de fidelidad, sí, casi medio siglo; son muchos años militando y aportando. La mayor parte de sus éxitos en la vida, se los debe al PRI, y este le debe a él: su lealtad, congruencia, disciplina; el siempre estar y ser protagonista, pero, sobre todo: el ser defensor de sus colores y militantes.
Me quedé intrigado. En esa distracción le habían dado un pequeño giro a la plática y me había perdido. No sabía de qué o quién hablaban.
Se refirieron a un político que había sido Gobernador de su estado natal, diputado federal en dos ocasiones; igualmente, senador en dos momentos; presidente de la cámara de diputados y que lo fue también de la de senadores, así como coordinador parlamentario de la bancada del PRI en la cámara de diputados.
Al escuchar esto último, empecé a sospechar.
Apuntaron: que tirios y troyanos le reconocen ser un político que sabe ser duro e implacable, pero conciliador, terso de mano suave y finos modales.
Hablaron de un hombre elegante, de buen vestir y bien hablar. Que sabe moverse en los túneles de la política con olfato de elefante y memoria de Delfín. Que entreteje fino para acordar y pactar. Sus liderazgos en el congreso de la unión dan testimonio de ello.
Caliente, caliente, me dije.
Manifestaron que los disidentes de su color, lo ponderan; los de la izquierda y derecha, lo reconocen. Es un político que sabe respetar lo acordado y que por convicción, una de sus principales virtudes: hace ley su palabra empeñada.
No sabía con certeza de quién se trataba. Mi sospecha era grande, cuando anunciaron que estábamos a punto de aterrizar.
Volví a la carga al momento en que asentaron:
Es un personaje de estrategia, eficaz, astuto e inteligente, que parece haber salido de los apasionantes renglones de El príncipe de Maquiavelo.
El avión aterrizó y lo último que alcance a escuchar, fue:
Es un político que teje fino. Un hombre de lealtad probada. Sin duda el político más experimentado de México. El inconfundible “zoon politikón” (“animal político”) de Aristóteles.
Antes de bajar del avión, reflexioné: estos cuates están cautivados y fascinados; sin duda deben de tener un tatuaje con su nombre, mismo que me perdí. Y todo por un “pinchi” vaso con agua.
Recogí mi maleta; tomé un UBER; a los 20 minutos llegué a casa; saludé y agarré mi computadora; escribí algunos datos escuchados; le di “enter” y sí, claro que sí, efectivamente, ¿quién más podría ser? Manlio Fabio Beltrones Rivera. El hijo pródigo de Villa Juárez, Sonora. El después de Plutarco Elías Calles.
Hoy, le arremeten de nuevo, lo quieren linchar por algo que no cometió. Se dice que el fuego viene de la misma casa, pero de diferente habitación.
Me pregunto: ¿Dónde están el PRI y sus priistas contestatarios que parecen haberlo abandonado? ¿Dónde están los priistas beneficiarios de su oficio político? Lo han dejado solo. ¿Dónde están mis compañeros de viaje que tanto lo adularon?
La voz leal de Heriberto Galindo, en su videocolumna de SDP noticias, es la única que se ha escuchado.
Desde Milenio, periódico, y desde la trinchera “morenista”, Ricardo Monreal, su amigo, lo “apapacha”, lo reconoce y le manda una velada señal; misma a la que se suma Yeidckol Polevnsky, presidenta de MORENA.
Los demás, han guardado un silencio sepulcral. No cabe duda que los tiempos difíciles alejan a los falsos aliados.
Según Monreal: “El más romano de los legisladores y políticos mexicanos”, enfrenta hoy, en el “anfiteatro de la política”, una cruenta batalla. Saldrá adelante. No es la primera, ni la única, ni será la última vez que lo hace.
Doña Beatriz, Orestes y Alcides, desde donde residen, seguramente, están cada vez más orgullosos de él.