Del periodismo se esperan muchas más cosas de las que uno creería a primera vista: la más evidente, que informe de lo que acontece diariamente; asimismo, que informe de la manera más objetiva posible, es decir, libre de edición, distinguiendo verdad de falsedad, charlatanería y hechos sobrenaturales de la realidad; al mismo tiempo, se le pide que forme opinión, que exhiba lo que los actores sociales callan y que, de ser posible, lo haga de forma imparcial.

Es decir, del periodismo se pide una infalibilidad casi divina, al mismo tiempo que se le pide una humildad casi franciscana. Resulta que no sólo debe informar, sino que, al informar, el periodista debe brindar opiniones objetivas. Esto es un oxímoron.

Por otro lado, si se quiere un periodismo bueno, en los límites de lo humano y lo posible, debe buscarse un periodismo honrado. De que existe, existe. Este gran medio es el mejor ejemplo a nivel nacional: cuando se ha equivocado, ha extendido sus disculpas a quien ha resultado afectado. Además, es plural como ninguna otra plataforma. A grados excesivos, quizás.

Así, The Guardian, el periódico inglés que en la primera mitad de agosto acusó falsamente a la señora esposa del presidente de la República de usar un departamento de un contratista en Miami y que perjudicó la imagen de todos los envueltos en la nota, se disculpó de forma oportuna y ahora está en una negociación (que no le saldrá barata) para resarcir el daño moral que causó a las personas cuya imagen lastimó.

Es decir, un medio honesto no debe ser perfecto. Al tratar de publicar de forma permanente notas ciertas, objetivas y formadoras de opinión (lo que está bien como ideal), caerá en graves errores como le sucedió al diario referido. Lo correcto es disculparse.

En México, con excepciones honrosas como SDP Noticias, los medios son soberbios por naturaleza. Y de forma más marcada lo son aquellos que se proclaman “independientes del poder” (como Proceso o La Jornada) y que sólo tienen lectores entre las filas del resentimiento, pues sus artículos son, en casi la totalidad de las veces, textos viscerales que agreden a todo tipo de personas sin considerar el menor rigor profesional ni ético. Como pasó con Proceso en el texto que dedicó al actual comandante de la Policía Federal y al cual sus reporteros, a pesar de que ya se evidenciaron todas las mentiras que se dijeron, defienden a costa de todo. Para mayor referencia, puede consultarse la columna de ayer de don Federico Arreola aquí.

Así, al día de hoy, ninguno de los medios que reprodujo y dio por cierta la información de The Guardian al respecto ha salido a expresar las muy deseables disculpas y a ofrecer resarcir el daño moral a los involucrados de acuerdo a las leyes mexicanas. Ojalá no tarden mucho y aprovechen esta oportunidad para dar un ejemplo de lo que debe ser el periodismo excelente, eso que digo en el artículo y cuerpo de este texto: honrado, no infalible.