El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha invitado en varias ocasiones a la población a ejercer los derechos políticos a través del voto razonado, no por medio del enojo. Lo mismo han solicitado el candidato oficial, José Antonio Meade, y sus voceros. Por su parte, algunos candidatos, como Ricardo Anaya, han llamado a emitir el voto como producto de la comparación entre los diferentes proyectos y propuestas de cambio. (Es esa acción que los asesores y estrategas llaman "contrastar"). En resumen, esas expresiones de los líderes políticos, sugieren ir a las urnas movidos por una decisión informada, con conocimiento de causa, no por las emociones ni por los afectos. Pero éste no es un asunto que se resuelva con colocar al cerebro por encima del corazón o del hígado. Es un proceso, por el contrario, que se da de manera integrada. Los de la razón y la emoción son procesos codependientes.
En el fondo, el pronunciamiento de los beneficiarios del sistema o de quienes han resultado favorecidos por el régimen de privilegios, consideran que la razón es más valiosa que la emoción. Lo dicen de manera intuitiva y sin fundamentos: "No voten enojados, porque pueden cometer un error", dice el discurso del "establishment". En la más lamentable de las piezas oratorias, y con gritos, José Antonio Meade, candidato del oficialismo, dijo en su cierre de campaña algo así como: "asuman las consecuencias de sus decisiones". Sin embargo, la lógica de la política tecnócrata, como producto del razonamiento, pierde de vista que la participación ciudadana, y de cada uno de las personas, en particular, se mueve simultáneamente tanto en el plano cognitivo como en el emotivo
La literatura de cierta tradición científica en Psicología, por ejemplo, considera que el vínculo entre los procesos racionales y los emocionales son mutuamente influenciables, debido al ingrediente de interpretación que está implicado en ellos. Desde las llamadas Ciencias cognitivas, Ortony y colaboradores, por ejemplo, señalan que tanto las emociones positivas (el júbilo, la alegría) como negativas (el enojo, la tristeza), son producto de una condición de origen racional, porque las interpretamos, las pensamos. Quizá lo más relevante de esta teoría, es el reconocimiento de que los procesos cognitivos y emotivos, constituyen dos caras de la misma moneda. "¿Por qué experimentamos emociones? ¿Cómo conducen exactamente nuestras interpretaciones del mundo a (las) diferentes emociones y a emociones de distinta intensidad? ¿Cómo se relacionan las diversas emociones entre sí? A pesar de haberse llevado a cabo una extensa investigación sobre las emociones, estas preguntas todavía no han obtenido respuesta. En La estructura cognitiva de las emociones Andrew Ortony, Gerald L. Clore y Allan Collins presentan una explicación sistemática y detallada de la generación cognitiva de las emociones. Proponen tres aspectos del mundo ante los que reaccionamos emocionalmente: los acontecimientos que nos afectan, las acciones de aquellos a los que nosotros consideramos responsables de dichos acontecimientos y los objetos. Estas tres clases de reacciones desembocan en tres tipos de emociones, que se basan en diferentes evaluaciones realizadas en función de distintos tipos de representaciones del conocimiento. Los autores presentan las características de un amplio espectro de emociones y ofrecen propuestas concretas acerca de los factores que afectan a la intensidad de cada una de ellas. De este modo, deslindan claramente las emociones en sí del lenguaje de la emoción... Se trata de la primera descripción sistemática y global de las cogniciones que subyacen al amplio espectro de las emociones humanas." (1)
Recuerdo que en alguna ocasión tuve oportunidad de compartir estas ideas, en una conferencia acerca de las relaciones o vínculos estrechos, existentes, entre los procesos cognitivos y los factores psicoafectivos en el aprendizaje escolar, específicamente en el ámbito del pensamiento matemático de los niños y jóvenes; donde utilicé, como analogía, el péndulo de Newton, cuya imagen en acción constituye una herramienta didáctica que permite describir, con claridad, la relación entre ambos procesos: El ir y venir entre los racional y lo emocional.
Con el péndulo de Newton se puede mostrar que el movimiento de los cuerpos es mutuamente influenciable desde un extremo a otro, con fuerza mínima, a partir de varios objetos suspendidos en el espacio. De ida y vuelta, el extremo "A" mueve al grupo casi con la misma fuerza que lo hace el extremo "B", sin que los cuerpos del centro aparentemente se impacten, (ver video abajo). Si imaginamos que estos extremos representan, por una parte, los procesos de la razón o del pensamiento, y del otro, los de la emoción o del afecto, apreciaríamos que ambos procesos estarían mutuamente determinados. La analogía es de tal manera ilustrativa o gráfica que nos permite así mismo comprender que, así como sucede con ciertos procesos físicos (relaciones entre masa, fuerza y movimiento), existen también procesos psicológicos (relaciones entre lo cognitivo y lo socioafectivo) que se desarrollan de manera semejante, sucesiva y simultánea.
Las decisiones que se toman, por parte de las personas, pueden tener un origen emocional con consecuencias cognitivas, y a la inversa, las decisiones que se asumen a partir de una estrategia cognitiva, derivan en resultados o impactos emocionales. ¿Qué mueve a las personas a votar, entonces, por una u otra opción política? Los ciudadanos pueden tomar una decisión, frente a la urna, tanto a partir de motivaciones emocionales como de movilizaciones intelectuales, y ambas estarían mutuamente interconectadas, es decir, no serían independientes. Es una lógica bicausal.
Aunque no existen mediciones precisas ni sistemáticas acerca del ánimo social, lo cierto es que la población se mueve, en términos generales, a partir de esquemas emocionales. Si bien es cierto que la racionalidad política solicita que la elección de candidatos o de coaliciones, a través del voto, se lleve a cabo de manera "inteligente", en realidad esa invitación puede convertirse en un "llamado a misa". Estamos enojados, irritados, molestos con el desempeño y las actitudes de los gobiernos mexicanos de las últimas décadas y, sin embargo, vamos a ejercer nuestros derechos políticos de manera consciente; esto es, en forma racional y emocional. Es falso que exista una dicotomía o una relación de opuestos, como si fueran islas, entre las decisiones racionales y las emocionales. No. Lo que sucede en realidad es que ambos fenómenos van de la mano.
Así es que, estimado ciudadano, estimada ciudadana, vaya a votar este domingo con toda tranquilidad, con toda convicción, y no se sienta culpable si su voto es motivado por el análisis racional de las distintas opciones políticas, o si lo hace con el hígado y el corazón. De cualquier modo, siéntase cómodo porque la razón y la emoción son como dos gotas del mismo vaso.
(1) Andrew Ortony, Gerald L. Clore y Allan Collins. La estructura cognitiva de las emociones, Ed. Siglo XXI, 1998.Video: El péndulo de Newton.