Seguramente hoy sabremos quién va a ser el próximo gobernante de nuestro país para los siguientes seis años. A la hora que lea esta columna, quizá se esté destapando el candidato del PRI a la Presidencia de México.

Nunca he sido priísta ni tampoco tengo filiación partidista, aunque siempre he votado por la izquierda.

Técnicamente el PRI es un partido de izquierda, está afiliado a la Internacional Socialista. Quizá el partido, en los años de Lázaro Cárdenas, sí estuvo comprometido con la defensa de estos ideales, pero históricamente fue cambiando a ser populista, tecnócrata, hasta llegar a ser un Frankenstein integrado por miembros de muchas corrientes, gremios y sindicatos que tienen como fuente de energía vital el dinero.

 ¿Por qué estoy seguro de que va a ganar el PRI?

 El Frente Ciudadano por México es otro Frankenstein, pero más retorcido, por ejemplo, el PAN es históricamente un partido de derecha, que rechaza conquistas sociales como el aborto, el matrimonio igualitario, la educación laica y la libertad de culto.

 No tengo claro que el PRD sea aún un partido de izquierda, es más una organización política de pobres que se hicieron con un poco de dinero y quieren tener más.

Lejos ha quedado la lucha por los pobres o la oposición a las políticas económicas que sólo benefician a unos cuantos.

 Muestra de ello es que los principales candidatos del Frente, tanto Miguel Ángel Mancera como Ricardo Anaya, son señalados como empresarios que se han beneficiado con los negocios que han cultivado bajo el amparo del poder y sus relaciones.

 Anaya ha tenido inversiones redituables desde que fue diputado federal y Mancera ha aumentado su fortuna familiar, el negocio de los Bisquets y se le suma la modificación del reglamento de tránsito y el de ecología para recaudar millones que nunca se han transparentado.

 El otro integrante del Frente es Movimiento Ciudadano, un oportunista que se adhirió al Frente para crecer políticamente, pero es una franquicia que tiene dueño.

Estoy seguro que hay varias carpetas, bien gruesas, en Gobernación de los negocios de cada uno de los miembros del Frente, porque no sólo han sido descuidados, sino descarados.

No veo cómo van siquiera a lograr un candidato de consenso y, de hacerlo, muchos de los sus militantes y simpatizantes seguro se decepcionarán.

Del otro lado de la oferta política está Andrés Manuel López Obrador y su partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Tendría la esperanza de que ganara, pero veo dos cosas muy tristes en ese órgano político: primero, es un movimiento de una persona; Andrés es Morena y si algo le pasara --como cuando en medio de la discusión de la Reforma Energética le dio un infarto--  el asunto se complica.

No hay otra figura visible, los otros liderazgos están subordinados al líder omnipresente. Me gustaría que no fuera así, que Morena fuera un partido que impulsara ideas y que diera cabida a muchas voces que no fueran opacadas por un sólo líder.

Segundo, este líder es su propio enemigo, en un México con muchas formas de pensamiento que cambian de comunidad en comunidad, todo es duramente criticado y se siembra el miedo de manera muy fácil. Andrés es un humano iracundo y dicharachero que, en cualquier momento, dice o hace algo que le hace perder la confianza de muchos indecisos.

En cambio el PRI es un viejo maldito que disimula muy bien sus errores. Enrique Peña ha sido uno de los peores gobernantes de México.

Basta recordar las cifras de violencia e inseguridad, los datos económicos, las promesas rotas como la disminución del precio de las gasolinas, la electricidad o el gas. Incluso el gran error que no permitió que hubiera un tren de Querétaro a la CDMX porque se canceló al descubrirse el asunto de la Casa Blanca.

Es verdad que al menos, el presidente estuvo más o menos a la altura de las emergencias naturales que han sacudido el país, como las inundaciones en Acapulco por los huracanes Ingrid y Manuel o los recientes sismos.  Actuó bien, al menos mejor que los partidos del Frente, pues los damnificados no han visto un sólo peso de su supuesta donación, pero sus empleados sufrieron doblemente, pues los corrieron para “donar” ese dinero.

El PRI va a ganar, porque tiene una gran chequera abierta, porque tiene más experiencia en convencer, porque los candidatos del Frente son igual o más corruptos que ellos, porque AMLO es su propio enemigo.

Es triste, ni siquiera tengo esperanza que el próximo priísta lo haga mucho mejor, lo único que puedo esperar es que sea menos malo que Enrique Peña.