No acostumbro utilizar el término pejezombi contra los seguidores del perdedor nato Andrés Manuel López Obrador, que fuera candidato presidencial de la izquierda en julio pasado; sin embargo, una revisión de la filmografía italiana de las décadas de los 70 y los 80, vía You Tube, me convenció de que el calificativo les quedó hecho a la medida.
Veamos: el concepto moderno que conocemos de muerto viviente se lo debemos al director gringo George A. Romero, gracias a su clásica cinta en blanco y negro de fines de la década de los 60 (aunque hay una versión a color que no convence) titulada La noche de los muertos vivientes; pero el de zombi le corresponde a su colega de Italia Lucio Fulci.
A Lucio Fulci le tocó dirigir a mediados de los 70 la cinta Zombi, que en algunos países titularon como Zombi II, como si se tratara de la secuela de la de Romero. En realidad, no existe ninguna relación entre ambos filmes. En los 70, el director norteamericano colaboró con el maestrazo italiano Darío Argento para filmar la segunda parte de la saga.
De cualquier forma, las secuelas de una y otra historia (muertos vivientes y zombis) no han parado hasta la fecha. Lo importante son las reacciones de unos y otros personajes. Los muertos vivientes de Romero lo son por culpa de desperdicios químicos que accidentalmente se dispersan en un cementerio; los zombis, en cambio, son personas fallecidas que cobran vida por obra de ritos de vudú, una especie de magia negra que se practica en algunas islas caribeñas, pero cuyo origen es africano.
Tenemos, pues, que el zombi no es un muerto que revive por culpa de un producto químico, sino que es animado por el poder de otro personaje que invocó a las fuerzas malignas para volverlo a la vida. Aquí es cuando –en México— sale en escena el pejezombi, ese que actúa a capricho del que le dio de nuevo la vida y que no es otro que El Peje.
Así, a los pejezombis los manejan por multitudes para que se lancen en contra de todo lo que tenga vida y se cruce por su camino, ya sean priístas, panistas y hasta perredistas que no comulguen con su religión (algunos moderados también suelen caer en sus garras). Por supuesto, no se quedan ahí: también atacan a periodistas, académicos, intelectuales y gente común y corriente que tiene la desgracia de no compartir su credo.
Los pejezombis se crearon después de la elección presidencial del 2006, pero saltaron a la fama este 2012, caracterizándose por su agresividad contra todos los demás que no le rinden culto al mesías tropical. Durante toda la campaña y en este periodo poselectoral la violencia verbal ha sido más que evidente.
El tabasqueño López Obrador, creador de los pejezombis, en ningún momento se ha deslindado de las manifestaciones violentas de sus simpatizantes que lo siguen incondicionalmente; al contrario, le atiza al fuego con incendiarias declaraciones que no pasan de ser descarados chantajes a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Así, la dirigencia perredista suelta lo del petate del muerto del “estallido social” como para calcularle el agua a los camotes.
Lo más seguro es que el “estallido social” sí se va a dar, pues todo indica que la validación del triunfo de Enrique Peña Nieto se hará realidad en unos días más. ¿Va a azuzar El Peje a las hordas de pejezombis para que cometan desmanes cuando los magistrados del TEPJF lo saquen de su error y le hagan notar que perdió de nuevo la elección por una diferencia de casi 3 millones y medio de votos?
En todo caso, ¿hasta dónde van a ser capaces de llegar López Obrador y sus pejezombis?