Desde hace tiempo representativos de distintos grupos de izquierda han instalado en un sector de la opinión pública una serie de opiniones que vale la pena debatir. La mayoría dice tener la fórmula para derrocar a la burguesía e instaurar una sociedad que acabe con la explotación del hombre por el hombre. No obstante, estos grupos pasan por alto la realidad nacional, no explican las causas de por qué esa izquierda no es seguida por los obreros, los campesinos, por la juventud, por las amplias capas de la población que han sufrido las consecuencias de la concentración de la riqueza, de la falta de empleo y de la violencia de clase. En cambio, esta izquierda un día sí y otro también se dedica a expresar su total desacuerdo con las políticas públicas del actual gobierno federal. Esta es, pareciera, su única razón de existir. 

Se acepte o no, estas formas de pensar y de ver las cosas son la causa del imparable decrecimiento de esta izquierda radical. El desafío que implica transformar el país pasa necesariamente por un esfuerzo por buscar la unidad, respetando la pluralidad de opiniones, buscando los puntos centrales de las coincidencias políticas y programáticas, haciendo análisis serios sobre el momento que vive el movimiento popular que rompió con el priismo el 1º de julio del 2018, ubicando al adversario principal y, sobre todo, participando al lado de las luchas sociales y políticas del pueblo. Le haría muy bien a esta izquierda estudiar el significado y los alcances de las alianzas políticas que hoy sólo han llegado a la defensa de una vida democrática.

Lo que hoy expresan los representativos de esta izquierda no es la reflexión, el interés por agrupar y consolidar esfuerzos colectivos. La mayoría de estas expresiones trata de imponer su pensamiento, de aplastar la opinión de todo aquel que no comparta las tesis o las ideas de tal o cual persona o grupo. Se burla de lo que vive el país, adjetivan las funciones del gobierno, lo llaman entreguista, proempresarial, sometido a los oligarcas, convertido en la mafia del poder. ¿Por qué ese odio a quien recibió el 53% de los votos el 1º de julio del 2018 y hoy tiene el apoyo del 84% de la opinión popular? ¿Es un seguidismo acrítico, irresponsable o estúpido el que le da el pueblo y por eso la campaña irracional de la oposición derechista y de los ultras de la izquierda radical?

¿A quién traicionó este gobierno? ¿Traicionó a la clase obrera, a los campesinos, a los trabajadores? ¿Hubo algún compromiso de su parte para que los izquierdosos del país le echen en cara que su gobierno es más de lo mismo, que está fortaleciendo al gran capital, que abandonó los ideales de los trabajadores, especialmente los de aquellos que ansiaban un nuevo sistema económico y social?¿Se ha rebasado el presidencialismo, el papel del jefe, del caudillo, y las masas ya se conducen  poniendo al frente una cultura libertaria expresada parcialmente en el artículo 39 constitucional? ¿Es o era posible dar un salto histórico hacia una sociedad sin clases cuando falta organización política en la gente?

No se ha hecho el análisis necesario sobre las condiciones objetivas y subjetivas, no hay nota del estado orgánico, político e ideológico del sujeto que históricamente tiene en sus manos esta tarea. No se ha discutido la estrategia y la táctica, no se sabe a ciencia cierta quiénes y cuantos son nuestros aliados, el espíritu de lucha de los obreros, de los campesinos, de la clase media. No se observa cual es la actitud de los 30 millones de electores que votaron por el actual proyecto democrático que vive el país. Tampoco se ha estudiado si existe la disposición de estos sectores para rebasarlo y hacer suyo el que acabe con la existencia de explotadores y explotados

Si la izquierda se plantea derrocar a la burguesía, debería empezar por hacerse, por lo menos, una autocrítica. Hay que conquistar a las masas, a los obreros, campesinos y otros sectores populares. Para construir el partido que sea capaz de derrocar a la burguesía hay que ir más allá de las proclamas.  Hay que pasar de las palabras a los hechos, recoger los sentimientos, las demandas, los avances que el pueblo ha logrado con sus luchas, con su movilización. La democracia decía Lenin “no suprime la opresión de clase, lo que sí logra es que la lucha de clases sea más pura, más amplia, más abierta. Cuanto más democrático sea el régimen político, tanto más claro será para los obreros, para los trabajadores, que la raíz del mal está en el capitalismo, y no en la falta de derechos” (*) Entonces, trabajemos en serio para lograr este objetivo. ¡Ya basta de andar humedeciendo la polvorita!

(*) Lenin, Sobre la caricatura del marxismo y el economicismo imperialista