Si las señales corresponden con los hechos, téngase la seguridad que el nuevo gobierno de Puebla está gestando una revolución.

Por lo menos en lo tocante a combate a la corrupción en las altas esferas, en las que generalmente no pasa nada, salvo cuando se trata de venganzas políticas.

La corrupción es una de las grandes promesas de los gobiernos emanados del partido Morena, y la que más hondo a calado entre la población.

De su cumplimiento no sólo depende su eventual legitimidad, sino su refrendo en las próximas elecciones.

Miguel Barbosa Huerta está haciendo lo que ningún gobernador había hecho en Puebla: investigar al gobierno saliente.

El mensaje parece ser contundente: con él no hay intocables. Sean quienes sean y del partido que sean.

Los usos y costumbres del viejo régimen obligaban a una especie de “complicidad tácita” entre el gobierno entrante y el saliente.

Resumido en aquel dicho que infundía temor: “Los carniceros de hoy serán los marranos de mañana”.

Entonces complacientes se recomendaba, para qué meterse en líos. Lo importante era aprovechar el puesto para coaccionar y seguir trepando.

La metáfora de los carniceros y los marranos fue muy popular en los tiempos álgidos e incontenibles del finado Rafael Moreno Valle Rosas.

En los bebedores matinales no faltaba el que se acercaba y susurraba: “no te aflijas que los carniceros…”.

Sin embargo, y a juzgar por los primeros movimientos del gobernador Barbosa Huerta, todo indica que ese pasado de complicidades característico entre la clase política no sólo ha quedado atrás, sino que puede ser investigado y castigado.

La repentina renuncia-separación del cargo, de quien hasta la semana pasada fuera titular de la secretaria de la Función Pública (antes contraloría), parece ir en ese sentido.

En lo que puede ser considerado un acto de inclusión administrativa, la funcionaria fue ratificada en el puesto no obstante ser parte de grupos anteriores.

Recordemos que Barbosa Huerta en su discurso de asunción prometió auditar las administraciones pasadas ante la sospecha de desvío de recursos y malos manejos administrativos.

Se cuenta de un caso en particular (una dirección) en la que su titular tenía en los cajones de su escritorio la peregrina cantidad de diez millones en efectivo (por lo que se pudiera necesitar).

Al parecer la titular responsable de llevar a cabo las auditorías de ley se enfrentó a un dilema ético-político.

Decidir entre lo que en ceremonia de ley protestó cumplir y hacer cumplir: la Constitución; o mantenerse leal a los viejos grupos. Al parecer optó por lo segundo.

La corrupción debe sr tomada en serio. Tolerada o mal gestionada puede socavar la legitimidad y derrumbar gobiernos.

Si se le combate y persigue es una excelente oportunidad para introducir reformas y fortalecer las instituciones de la democracia.

Pero hay un dato que no es suficientemente ponderado: tratándose de países y naciones en proceso de desarrollo. Como el mexicano.

Una buena gestión, con base en parámetros democráticos, redunda en mejores indicadores de crecimiento económico y de bienestar en las personas.

No lo digo yo es el resultado de estudios académicos robustos, los que han llegado a la concusión que los gobiernos democráticos aumentan el PIB entre 20 y 25 % en el largo plazo.

Ya sabemos que el PIB por sí mismo dice poco para los sectores más bajos de la pirámide, pero es la base para una verdadera justicia redistributiva. (Sin dinero no hay qué distribuir).

Si las cosas siguen como van, podemos tener no sola una buena gestión de gobierno en la persona de Luis Miguel Barbosa, sino la creación de una base sólida para el crecimiento sostenido de mediano y largo plazo.

Hay que disipar el discurso interesado de que está enfermo y cansado y de que no puede gobernar.

Por lo pronto tiene lo fundamental, el apoyo unánime de prácticamente todo los sectores y grupos, incluyendo una buena parte de panistas, lo que quieren a Puebla.

Y eso no es poca cosa.