Esperando que en algún momento de nuestras futuras vidas podremos dar un vistazo atrás y agradecer el continuar en el camino…

Mientras tanto seguimos en la época del confinamiento, ¿podremos renacer con nuevos y mejores bríos como humanidad?

La soledad nos abruma y las noticias que día a día nos llegan son terribles, nuestros familiares, amigos, parientes; ídolos van pereciendo uno a uno o a veces en racimos, es inevitable sentir temor y ansiedad ante los hechos palpables a nivel mundial…

¿Podremos recordar la edad dorada del hombre?

¿Cuántas veces antes la humanidad se sobrepuso a la adversidad teniendo como escudo el amor universal?

¿Alguna vez hubo tal premisa?

A más de ocho meses, el virus avanzando sin tregua como desgracia empapa toda la tierra, cada brote o rebrote suma gotas más al vaso creciente de ansiedad, angustia y temor, hay un enemigo invisible llenando de veneno los cuerpos, las almas, destruyendo los lazos forjados durante siglos, la soledad abrumadora y letal, el miedo al abrazo fraterno, la notable falta contacto físico merma nuestras fortalezas, el ser humano necesita del contacto para sobrevivir, hoy más que nunca el miedo es el enemigo a vencer.

Los malos augurios y la predisposición han logrado alejarnos cada día más, el miedo latente al contacto físico es creciente, ¡No te acerques, no te toques, no te atrevas! Ni siquiera podemos despedir a nuestros muertos; la importancia de los abrazos y las despedidas.

Miedo animado desde una pantalla que nos indica severamente el comportamiento al que debemos sujetarnos, la destrucción de los lazos entre humanos parece ser la verdadera arma de quien comenzó la debacle, marco ideal, escenario de fantasmas recurrentes que alejan la intención del abrazo para saciar la necesidad de cariño, la misantropía dictatorial nos obliga a una soledad impuesta, el ayer alejándose, sumándose a un pasado lejano que nos duele en la memoria…

La acidez y amargura va acumulándose al interior, reemplazando el amor filial y las sonrisas dispuestas, el sol tibio no alcanza para llegar a los recónditos miedos donde permanecemos enclaustrados, cada vez más vulnerables nos acurrucamos cuál feto en el vientre materno a la espera de la muerte, casi zombis, criaturas medrosas con ojos ansiosos recorren las calles en busca de alimento para los enjaulados…

La promesa de una vacuna que alivie los males es quimera para algunos, promesa para otros, la trama hollywoodense en su máximo esplendor hoy se posiciona a la entrada de cada hogar, no hay respeto por estatus, edad o género, el camino abierto espera a quién ose desacatar la regla impuesta; poderes oscuros y pandemia en contubernio celebrando contrato sin augurio de redenciones o promesas de enmienda, sueño leve convertido en pesadilla el regreso pronto a la caverna oscura de donde salimos…

La existencia se quiebra ante un acontecimiento que nos despoja del poco sentido al que nos aferramos para perdurar, el terror y la vulnerabilidad nos hace alzar la mirada buscando clemencia, buscando en el firmamento una respuesta.

Calculada con años de antelación ésta soledad aceptada a regañadientes ha llenado los bolsillos de sus creadores, destruir esos lazos que vinculan a los sujetos entre sí y con ello modificar la experiencia individual de la realidad; crear el escenario idóneo donde cada humano construye su experiencia singular, única y latente, cuando la realidad muestra a las individualidades muriendo aplastadas bajo el peso del espanto colectivo.

Un espanto aún mayor nos aguarda, ese terror que inevitablemente se afianza en nuestro pecho al atrevernos a asomar al negro abismo de nuestro inconsciente. Entonces preferimos refugiarnos en la soledad de la masa, compartir en redes sociales y plataformas digitales hasta el amanecer, para soportar la oscuridad, convertirnos en autómatas tecnológicos, dejamos de lado toda solidaridad humana, aguzamos el oído tratando de encontrar en el camino algún salvador al que aferrarnos.

Más allá de la experiencia singular de cada persona, debe existir una realidad más diferente que nadie ha sabido ver, una realidad oculta a la percepción y sin embargo nos es revelada por el discurso totalitario.

La gente para quien la distinción entre lo verdadero y lo ficticio, la diferencia entre bueno y malo ya no existe más. Las “redes sociales” parecen convertirse en un excelente instrumento, ideal para la desocialización del ser humano, la fórmula perfecta para llevarnos al mundo de la fabulación y fantasía, desconectados de la realidad ¿a dónde iremos vagabundos y solos?

¿Acaso existe un modo de pensamiento que no sea tiránico?

¿Existe alguna razón por la que somos presa fácil de las fórmulas más horrendas?

¿Preferimos la esclavitud antes que la posibilidad de pensar por nosotros mismos?

¿En qué consiste realmente la libertad?

¿Acaso la libertad consiste en la facultad de pensar por fuera de la ideología impuesta?

Las marchas en Europa parecen llenar de esperanza a muchos, el cambio de paradigma universal está en proceso.