1. Ver para creer

Actúa con dignidad y firmeza, mantiene la cabeza fría, es reflexivo y crítico, no es ingenuo ni se autoengaña, lo acompañan la mesura y el sosiego. Obra por decoro, con la verdad y el honor por bandera, actúa con honradez y dignidad. Quien estas alabanzas proclama no es otro que Ricardo Monreal, y lo hace en SDP noticias refiriéndose al objeto de su admiración: un tal Ricardo Monreal. La serie había iniciado con un  mensaje para el que se hizo acompañar de su esposa, quien sabe por qué. Todo esto ha sucedido de verdad, lo hemos visto en SDP noticias. ¿Qué pasó, pues? Resulta que un político no fue elegido. Nada más. No se recuerdan precedentes del caso. Ni de tal despliegue de retórica ditirámbico-elegíaca en causa propia.

Nos cuenta Ricardo Monreal que lo está pasando mal. Pobrecito. Suponemos que es un caso inédito en la historia política que un candidato se sienta frustrado por no ser elegido. Sabido es que todo candidato se siente merecedor de todo por encima de todo. 

Y nos sigue informando Monreal de que ha tenido días difíciles en su vida, y que seguramente su ciclo en el partido ha llegado a su fin. Nos deja con el Jesús en la boca. ¿Se irá o no se irá? Pero también nos cuenta que nadie es imprescindible. Ni siquiera Monreal. En eso lleva razón.

Estaba convencido el candidato de que la Ciudad de México era para él y para nadie más. Llevaba tiempo construyendo esa convicción, que no autoengaño, como él dice. Lo fue haciendo a lo largo del tiempo con repetidas declaraciones de fidelidad al jefe y al proyecto de Morena, -era el proyecto de Morena, recuerden, no el suyo, repasen la hemeroteca-, con trabajo de imagen, ya en su día con sus puestas en escena parlamentarias, que todos recordamos, con presencia mediática. Ya entonces, juntado imágenes, podía observarse cómo el político construía su camino hacia lo más alto. Más aún que la Ciudad de México, ¿o no? Llegó a tanto su convicción, que no se percató de que había otros y de que todas esas virtudes que se atribuye también otros podían acreditarlas sin ruido, con trabajo discreto y constante, y que también esos otros estaban ahí en la hora fundacional. Aquellos a quienes el perdedor, en el despecho, pasó a llamar “nomenklatura”.

Y habla Monreal de decoro más allá de los cargos, No, más allá de los cargos no hay nada. Es el cargo y nada más por lo que clama el excandidato, desaprovechando una ocasión de demostrar gallardía y elegancia en la derrota, y seguir trabajando con su partido por esos ideales, más allá de los personalismos, de que tanto se preciaba. Ese es el resultado final del tragicómico monólogo con todo su acopio de epítetos. Nada de lo que un personaje público diga de sí mismo sirve de nada. Solo cuenta lo que otros le reconozcan. Así es, y qué bueno que así sea. Resulta sorprendente ver cómo un político de trayectoria puede incurrir en errores tan elementales. Pero bueno para todos es ver y entender. Ahora no es relevante lo que vaya a hacer Ricardo Monreal; por desgracia México tiene otros problemas. ¿Alternativas a Morena? Todas. Pero, según parece, todas las galleras tienen ya su gallo. Dice Monreal que él siempre ganó. Cierto, lo hizo con el PRI, con el PRD y con Morena. No solo. Si Monreal desea despejar la duda, debería presentarse como independiente. Así podría comprobar cuantos mexicanos comparten su convicción de que es él y no otro a quien México necesita y espera.

Todo esto lo hemos visto en SDP noticas. Materia para los anales de acontecimientos sutiles. Y basta ya de Monreal ¿no?

2. Casi el cielo

Abro la página de SDP y salta el comercial. Es a todas luces un hombre brillante. Más aún, algo entre hombre y querubín, sobre todo si nos fijamos en su evanescente sonrisa. Quizá por eso también se llame Miguel Ángel. Todo en él es brillo y resplandor: Su plateada cabellera, sus pupilas, las pestañas, el cutis perfecto. Todo en tonos suaves, sedosos. No es publicidad para una marca de cosméticos, ni para un salón de belleza; no llega de un país de fábula, donde todo es un poco rosa y lila, un continente de felicidad, un país de teletubbies, el paraíso del photoshop.  No, es México, un país que estos días nos tiene ateridos por el horror, algo más parecido a una fábrica de monstruos que una sociedad de gente libre y civilizada. Y el personaje es un servidor público que, por imperativo legal, tiene que presentar un informe de gestión de gobierno. El quinto. El anuncio nos dice en el slogan que él presenta hechos y no política. Claro que no, no es política lo que él hace. No son política el anuncio, el lema, los brillos y la evanescente sonrisa; es mejor que todo eso, es un bombón.  Materia para los anales de acontecimientos sutiles de SDP.

Dicen que como México no hay dos. Así ha de ser, porque no se encuentran precedentes en otras latitudes a fenómenos de esta naturaleza. Y lo dicho es solo un botón de muestra. Son pequeñeces, pero forman parte de una estructura descabalada, una imagen permanentemente desenfocada. Basta fijarse un poco para pasar el día ocupados en reír y llorar.

Sabemos que detrás de todo político, hombre o mujer, hay una ambición personal y una estructura narcisista de carácter. Nada de esto es malo de por sí, está en la naturaleza humana, y es fuente de creatividad.  A veces despierta fuerzas ignotas, y cuando el ambicioso narcisista se enfrenta a algo mayor y más fuerte que él, puede revelar una grandeza insospechada en su persona. Empero, en la mayoría de los casos lo que se pone en evidencia son debilidades inconfesas de carácter. Por lo general soberbia, casi siempre codicia. Con esto hemos de vivir. Y es bueno saberlo.