Adrián de la Garza no es dado a los reflectores, pero más de cuatro años al frente de la alcaldía de Monterrey le han quitado su reticencia a las luces; antes, como procurador general de Justicia en el sexenio de Rodrigo Medina, siempre mantuvo un bajo perfil. “El Policía” o “The Policeman”, le decían sus compañeros funcionarios.

Hace unas semanas el alcalde de Monterrey se decidió, sí iría por la gubernatura y, como parte del movimiento del grupo, colocarían al alcalde de Juárez, Heriberto Treviño, en la presidencia del PRI de Nuevo León, y a Paco Cienfuegos como candidato a la alcaldía de Monterrey. Otros cargos se están barajando. El exgobernador Medina, en un exhibicionismo inútil, dejó claro en una fotografía con Treviño y el alcalde de Apodaca, Raymundo Flores, que aún tenía influencia en las decisiones políticas del estado.

Medina tiene rato en Nuevo León, pero su estridencia gráfica no le hace un favor a Adrián de la Garza que, al frente de Monterrey, ha forjado una imagen propia, no sujeta al exgobernador. Lo que huela a Medina tira en contra de cualquier candidatura priista. De la Garza tiene pocos negativos electorales, ha sido un alcalde discreto y en la pandemia se ha comportado con responsabilidad y seriedad. Su gran negativo, sin embargo, es la presencia mediática de Rodrigo Medina.

En época de coronavirus, los damnificados electorales del PRI son, para el caso de la gubernatura de Nuevo León, Ildefonso Guajardo, el exsecretario de Economía que no pudo imponer en la dirigencia del partido a su extitular de la Profeco, Rogelio Cerda. También el exdiputado federal, Héctor Gutiérrez, quien ya no será candidato a la alcaldía de Monterrey; otro más, el directivo de TV Azteca, Jorge Mendoza… y los que tratarán de reacomodarse, buscar diferentes partidos o intentar nuevas alianzas fuera del PRI.

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