La figura del periodista ha sido un ícono en la literatura, sólo hay que recordar que el máximo héroe mundial es un periodista: Clark Kent, mejor conocido como Superman.

El oficio del periodismo ha inspirado a muchos y aún lo logra; es casi un apostolado, hay que buscar información, racionalizarla, escribirla, publicarla y después esperar a que los demás, enterados por la investigación, tomemos una  decisión informada.

El oficio periodístico cada día es más difícil, nunca ha sido un trabajo bien pagado; las fama pública no se obtiene de la noche a la mañana, pero el repudio sí. A cambio el periodista es un historiador de primera mano, presente en el momento en que hay algo que contar, y lo hacemos con emoción y pasión, el periodista es un agente de cambio.

 Además de la dificultad de hacer cualquier tipo de investigación, en nuestro país tenemos un problema más: nos están matando.

Hace unos días, con mucha tristeza vi un video del fotoperiodista Edgar Daniel Esqueda en el cual, con los ojos vendados y bajo amenaza, confiesa que trabaja para el Cártel del Noreste, ese que develó Carlos Loret en un reportaje y que todo indica es liderado por la familia Gallardo en SLP.

 Estoy seguro que Edgar no quería ser miembro del cártel, pues hubiera sido más fácil que desde el principio se dedicara a ser sicario, narco-menudista o narcotraficante en lugar de sufrir ganando 8 mil pesos como fotoperiodista.

Edgar seguramente era un buen fotógrafo, de los que llegaba rápido al lugar en donde había algo que informar y tenía “ojo” para hacer una buena fotografía, además pasaba la nota y lo hacía bien, con ganas.

De 2012 a la fecha, en todo el país han sido asesinados 40 periodistas, 13 de ellos en 2017. Todos los casos han quedado impunes, y es doblemente triste que se difundan videos como el de Edgar donde, con signos de tortura, “confiesa” ser parte del crimen, porque entonces permea en la sociedad un feo sentimiento de “se lo merecía, porque era parte del narco”. Así me dijo una amiga con la que platicaba del caso. Me ofendí.

¡Claro que no se lo merecía! Edgar y los 40 periodistas asesinados no merecían morir, son víctimas de una lucha y una estrategia fallida contra un poder que sobrepasa al estado, es multinacional, genera millones de dólares en ganancias y algunas autoridades, que son a las que toca combatirlo, se benefician. Édgar Daniel Esqueda Castro, Juan Carlos Hernández Ríos, Cándido Ríos Vázquez, Salvador Adame, Sonia Córdova, Javier Valdez, Filiberto Ávarez, Maximinio Rodríguez, Miroslava Breach y muchos más, fueron víctimas del crimen organizado, por informar, por ser buenos en su trabajo, por escoger ser periodistas.

Y en San Luis Potosí la situación está cada vez más difícil para este oficio, pues no sólo hay amenazas del crimen organizado, sino de las autoridades. Tan sólo hay que ver el caso del dueño de la franquicia del Partido Verde local, Manuel Barrera Guillén, que ha hecho del partido una especie de cártel del narcotráfico, apoderándose de espacios, haciendo negocios y sacrificando a sus rivales.

Barrera junto con Cándido Ochoa —quien era procurador del estado—, Yvett Salazar Torres —esposa de Barrera y delegada federal de la Secretaría del Medio Ambiente— y Sergio Oviedo —ex titular de la  Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental— han usado artilugios legales como estrategia de presión, además de que han lucrado con todas las posiciones que lograron, beneficiando  a su hermano, su padre y hasta a los primos.

Fue puesto al descubierto por el portal Astrolabio, de Miguel Maya Romero, quien es acusado por Barrera de calumniarlo y le puso una demanda para tratar de pararlo, pero se sabe que hay amenazas fuertes en contra del empresario de medios.

San Luis Potosí era un estado destinado a ser el impulsor de la economía del bajío mexicano. Con una planta de la armadora alemana Mercedes Benz, otra de GM y una inversión de capital japonés en la empresa Mexican Steel Bar Precisión, tiene aún un promisorio futuro.

San Luis bien podría ser la punta de lanza del sueño mexicano, pero entre los Gallardo, sus políticos corruptos encabezados por Barrera Guillén y los asesinatos, no sólo de periodistas —según cifras de la Secretaría de Gobernación en el estado 72 por ciento de los homicidios, es decir 151 de los 216 asesinatos intencionales que se han perpetrado hasta la fecha, los ha cometido el crimen organizado—, quizá lo que necesita el estado es un “Superman” o más periodistas comprometidos.