Este 2020 nos está arrebatando todo. A las pérdidas personales y de incontables figuras de la música y el arte, se suma la muerte del astro argentino del fútbol, Diego Armando Maradona, a los 60 años de edad.

De los humildes orígenes del “Diego” en Villa Fiorito se han escrito innumerables páginas. Pero conforme el denominado “D10s” del fútbol mundial fue aumentando en calidad de juego, popularidad, ingresos y un desenfrenado estilo de vida, su relación con el pueblo argentino, latinoamericano e italiano que lo adoraba no se transformó.

A Maradona jamás lo vimos presumiendo una relación con Jair Bolsonaro, como lo acaba de hacer Pelé. En cambio si lo vimos como un hombre que abiertamente se señaló admirador de su paisano, Ernesto el “Ché” Guevara, así como de su amigo, Fidel Castro (a ambos los lleva tatuados en su cuerpo) y del expresidente de Bolivia, Evo Morales.

Muy recientemente, Maradona se pronunció en contra del golpe de estado contra Evo Morales, otra prueba de su compromiso con los pueblos de América Latina.

Amado u odiado por sus habilidades dentro de la cancha y sus escándalos fuera de ella, algo que jamás se le podrá escatimar es que vivió y murió con el corazón en el lado correcto: arriba y a la izquierda.

Descanse en paz.