Uzbekistán, Nigeria y Túnez, son tres países que hace algunos años ni siquiera aparecían en el medallero o que inclusive en el caso de Uzbequistan, ni siquiera participaba como país, ya que pertenecía a la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), países que hoy día, tienen una mejor posición en el medallero paralímpico que el lugar que ocupa México. Inclusive Irán, un país que ha estado en guerra los últimos 30 años y con una economía mucho menor que la mexicana, tiene más medallas tanto de oro como de forma global que las conseguidas por la delegación mexicana, misma que al momento de escribir este comentario, ha conseguido 12 preseas. Sin embargo, son muchas más que las obtenidas en la pasada edición de los juegos olímpicos de verano donde los competidores mexicanos no obtuvieron ninguna medalla de oro.

¿Qué hace que estos atletas con menores apoyos que los recibidos por sus similares, mayores retos y obstáculos, los mismos dirigentes charros y federaciones secuestradas por mafiosos, una sociedad indiferente hacia las personas con “capacidades diferentes”; obtengan muchos mejores resultados que los catalogados “sin discapacidad?, por supuesto que la respuesta es simplemente una: tienen garra.

Estos atletas, estos mexicanos, son por mucho de lo mejor que tiene este país, y no me refiero simplemente a que representan a lo mejor de las disciplinas en las que compiten, no, me refiero a mexicanos que enfrentan barreras de todo tipo; las más comunes y fáciles de sortear son las físicas. Sin embargo, las que hacen extremadamente difícil y hasta imposible el funcionamiento “normal” de sus vidas, son las barreras de actitud, de comunicación, las políticas, las programáticas y las sociales. Estos mexicanos son personas que se han ido formando en la adversidad y que están acostumbrados a superar sus limitaciones y su entorno, y deberían ser ejemplo de vida para la mayoría de nosotros.

Es una verdadera tristeza la apatía con la que nos comportamos ante los logros de estos deportistas, la poca difusión de estos eventos, y por sobre todo, la indiferencia generalizada de una nación. Lo que deberíamos hacer, es tomarlos como un ejemplo palpable de cómo superar los infortunios y debilidades. Si lo hiciéramos, sin lugar a dudas este sería un mejor México.

Estos días patrios, convendría aprovecharlos para reflexionar seriamente en las cosas que nos limitan, cómo queremos vernos a nosotros mismos como nación, qué país les queremos dejar a nuestros hijos, y después de eso dedicarnos a trabajar para seguir el ejemplo de estos grandes mexicanos, que nos demuestran que ningún obstáculo es suficientemente grande, para que después de la labor cumplida, nos acostumbremos a escuchar nuestro himno en las premiaciones, vernos en los primeros lugares del medallero, tener un verdadero orgullo de ser mexicanos, y entonces poder gritar ¡VIVA MÉXICO!