El Gobernador con licencia de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, se perfila como el presidente nacional del PRI, su reto es enorme, nunca antes en la historia de ese instituto político había estado en una coyuntura de crisis de estas dimensiones.

Tiene el Señor Moreno solo dos posibles escenarios en el horizonte: el de sacar a su partido, poco a poco (primero salvándolo de la muerte, que supondría, en un límite ni tan improbable, su pérdida de registro y desaparición), del agujero en el que no solo está metido, sino del que no parece su caída encontrar aún el fondo, y para estas dos opciones en la altísima apuesta del joven político campechano tiene dos trajes, el de héroe y el de sepulturero; el segundo es el más sencillo de usar, simplemente continuar con una dirigencia cegada ante los errores, desviaciones y abusos cometidos por el tricolor en los últimos 18 años, y es ahí donde radica una de las claves de su éxito o fracaso, y me explico: "Alito" Moreno debe saber diferenciar muchos matices, tanto de historia, de tiempo, de ideologías y de personas con nombre y apellido. De nada le serviría siquiera cambiar de siglas, logo y estatutos, en una refundación de forma y no de fondo; el Revolucionario Institucional tiene demasiado de donde agarrarse y sus francamente mediocres últimos liderazgos nunca entendieron que no entendían.

Para empezar, el PRI debe apelar a su origen, y quizá esta sea su más alta divisa, es un partido ´sui generis´, no solo en México sino en el mundo entero, nace, ni más ni menos, que de la primera Revolución política y social del Siglo 20, encarna por si fuera poco, la tercera gran transformación de la vida pública del país, una que costó demasiadas vidas, varios cientos de miles, y dos décadas de inestabilidad y caos en el país, pero para convertirlo en un país de instituciones de avanzada, en un Estado unificador de todos los intereses e ideologías nacionales; uno que dotó a este país de progreso (recogiendo las demandas sociales más sentidas y añejas), crecimiento económico, desarrollo, identidad y orden y paz social por casi ocho décadas.

Todo lo anterior, inexplicablemente no se lo oímos decir hace muchos años a ningún líder priista; en segundo lugar, el PRI de Moreno Cárdenas debe saber diferenciar los personajes que le hicieron daño y desviaron su destino al grado de perder de vista su origen y esencia, y no es a partir de Don Miguel de la Madrid, presidente con un sentido de la honestidad y la mística del servicio público solo comparado a los dos Adolfos: Ruiz Cortines y López Mateos, sino también con convicciones aún apegadas a nuestro glorioso nacionalismo revolucionario.

La debacle del PRI no comienza tampoco, como se pretende hacer creer a pie de juntillas con el presidente Salinas de Gortari, que a pesar de los pesares pasará a la historia como un reformador, a medias si se quiere, ya que el país se le fue de las manos con motivo de un proceso sucesorio pésimamente mal manejado, pero que conservaba aún una vocación social innegable; el PRONASOL de su sexenio es un programa social que, a la fecha, no ha podido ser igualado, ni de lejos, confeccionado y operado este por el ala más progresista del partido, hasta entonces sin abandonar, del todo, su sello original.

El problema viene desde el año 2000, el PRI no supo ser oposición, y lo más fácil para ese instituto político fue ya no digamos aliarse, sino plegarse por completo al proyecto de nación panista, uno que ni el nombre de "proyecto" debería llevar. Ultraderecha, entreguismo, conservadurismo, ineptitud, ausencia total de mística para gobernar, y una lista interminable de taras de un partido que solo ha sido un club de burgueses, a las órdenes de un puñado de intereses de los llamados poderes fácticos. Así, como un auténtico cirujano eminente, Alejandro Moreno tiene que saber diferenciar, en su intervención quirúrgica mayor, lo que debe extirpar del PRI y lo que debe conservar e incluso exaltar, y ahí viene la cuestión de los NOMBRES también, en el indispensable ejercicio de severa autocrítica, debe de estar acompañado de un proceso de purga, de poner los puntos sobre las íes y no solo limitarse a la expulsión de los miembros que en los últimos años fueron los culpables del hundimiento del barco tricolor, sino de coadyuvar con las autoridades para que sean castigados con todo el peso de la ley, si hace esto último, Alejandro Moreno Cárdenas se vestirá de luces, de estadista, convirtiéndose en un líder de talla y alcances nacionales; si opta por el pragmatismo gatopardista, será simplemente uno más, un vulgar Enrique Ochoa Reza, por ejemplo, y el traje que escogerá será uno muy sucio e indeseable: el de sepulturero de su partido.

Como vemos, no tiene tanto margen de acción el señor Moreno, pero no carece de él y de opciones reales de comenzar a salir de la grave crisis de su partido. A todo lo anterior, aquí anexo dos gráficas, sí, solo dos de muchos otros indicadores que ilustran diáfanamente la desgracia nacional heredada por el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que dicho sea de paso, parte de su éxito radica simplemente en haber ocupado el lugar que dejó abandonado el PRI en su aventura con el Partido Acción Nacional y también de sus inconfesables excesos cometidos, solo dos gráficas que a continuación se pueden fácilmente analizar, una es del aumento exponencial y brutal, innecesario además, de la violencia, originado por una guerra absurda a los grandes carteles del narcotráfico, con ausencia, ya no digamos de una estrategia, sino siquiera de un diagnóstico, y la segunda donde se puede observar el proceso de abandono del sector energético y PEMEX, nuestra empresa insignia, todo esto, claro está, dentro del periodo comprendido desde el año 2000 al 2018, el cual sin duda, la historia y su juicio implacable, se encargará por denominarlo como el PRIANATO, con un espuriato criminal en medio (2006 - 2012)...