Son los zooms de la cámara de la PGR hacia Ricardo Anaya y Diego Fernández de Cevallos lo que intimida.

Están en la “mira”. Como venados al acecho.

El gran acercamiento hacia las cabezas del candidato presidencial, de su abogado, del grupo que lo acompaña: en intención de examinar, escudriñar, disectar la escena.

A ver qué hacen, qué dicen, cómo se mueven. Buscan un error, un tropezón, un ridículo, cualquier cosa para usar en su contra.

Es el aumento al volumen y la re-dirección de los micrófonos a Ricardo y a Diego, lo que se percibe perverso. Casi se escucha la orden de arriba: “¡Encuentren algo, lo que sea, carajo”.

Parece desesperado quien maneja el sistema de vigilancia: no da más el lente, no hay otra cámara, no hay micro a menor distancia. Jugó como pudo: movimiento lateral, acercamiento y volumen.

El abogado y su defendido se cierran un poco para comentar en voz baja sobre lo que sucede: la recepción del escrito, que si en esta oficina no, que si en la otra, que por este medio no llegará al titular (¿?) de la PGR, qué conviene hacer…

Anaya está en absoluto derecho de defenderse y hablar en privado con su abogado, ¡faltaba más!

Es evidente que no sabían de los micrófonos, dudo que ignoren que había cámaras de vigilancia.

Todo en la falsa cordialidad del ejecutor: “Estamos para servirles, estamos para servirles”, repetido entre abrazos con el hacha levantada sobre el cuello. 

No sé si Anaya cometió algo ilícito, pero se le presume culpable y parece que hay algo fuerte contra él por el solo hecho de que sea Fernández de Cevallos quien asume su defensa. Uno de los más astutos y más caros abogados del país. Una fiera en tribunales.

Anaya tendrá que demostrar inocencia en las garras de usos y costumbres que su propio partido, el PAN, y el PRI han practicado: la PGR como instrumento de poder al servicio del gobierno en turno.

A esa institución no se la ha llevado el diablo porque no se la ha soltado el ejecutivo. Que para el caso es lo mismo.

   •    Mientras tanto la ex titular de SEDESOL, Rosario Robles no está ni en la en la mira de la PGR, a pesar de las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación. ¿Quién defenderá a Robles? Podría ser Juan Collado, su abogado favorito, por cierto, amigo de Fernández de Cevallos y ambos amigos de Salinas de Gortari.

   •    Habría que informar a la PGR que también es de interés público la grabación de Rosario cuando acuda a sus instalaciones con zoom y toda la cosa.

   •    Por lo pronto la PGR como absurdo cazador, reclama su trofeo: una mentada de madre. Colita de conejo en lugar de cornamenta.