"Para quien tiene miedo, todo son ruidos".

Sófocles.

"El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son".

Tito Livio.

"El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente"

Alonso de Ercilla y Zúñiga.

Leer que habrá militares en las calles en funciones de seguridad pública, por decreto, haría asustar a cualquiera. La que firma esta columna, al inicio, me sentí en un mal día de otro sexenio y reconozco haber caído en la trampa de sentir miedo.

¿Tiene sentido? Totalmente y es natural. Después de todo, el sexenio calderonista dejó una mancha sangrienta en la memoria, las familias pero principalmente, en las mujeres. Según DataCivica, la violencia institucional ejercida por las fuerzas armadas es mucho más elevada en los elementos del ejército que en los elementos policiacos. El ejército tendría que encargarse de la política de seguridad más extrema, esa que atiende a las amenazas serias contra la seguridad nacional ... no así, a esas labores de seguridad civil y cotidiana como retenes, detenciones, visitas domiciliarias, rondines en las calles y primer contacto con víctimas.

 

Las fuerzas armadas permanentes a cargo de funciones de seguridad pública -como plantea el decreto presidencial que hoy entra en vigor- para "garantizar, mantener y reestablecer el orden y la paz social"- tiene el error de no establecer un límite en la intervención o límites específicos para el ejercicio de las atribuciones extraordinarias, lo que ha hecho que activistas alcen la voz advirtiendo que ello, multiplicará la vulnerabilidad contra las mujeres como los delitos sexuales con los que las torturan que se ilustran en esta gráfica:

 

Sin embargo, tenemos que entender que hoy sentimos miedo porque tenemos memoria. Los recuerdos de aquellos años en donde se exigía la seguridad sin guerra y el alto a la militarización acumulan prácticamente 12. Demasiados como para pretender que en un año, disociemos militarización con represión. La realidad, es que antes del narcogobierno, el ejército se consolidaba como una de las instituciones más respetables y queridas por el país. Planes como el DNIII para la atención y ayuda en desastres naturales reivindicaban el patriotismo y labor social de la milicia: amar al país. Cuidarle. No es casualidad que en noviembre de 2017, cuando El Financiero realizó una encuesta para medir la confianza en las instituciones, la Marina y el Ejército son encabezarán las preferencias demostrando que sus elementos son quienes generan la mayor confianza entre los mexicanos.

La realidad del decreto es que el primer párrafo se hace referencia al quinto transitorio del decreto del 26 de marzo de 2019, por lo qué tal como refiere el Maestro Alvaro Vizcaíno:

Cabe recalcar que a partir del párrafo 5 se advierte que en las atribuciones extraordinarias no están todas las de la GN.

Únicamente se le asignan 10 de 44 propias. Contrario a varias versiones, las atribuciones de las fuerzas armadas no son de investigación, operaciones tácticas o encubiertas, ni de emitir informes o realizar requerimientos. Se limitan a las labores de apoyo en la prevención de delitos y detención de personas en operaciones a cargo de la Guardia Nacional.

Ese decreto no regresa a las Fuerzas Armadas las labores que tuvieron en los dos sexenios anteriores. Aunque parezca lo contrario y sea imperfecto, en realidad da cumplimiento a lo que se tenía ordenado en transitorios desde hace un año dentro de la reforma constitucional aprobadas por el congreso; sin que sea un factor el incremento el casi seguro incremento de inseguridad que vendrá por la crisis económica derivada del COVID19.

Andrea Chávez y Abraham Mendieta publican un contundente documental donde cuentan el gravísimo actuar de Felipe Calderón frente a las fuerzas armadas, en el que se recopilan cada uno de los hechos que hoy nos hacen leer MILITARIZACIÓN en donde dice “todas las fuerzas del país a proteger las calles”. Yo misma lo dudé hasta tener oportunidad de hablar con Víctor “L”, un ciudadano de Reynosa al que le da paz que el ejército esté en las plazas porque cuenta sangrientos encuentros entre elementos del crimen organizado. Historia que contaré en otra ocasión, mientras tanto, aquí pueden ver el documental y pensar en si verdaderamente el gobierno de Andrés Manuel ha dado señales de represión o si en realidad, tenemos el mal sabor de boca que dejaron ex presidentes al ordenar atrocidades innegables.

¿Es ingenuo pensar en que los militares cambiaron? Claro que lo es. Las indígenas Ana, Beatriz, y Celia González Pérez, y su madre Delia Pérez, son vivas víctimas de la maldad cuando trataron de cruzar un retén del Ejército mexicano hace 25 años Altamirano, Jalisco. La realidad es que el ejército tiene por prerrogativa la disciplina y en ese sentido, se sujetan a las órdenes de sus superiores y hoy, hay dos mandatos que son distintos: el moral y el legal.

Moralmente, el presidente, que es el máximo jefe de las fuerzas armadas, ha ordenado categóricamente respetar los derechos humanos. Lo han criticado por maltratar al ejército cuando no les permite realizar las viejas prácticas. En el mandato legal, el plan que se ordenó aplicar contempla una perspectiva totalmente distinta con la que los elementos del ejército están impedidos a tocar, siquiera, a ciudadanos. Aún cuando ellos mismos pudieran colocar su integridad en peligro, como en la tragedia de la explosión en Tlahuelipan ocasionada por huachicoleros. ¿Podemos esperar algo diferente? Aún es temprano para afirmarlo, pero los hechos apuntan a que después de años, la estrategia del terror se va cambiando a la de reconstruir la vocación de servicio militar a la protección ciudadana y construcción de paz. Algo difícil de pensar por la mala experiencia que nos han dejado las órdenes de los gobiernos anteriores. Recordemos que, después de todo, como es abajo es arriba y cómo es adentro, es afuera. Los elementos de policía federal, PGR, Marina, ejército y seguridad ciudadana, arriesgan diariamente sus vidas por mantener las nuestras en normalidad.

Experiencias de mandos humanistas, como el de la SSC en Ciudad de México que ahora dedica un espacio al rescate animal con brigadas de adopción y a la terapia con caballos gratuita nos tiene que hacer entender que los malos no son los militares y policías, que como nosotros, son pueblo. Los malos eran los intereses detrás de las órdenes que les dieron y la responsabilidad de aquellos que les hicieron tanta mala fama.