¿Se podría equiparar el sueño americano con un sueño mexicano?

La respuesta es afirmativa, y, metodológicamente, relativamente sencilla de implementar, lo único que hay que lograr es que se logren condiciones similares de remuneración por trabajos equivalentes en ambos países.

Al respecto, afortunadamente, en México existen infinidad de empresas, sociedades y asociaciones que son extranjeras, desde cafés muy concurridos, restaurantes generales y de comida rápida, los mismos bancos que son casi todos extranjeros, fábricas de alimentos incluyendo la del chocolate en el que aparece Doña Sara García, que en Paz descanse, fábricas de automóviles, todas ellas de marcas extranjeras, agencias de ventas de automóviles, laboratorios médicos de patentes internacionales, fábricas de cervezas, vinos y licores, fábricas de cientos de productos extranjeros, cadenas de supermercados, papelerías y tiendas departamentales y de moda, constructoras, canales de televisión, etcétera, etcétera… lo único que hay que lograr, presidencialmente hablando, es que todos ellos les paguen a los trabajadores mexicanos igual que como ganarían sus trabajadores en sus países de origen.

Y, claro, también todos esos líderes y empresarios extranjeros deberían igualmente obtener beneficios, se podría negociar, igual, presidencialmente hablando, que todos los trabajadores mexicanos que trabajan para ellos, que calculo, deben ser alrededor de 15 millones, dejen de recibir prestaciones de ley y seguridad social, con esos sueldos que ganarían, pagarían sus jubilaciones, pensiones, seguros, colegiaturas y gastos médicos, las instituciones gubernamentales encargadas de esos trámites recibirían cierta holgura existencial, y, se generaría toda una clase media trabajadora que utilizara esos servicios de manera particular, incluyendo los médicos, lo cual traería muchísima plusvalía a este gran país llamado México.