Existe, a nivel internacional, un fenómeno que es considerado por algunos como “imparable” en contra del calentamiento global. Se trata de un movimiento impulsado por jóvenes estudiantes, como Greta Thunberg, personalidades como Al Gore o el actor Leonardo DiCaprio y por organizaciones como Greenpeace, también está el que, desde el marco de las Naciones Unidas, encabeza la excepcional mexicana Patricia Espinosa, secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

Montado en la ola de lucha por el cambio climático, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien con gran confianza en la transición energética, en julio del presente año, insistía en invitar a la COP25 a sus homólogos de América Latina, pero en particular al de México, del que conoce su posición contraria al uso de energías renovables, e incluso a manera de broma llegó a comentar: "Y por supuesto al presidente López Obrador, que ya va a haber cumplido su año de gobierno, así que la excusa del primer año aquí ya no corre, los queremos invitar a la COP25".

El presidente chileno no esperaba lo que le vendría por haber aceptado organizar la COP25, luego de que Brasil la había rechazado, a pesar de ser el país latinoamericano que emite más carbón a la atmósfera.

Las protestas en Chile fueron exactamente iguales a las que se vivieron en México en 2017. En aquella ocasión se presentaron saqueos en centros comerciales, violencia y confrontación, es decir, protestas similares a las que hoy se viven en el país sudamericano.

Como consecuencia, el presidente chileno anunció la mañana del 30 de octubre la cancelación de las reuniones de la APEC y la COP25.

Piñera aseguró que la causa de la cancelación es la de priorizar soluciones y garantizar la seguridad de sus connacionales por encima de cualquier cosa. Como lo comentaba en la primera parte de este texto, la violencia en Chile tendía a crecer a medida que se acercara la realización de la COP25.

En lo que toca a México, las consecuencias, son equiparables a las que se vislumbran en aquel país, porque mientras que Chile canceló la realización de la COP25 -con lo que detiene proyectos para el combate al cambio climático y la utilización de energías sustentables- en México, los compromisos que fueron firmados en 2016 en el marco de los Acuerdos de París quedaron en letra muerta, con la llegada del gobierno de AMLO y de su gabinete energético.

Mediante la firma de dichos acuerdos, México se comprometió a tomar medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que, para 2030, deberían disminuir al 22 por ciento; bajar un 40 por ciento los contaminantes como el carbón, que se produce por la combustión incompleta de productos derivados del petróleo y a que el 35 por ciento de la electricidad proviniera de energías limpias, además de alcanzar tasa cero en deforestación.

Sin embargo, la posición de AMLO, muy parecida a la de Donald Trump, ha sido totalmente contraria al Acuerdo de París, al impulsar la construcción de la refinería Dos Bocas en Tabasco, una termoeléctrica en Huexca, Morelos, cancelar las subastas de energías renovables, como la eólica y la solar, y la rehabilitación de plantas carboeléctricas, lo que se promueve es la utilización de combustibles fósiles altamente contaminantes.

 

En 2017, el entonces precandidato de Morena, el compañero y camarada Andrés Manuel López Obrador, alentó la realizar protestas en contra de una supuesta alza al precio de la gasolina. En un video que se puede ver en youtube, AMLO lanza mensaje incentivando la protesta, ya que a su parecer se generaría especulación y escasez, lo cual, por cierto, no se dio, pero sí generó protestas muy violentas.  

En 2017, el alza de la gasolina fue el pretexto para alentar al levantamiento social, el fondo, según se aprecia ahora, era revalorizar el uso de la gasolina como el principal motor de la movilidad en el país y satanizar a las energías renovables.

Actualmente, el presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Senadores, Armando Guadiana, mejor conocido como “el rey del carbón” acordó con Manuel Bartlett, como si estuviésemos a principios del Siglo XX, la compra de carbón para la CFE, Bartlett incluso se comprometió con los carboneros de Coahuila a rehabilitar las plantas carboeléctricas y olvidó el plan de rehacer esas plantas a ciclos combinados con gas natural, canceló, además, las subastas de renovables.

La secretaria Rocío Nahle, con total ignorancia en temas de energías renovables, pareciera que se ha convertido en una “jefa de proyecto” de la refinería de Dos Bocas y se encargó de destruir a órganos independientes como la CRE y la CNH. Para muestra solo hay que ver la posición de los ahora comisionados de la CRE, como José Alberto Celestino, quien asegura que “lo mejor” para la generación eléctrica es el uso del carbón y del combustóleo.

La posición de la 4T en materia energética y de cambio climático se sintetiza con lo afirmado por el académico Carlos Gay, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM: “Su proyecto (el de la 4T) parecen ocurrencias que no tienen nada que ver con la realidad mundial. La estrategia energética no es coherente con la política climática del país ni con los Acuerdos de París”.

La batalla del carbón y el petróleo en contra de las energías limpias apenas empieza, aun con el grave riesgo que implica para la humanidad el cambio climático cuyos efectos irreversibles ya están a la vista, así como la confrontación entre los países y entre sus sociedades, como ya está sucediendo en México, Chile y hasta en Estados Unidos.

Así lo expresó Al Gore, uno de los principales promotores de la utilización de energías limpias, luego de que Trump mandara al diablo el Acuerdo de París: La decisión de Donald Trump es “imprudente e indefendible …debilita la posición de EEUU en el mundo y amenaza con dañar la capacidad de la humanidad para solventar la crisis climática a tiempo”.