"En tal afán, exitosamente realizado hasta hoy día, son muchas las bajas. Quizá la más sensible es la incapacidad, ineficacia o inexistencia de una oposición"

Liébano Sáenz

Concluido el primer año de gobierno del  presidente, Andrés Manuel López Obrador, los resultados han sido bastante magros, por no decir que han sido nulos, cero, pero ese no es el principal problema, lo es que, aunque evidentemente, ha iniciado una transformación que denominó la 4T, como él mismo lo ha indicado, se requiere de mucho para “mover el elefante”.

Lo verdaderamente preocupante radica que, ante un gobierno con cero resultados, hoy en día México carece de una oposición que contribuya  a mejorar la situación, que genere alternativas y condiciones de efectividad y alternancia. La oposición en estos momentos no aporta absolutamente nada para el mejoramiento político, económico y social del país; los partidos políticos, la clase empresarial, las organizaciones sociales, líderes políticos, periodistas, académicos e intelectuales, mantienen un “diálogo de sordos” en el que no escuchan, pero tampoco proponen, simplemente transitan desconectados de la sociedad.

 

La oposición necesaria

Todo sistema requiere de oposición, incluso se puede decir que la calidad de un gobierno depende en buena parte de quien se le opone. No ha sido el caso. No hay debate propiamente dicho. Sectores que históricamente han contribuido a enriquecer la diversidad y el escrutinio hoy no cumplen su tarea. Lo que no solo es un problema de la oposición formal, sino también en la que proviene de la sociedad, de los medios, de las organizaciones civiles, de los grupos organizados. Si de por sí, el consenso es frágil, lo es más aún cuando se desapega de la realidad y cuenta con una sociedad silenciosa o complaciente.

 

La oposición actualmente se caracteriza por:

1) Carecer de sensibilidad para entender a una sociedad que viene de años de abusos de poder, de imposiciones, de prepotencias y hasta de hostigamiento.

2) Una oposición que, en lugar de construir y recuperar principios y necesidades del pueblo, se convirtió en una especie de “bigbrother” peleando sin ton ni son, con lenguaje soez e incluso absolutista, que lo único que hace es colocarse como comparsa del poder actual, haciendo el juego, por ejemplo, a las conferencias mañaneras de AMLO.

3) Esta oposición no logra conjuntar ideas, proyectos o estrategias de acción, simplemente caen en la retórica de los “buenos y los malos” lo que al final no aporta nada para mejorar o cambiar diversas políticas públicas que han mostrado su total inoperancia, en lugar de eso, solo pretenden competir con el genio de la retórica, Andrés Manuel López Obrador, lo que da como resultado una suma de cero.

Así lo reconoce uno de los principales comunicadores de AMLO. Con motivo de la llanta ponchada en una gira de trabajo del presidente de la República, Julio Astillero en su cuenta de Twitter comentó:  

“más allá de la valoración política, ideológica y partidista que se tenga de @lopezobrador_ lo que me parece cierto (y aquí lo más interesante) es que es un notable propagandista, con extraordinaria capacidad de comunicación mediante videos como este, después de la llanta ponchada”.

4) Al final de cuentas se puede afirmar que con la retórica no se dan, ni se consolidan resultados y como diría el maestro Sáenz “la retórica sirve, pero al paso del tiempo requerirá mucho más” y hoy la oposición o lo que se dice oposición, también se mantiene en la misma retórica del presidente.

5) La oposición rehúye al debate y solo hablan entre ellos. Se lamentan o se juntan para quejarse, pero dejan del lado aportar algo concreto, formular iniciativas, es decir, encabezar una lucha que beneficie siquiera al sector de la población al que pertenecen o del que tienen interés.

6) Lo más grave es que la oposición muestra un gran temor a la reprimenda, se percibe un miedo, que puede estar fundado ante un gobierno que ha mostrado ser un tanto cuanto represor, revanchista y vengativo y, desde luego, oportunista, pero ese temor, lo único que está propiciando es el mayor empoderamiento del gobierno actual y por tanto el propio aniquilamiento de la oposición.

Así vemos ex gobernantes que guardan un precavido silencio, empresarios aplaudiendo, políticos que votan en bloque, trabajadores que callan, líderes sindicales que se someten, organizaciones que se dividen y así un largo etcétera.

Desagregada y confrontada entre ellos mismos, la oposición solo servirá para fortalecer el poder del actual mandatario y aniquilar cualquier proceso democrático. Al tiempo.

Lejos de actuar de contrapeso como debería ser en cualquier democracia, la oposición en nuestro país poco a poco se convierte en una especie de “patiño” o de comparsa dentro de la estrategia de comunicación y retórica de AMLO, y como resultado fortalece los altos niveles de popularidad del jefe del Ejecutivo, aunque esto, la popularidad, no proporcione ningún resultado tangible ni racional al pueblo de México.