Si acudimos al diccionario encontramos que magnicidio es el “asesinato de un jefe de Estado o una persona relevante del gobierno”, a propósito de que hace 20 años, el 23 de marzo de 1994 fue asesinado por Mario Aburto el entonces candidato del PRI  a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, que aunque en ese momento no era jefe de Estado ni formaba parte del gobierno, sin duda que era un personaje relevante políticamente hablando, pues aparentemente y muy probablemente sería el sucesor del entonces cuestionado presidente Carlos Salinas de Gortari.

El 17 de julio  de 1928 había sido el anterior magnicidio, cuando fue asesinado el entonces presidente electo Álvaro Obregón por el fanático religioso José León Toral, en plena mesa del restaurant La Bombilla en San Ángel, en una comida que le ofrecían los diputados de Guanajuato.

De los dos casos todavía no sabemos claramente las circunstancias precisas y los respectivos implicados, salvo los autores materiales, sin que se haya convencido a nadie en ambos casos la hipótesis del asesino solitario, la cual fue la que finalmente se estableció como verdad legal.

Los contextos sociopolíticos eran diferentes, pero no carentes de escenarios de violencia para ambos casos.

Obregón acababa de ser reelecto, traicionando el principio maderista y además cargaba sobre sus hombros la instigación del asesinato de Venustiano Carranza en 1920 por haberse opuesto a sus pretensiones de sucederlo en la Presidencia. Por otra parte, siempre estuvo en el rumor público el involucramiento del propio presidente Plutarco Elías Calles en la eliminación de su antiguo aliado.

En 1994 el enrarecimiento del clima político era la constante después del levantamiento armado en Chiapas, que abría las posibilidades de la violencia como método político y la incertidumbre que provocó Salinas de Gortari en la campaña de Colosio al impulsar el protagonismo de Manuel Camacho como pretendido pacificador de los zapatistas chiapanecos y su eventual candidatura alterna, en sustitución del propio Colosio. Las sospechas políticas y en el inconsciente colectivo de que Salinas estuvo atrás del último magnicidio se mantienen vigentes, al igual que Calles respecto de Obregón.

Después de varios fiscales especiales designados para esclarecer el asesinato de Colosio, algunos con poca seriedad pero que sí manosearon el expediente, y otros planteando diversas hipótesis que luego se “caían” o eran auto desvirtuadas, nos dio como resultado que no sepamos la verdad y solo les quedara la versión de que Mario Aburto lo hizo solo por su cuenta y riesgo. La cual en efecto es la verdad legal, pero no la de la clase política, y mucho menos la de buena parte de la sociedad mexicana.

Se ha hablado mucho de Colosio, de su trayectoria política, de su cultura del esfuerzo, de su famoso discurso en el aniversario del PRI pronunciado días antes de su muerte, y se le han brindado sinnúmero de homenajes y reconocimientos, monumentos, calles y avenidas llevan su nombre, por el hecho de haber sido asesinado siendo candidato, pero nos quedamos sin conocer sus virtudes como político y estadista, sus capacidades como gobernante y como persona pública y sus eventuales obras políticas para pasar a la posteridad.

Obregón es un personaje de la historia de México por su labor militar durante la revolución, con el ejército constitucionalista de Carranza principalmente para derrocar al usurpador Victoriano de la Huerta y para consolidar el régimen constitucional, no exento de sobresaltos y traiciones entre los jefes revolucionarios, pero no porque fue asesinado por un fanático religioso antes de asumir la presidencia por segunda vez.

Sin embargo Colosio es parte de la historia política de este país por haber sido víctima de la violencia política de finales del siglo pasado, en una época donde parecía que esa tesitura había sido superada después de la “guerra sucia” de los setentas.

Sin menoscabo de las virtudes que seguramente tenía Luis Donaldo Colosio y que no pudo desplegar, no resulta muy halagüeño que sea recordado por lo que pudo haber sido y no fue y porque fue truncada trágicamente su existencia.