Marcelo Ebrard Casaubón tiene en sí mismo la primera posibilidad para colocarse como el líder alterno que la 4T necesita con urgencia ante un escenario complejo de ausencia de certidumbre y voces experimentadas para que se corrijan caprichos y simbolismos meramente políticos, pero de alto costo para el país.

Esta semana, columnas y primeras planas tienen a Marcelo en el mejor ánimo hasta para contar chistes, al grado de que tiene voz no sólo en la mañanera sino que él mismo ha construido su “vespertina” para contarnos cómo fue la negociación y cómo irá la encomienda del presidente López Obrador.

Ebrard ha tejido fino en una alianza con Ricardo Monreal tener a raya el endeble liderazgo de Martí Batres en el Senado y ha forzado una negociación a Yeidckol Polevnsky en el partido oficial, Morena. Un dúo dinámico que tiene controlado al Congreso para darle orden a la voluntad del presidente.

En este difícil momento para los otros liderazgos emergentes de Morena, Marcelo es quien mejor suerte tiene ante la insensibilidad que caracteriza a Claudia Sheinbaum (y que más allá de las campañas sucias “de la perversa derecha” ella misma ha hecho deméritos para el rechazo ciudadano), los desatinos de Tatiana Clouthier y la inexistencia política y mediática de los demás miembros del gabinete.

Ebrard está logrando sacar ventaja de la flaqueza del acuerdo con el gobierno de Donald Trump y ayer recibió el espaldarazo presidencial para encabezar el mayor proyecto de desarrollo de la Cuarta Transformación: el Plan Marshall para Centroamérica desde la frontera sur.

El Canciller tiene experiencia, conocimiento y oficio político para que esta encomienda de Andrés Manuel López Obrador salga adelante, pero tendrá que rodearse de quienes han estado encima del tema y que él conoce y podría sumarlos a este mega proyecto que tiene como eje rector el Tren Maya y la política de seguridad fronteriza como la zanahoria para que reciban el apoyo de Trump.

En el pasado, el otrora carnal Marcelo ha caído en desgraciadas políticas. Primero como el segundo de Manuel Camacho Solís y su frustrado berrinche por la candidatura presidencial, del que se recuperó siendo diputado ciudadano postulado por el PVEM. El segundo, cuando los trágicos hechos de Tláhuac y que Vicente Fox destituyó de la SSPDF. Pero revivió y ganó como jefe de Gobierno. Y su “tercera muerte política” fue después de que se filtrara que él ayudó al reportaje de “la casa blanca” de las Lomas y que se viera obligado al autoexilio en Francia.

“Yo no tengo miedo de morir, porque eso me ha ocurrido”, una frase de El Renacido. Hoy, el carnal Marcelo es un renacido de la Cuarta Transformación y goza de buena salud, jugando a muerte en la coyuntura internacional más crítica del gobierno lopezobradorista.

Como todos los animales políticos como Ebrard, hay muchas dudas de qué pasará con él si logra salir adelante con esta encomienda, si un tramposo como Trump termina imponiéndole la agenda de seguridad hemisférica o si no logra siquiera avanzar los 40 días y tendrá recular para su cuarta muerte política.