Cuántas veces convivimos con personas que nos trasmiten una gran energía, que nos hacen sentir renovados y con una sensación agradable, de bienestar y de paz.

Cuántas otras estamos con alguien de quien percibimos una actitud extraña, difícil, que nos da la sensación de que algo no está en armonía y nos es difícil comprender.

Realmente los seres humanos somos un espejo de lo que traemos dentro, proyectamos nuestros sentimientos y nuestros pensamientos a cada momento.

Las emociones se contagian, la energía se trasmite de persona a persona. Cuando alguien está alegre, su actitud, su rostro, sus movimientos y todo lo que esa persona es, tiene un color, un aroma, y una armonía que invita a la vida, una especie de bienestar que llena el espacio.

Los seres humanos somos sensibles, receptores de todo cuanto nos rodea, nos influyen las formas de ser de los demás, cómo se expresan, su tono de voz, las palabras que utilizan, sus miradas, su expresión facial, el lenguaje no verbal y en una palabra, todo lo que esa persona es. Cosas sutiles e imperceptibles, pero que se quedan muy dentro de nosotros, en nuestro inconsciente, en nuestra mente y en nuestro ser.

¿Qué importancia tendría esto para cada uno de nosotros?

Tal vez, hacernos conscientes de la gran responsabilidad que tenemos unos con otros. Saber cómo influenciamos o somos influenciados por los demás. Seguramente cada uno de nosotros interactuamos diariamente con muchas personas, sin ponernos a pensar si estamos siendo personas de luz, o si lo nuestro es un simple estar sin sentido con el otro o peor aún si estamos restando en lugar de sumar.

Pensemos simplemente que una palabra, una sonrisa o una buena actitud de parte nuestra, puede hacer que alguien recupere su manera de ser y estar en la vida.

¡Buen fin de semana!