Muchos de los que votamos por Andrés Manuel López Obrador, esperábamos que a las primeras de cambio le pusiera un pijama de rayitas a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, y los mandara a picar piedra a las Islas Marías. No ha sido así, amparado en su promesa de campaña de “no buscar venganza”, los ha dejado andar libremente; incluso, los más torpes han utilizado las redes sociales para atacar al presidente.

Las valentonadas de estos torvos seres, así como la de ciertos “periodistas”, no es gratuita: están financiados por empresarios (tanto de negocios legales como ilícitos), quienes han apostado a la violencia para recuperar el poder, estrategia que les va a salir cara y contraproducente.

Pero el “Peje” no llegó a la presidencia así nomás, por su linda cara; es astuto y maquiavélico. Conforme se desarrolla su sexenio, poco a poco se va develando una escalonada de detenciones con miras a dar un golpe maestro cuando estén próximas las elecciones; mientras tanto, “Borolas”, Lozano, “Canayín”, etc., pueden gluglutear todo lo que quieran en campo abierto, cual guajolotes antes de ser requeridos para la cena de Año Nuevo.

Dicen que “la venganza es un plato que se come frío”; nuestro presidente lo está dejando enfriar, dosificando su plan en capítulos de emocionante telenovela, cada vez que la Unidad de Inteligencia Financiera, la Procuraduría, la Fiscalía General de la República (y hasta el gobierno de los Estados Unidos), aprehenden una rata: Chayito Robles, Juan Collado, Genaro García Luna, Javier Duarte, César Duarte, Emilio Lozoya. Todos ellos confiados en una lujosa vida bajo su coraza de impunidad, pues su poder adquisitivo les había levantado los pies sobre la tierra.

Esta dilación tiene una motivación dramática: darle al público tiempo para saborear cada golpe; entre otras cosas, por el regocijo que provocan sus intentos para evitar una recámara con barrotes.

Dentro del carnaval de los animales confundidos, gozo en extremo de la deshonra explícita que muestran ciertos “periodistas” acostumbrados (durante tortuosos sexenios para los mexicanos), a cobrar una gratificación por distorsionar la información, atacar a los enemigos del régimen y alabar hasta la náusea a los poderosos. El dinero que cobraban por ello, se conoce coloquialmente en nuestro país como “chayo” o “chayote”.

Al ver que algunos peces gordos muerden el anzuelo y ya están en el sartén, algunos “chayoteros” se están replegando y discretamente cambian su agresivo discurso (con cautela, para no quedarse sin el financiamiento de sus patrones derechosos).

El primero en bajarle el tono fue Ciro Gómez Leyva, elogiando la actuación del presidente en su visita a los Estados Unidos (me recordó cuando una persona muy querida mía, se topó con otra que la atacaba públicamente en las redes sociales, quien al verla, quiso hacerle conversación amistosa y recibió como respuesta un airado: “¿Qué ya no te acuerdas de todo lo que publicaste sobre mí?”).

El otro es Carlos Loret de Mola “Loretito”, señor de los montajes y el “fake news”, quien después de atacar y difamar a López Obrador (inventándose incluso atentados por parte de la 4T, que dizque lo hicieron “huir” a los Estados Unidos).

“Loretito”, sin alabar directamente al “Peje”, ahora publica información que atenta contra los funcionarios que antes defendía, con sus artículos “Las cajas fuertes de Lozoya” y “Cómo cazar a Peña Nieto”, donde ofrece datos para requerir al ex presidente priísta, tanto por los sobornos de Odebrecht como por los “cochupos” para aprobar su reforma energética (también conocida como la venta de Pemex al mejor postor).

Acostumbrados a bajarse los pantalones para obtener grandes fortunas (y ante la imposibilidad para aprender a ganarse el pan con el sudor de su frente), los “chayoteros”, cual autómatas programados para lisonjear, no tardarán en apegarse al Código Denegri, que consiste en alabar al régimen en turno, sea de la ideología que sea, con tal de llevar una vida de reyes, sin importarles quedar como interesados volubles.

La satisfacción puede duplicarse si viéramos a otros bravucones derechosos humillarse: Javier Lozano, Gilberto Lozano, Gustavo de Hoyos, Felipe Calderón, etc., bajándole de volumen a sus vituperios contra el gobierno de izquierda.

No creo que López Obrador preste oídos a los aduladores, pues ese tipo de relación es parte de la corrupción que combate su gobierno; mucho menos a los barberos que antes lo atacaron, pues un traidor no cambia de la noche a la mañana.

Por lo pronto, voy a llevar a Netflix mi proyecto de serie: “Chayotismo en América Latina”, para que los niños aprendan que es mejor limpiar vidrios de coches en las esquinas, antes que perder el alma para ganar un montón de dinero.